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"¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?"

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Lectura del Santo Evangelio según San Mateo
(Mt. 2, 1-12)

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo". Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. "En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel". Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje". Después de oír al rey, ellos partieron.

La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea -le respondieron-, porque así está escrito por el Profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el pastor de mi pueblo, Israel”». Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje». Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella, se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

San Mateo, comienza es fragmento del Evangelio precisando el lugar del nacimiento de Cristo, “En Belén de Judea”, también nos sitúa cronológicamente, “Bajo el reinado de Herodes”, Se refiere a Herodes el Grande, que reinó en años antes de Cristo. En esa época narra la venida de unos “Magos de Oriente” a Jerusalén.

San Mateo, dice “unos magos”, no dice que sean reyes. Se sostiene que venían desde Persia, que eran “celosos observadores de la justicia y de la virtud.” Cicerón añade que son “la clase de sabios y doctores en Persia.” En una segunda época tardía, después de la conquista de Babilonia, degeneraron y pasaron a ser nigromantes y astrólogos en el sentido peyorativo. San Jerónimo dice: “La costumbre y lenguaje popular toma los magos por gente maléfica.” Los magos que aquí presenta el evangelio aparecen como personajes importantes y hombres dedicados al estudio, principalmente de los astros.

No eran, por tanto, reyes. Ni por su nombre, ni por su origen, ni por el modo como Herodes los recibe y marchan a Belén. El texto del evangelio dice que proceden “de Oriente” o mejor aún, “de las regiones orientales.” Ellos mismos dirán “Porque vimos su estrella en Oriente” Sin embargo, al tratar de precisar la región, surgen las divergencias. Como exprese antes, pudiera ser Persia, el país originario de los magos. Esta es la opinión de la mayoría de los Padres y así son representados en varias catacumbas y aun en la iglesia de Belén, del siglo IV. Caldea — Babilonia —, además de ser país de magos, estuvo en contacto con Israel y pudo conocer sus esperanzas mesiánicas. Sin embargo, para otros, no parece que sea este país. Así también puede ser Arabia, país del Este por excelencia, porque su comercio y las invasiones a Palestina se hacían por Moab y el Jordán. En estas regiones se encontraba el país de los nabateos, donde residían gran número de judíos con frecuentes relaciones con Palestina. Es probable, pues, que el relato de san Mateo se refiera a esta gran zona de Arabia.

La llegada de los Magos a Jerusalén fue diversamente interpretada en la tradición. La opinión más frecuente en los Padres es que fue poco después del nacimiento de Cristo. Sin embargo, la opinión ordinaria es que se pone sobre año y medio después, ya que Herodes da la orden de matar a los niños de “dos años abajo.”

En Evangelio de San Mateo dice; “Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo” Nos presenta esta estrella con un carácter sobrenatural. Pues se les aparece y desaparece; les va guiando y camina delante de ellos; llegada sobre el lugar donde estaba el Niño, se paró. Su semejanza puede encontrarse en lo que se lee en el Éxodo: que “una columna de fuego, en la noche, iba delante de ellos” en el camino de Israel por el desierto (Ex 13:21).

El que los Magos conocieran que aquella estrella anunciaba el nacimiento del “Rey de los judíos,” además de la ilustración y moción sobrenaturales que había que suponer, se realizó por algo que estaba en el ambiente. Era entonces esperado el Mesías, expectación que di-fundieron los judíos en su cautividad de Babilonia y en la Diáspora. (Dispersión de la comunidad del pueblo judío)

Habiendo visto la estrella, “Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”, se encaminan a Jerusalén. Pensaban que el acontecimiento era del dominio público. Por ello preguntan, sin más, dónde estaba el Rey de los judíos que había nacido y venimos para adorarle. Y, a pesar de que su presencia en Jerusalén no debió de llamar la atención, acostumbrada a diversas caravanas, la noticia llegó a Herodes, quien temió que pudieran crearle revueltas y peligros políticos.

Ante este hecho, “El rey Herodes quedó desconcertado”, Herodes convoca a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo. El Sanedrín era el Gran Consejo de la nación. Constaba de 71 miembros, divididos en tres grupos: príncipes de los sacerdotes, que eran los ex sumos sacerdotes, y re-presentaban a las grandes familias sacerdotales; los escribas, cultivadores e intérpretes de las Escrituras, y los ancianos, representantes de los sectores importantes de la nación. El Consejo estaba presidido por el sumo sacerdote. Y, reunidos, les pregunta “dónde había de nacer el Mesías.” Le contestaron con el texto de Miqueas: «En Belén de Judea -le respondieron-, porque así está escrito por el Profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el pastor de mi pueblo, Israel”».

Entonces Herodes mandó llamar en secreto a los Magos y les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo de la aparición de la estrella. Lo hizo en secreto, personalmente, como era su costumbre. El historiador judío y fariseo Josefo cuenta que Herodes mismo, “frecuentemente disfrazado con traje de hombre privado, en las noches, se mezclaba entre las turbas para experimentar y saber por sí mismo lo que sentían de su reinado”. Cerciorado de este dato, le interesaba actuar con astucia, temiendo pudiera ser un enredo político, tramado contra él desde fuera. En su mismo palacio se habían urdido conjuras, bajo el pretexto de la aparición próxima del Mesías, que terminaron en sangre.

«Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje» Con el consejo que les da de volver a él para poder ir a “adorarlo,” no en el sentido religioso, sino de acatamiento externo, se pusieron los Magos en camino hacia Belén y vieron de nuevo la estrella. San Mateo dice; “Cuando vieron la estrella, se llenaron de alegría” Ellos se regocijaron porque en vez de ver fallidas sus esperanzas, fueron, por el contrario, confirmadas más y más, y porque veían recompensadas las penalidades de un camino tan largo. Se alegra con gozo aquel que se alegra en Dios, que es el verdadero gozo. El misterio de la estrella les había hecho presentir que la dignidad del Rey que había nacido aventajaba a la de todos los reyes de la tierra.

San Ambrosio, dice hermosamente de este párrafo; “Esta estrella es el camino, y el camino es Cristo, pues por el misterio de su encarnación Cristo es nuestra estrella, astro brillante de la mañana que no se ve donde está Herodes, pero que vuelve a aparecer allí donde está el Salvador y enseña el camino”.

El Texto sigue; “Que les guió hasta la casa donde estaba el Niño”. No es probable que fuese ya en el pesebre, porque si ya habían pasado algún tiempo, talvez al año y medio del nacimiento de Cristo, lo natural es que hubiesen ocupado una modesta casa. El evangelio dice; “Al entrar en la casa, encontraron al niño con María”.

“Y postrándose, le rindieron homenaje” Allí, “postrándose” en tierra al estilo oriental, que revestía varias formas, “le adoraron.” Y “abriendo sus cofres,” le ofrecieron sus dones, “oro, incienso y mirra,” dones principescos, como en otro tiempo la reina de Saba ofreció a Salomón.

San Agustín dice; “Se le ofrece el oro como a un gran rey, se quema el incienso en su presencia como delante de Dios, y se le ofrece la mirra como a aquél que había de morir por la salvación de todos”.

Finalmente el texto dice; “Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino”.

San Agustín dice de este párrafo: El impío Herodes, hecho cruel por el temor, quiso desencadenar su furor. Pero, ¿cómo la malicia había de enseñorearse del que había venido a este mundo para extirpar a la misma malicia?

En efecto, los que habían ofrecido dones al Señor bien merecían recibir esta advertencia que recibieron en sueños.

Por comprender esto, Gracias Señor.

escrito por Pedro Sergio Donoso Brant 
(fuente: autorescatolicos.org)

Perdonar, una exigencia del Evangelio

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Jesús en este punto es, sencillamente, contundente. Frente a las ofensas que recibo de los demás, el Señor me invita a dar una respuesta que, lo confieso, me sacude por dentro: ¡perdona a tu hermano! No se trata de un consejito moral, que puedo seguir para andar por esta vida de buen rollito. No, la verdad, no siempre puedo estar haciendo el papel del tío “guay” de la partida. Frente a los problemas en mis relaciones con los “otros”, el Señor no me dice que “pase” sin más, como si nada hubiera ocurrido. Más bien se me pide que reconozca la ofensa recibida, en toda su dolorosa verdad, y que la perdone, imitando así a Jesús que continuamente me perdona y recibe.

 Ha sido tal la importancia que el Señor ha dado a este precepto del Evangelio, que lo ha equiparado nada más, y nada menos, que al perdón de mis pecados. Si yo no perdono, tampoco el Padre me perdonará a mí, y así lo enuncio cada vez que rezo la oración del Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”


Siempre necesitamos perdonar

Pero, ¿qué dices?, me digo a mí mismo, ¡si yo no tengo nada que perdonar!,… Bueno, lo cierto es que a lo largo de la vida hemos ido arrastrando cadenas de resentimientos, de culpas, de resquemores, que nos paralizan y frenan nuestro caminar en Cristo. Y nos amargan por dentro. Nadie ha recibido todo el amor, la aceptación y el cariño que ha necesitado en la vida,… Padres, hermanos, familiares, amigos, compañeros de estudio o de trabajo, etc., en algún u otro momento nos han herido u ofendido, no nos han valorado suficientemente, ni apoyado siempre que los hemos necesitado. Algunos incluso, movidos por la envidia u otro sentimiento negativo, nos han hecho daño a posta, aunque la mayoría de las veces las ofensas son más fruto de la tensión y el roce que puede producirse entre las personas, que de una intención premeditada.


¿Qué significa perdonar?

Cuando hablamos del perdón a las ofensas, es conveniente clarificar que el acto de perdonar es, fundamentalmente, una decisión de fe que tomo en respuesta a la invitación de Jesús, y por mi propia sanación interior. Y quiero recalcar que se trata de una decisión, no de un sentimiento o una emoción. Sobre emociones/sentimientos no siempre puedo ejercer el suficiente control. Quizás cuando recuerde la ofensa que me han hecho, siga experimentando esa herida interior: rabia, decepción, tristeza, etc. y, con frecuencia, no está en mí mano evitar sentir eso. Pero decidir, en sí mismo, es un acto libre de la voluntad; independientemente de mis sentimientos, puedo optar, en el nombre de Jesús, por perdonar a esa persona que me ha herido y me ha tratado sin amor.

Muchas personas tienen dificultades para seguir este precepto del Evangelio. Cuando, por ejemplo, les hablo a los alumnos de este tema – todos los años lo hago – por lo general se rebotan conmigo, porque creen, entre otras cosas, que perdonar es una especie de injusticia que genera una situación de impunidad frente al mal cometido. Creemos que es un deber cristiano, y de nuestra propia autoestima, exigir la justa reparación del mal que se nos ha hecho. Sin embargo, no debemos olvidar que lo propio del perdón es su gratuidad, y no podemos pasarnos la vida esperando que esa persona reconozca, por fin, que nos ha hecho daño, para poder liberarnos nosotros mismos de la cadena del resentimiento.

Además, no siempre es posible la reparación del mal cometido porque ello depende de muchos factores, circunstancias de tiempo, lugar, etc. Así, por ejemplo, no podemos obligar a la otra persona a que tome conciencia del mal que nos ha hecho, y que quiera, según el caso, dialogar. En una situación ideal, cuando alguien nos pide que le perdonemos una ofensa, es, para un cristiano, un verdadero festín de alegría, que nos da la oportunidad de amar a esa persona y de reconciliarnos con ella directamente. Empero, repetimos, esta situación ideal no siempre es posible, porque tienen que coincidir dos voluntades y dos libertades, y debemos ser respetuosos de la voluntad y la libertad del otro como persona.

¿Cómo podemos perdonar?A lo largo de estos años he aprendido que la mejor forma de perdonar las ofensas, especialmente cuando no es posible el diálogo, es en la oración personal. Una forma para hacerlo que a mí me ha ayudado es la siguiente:

1. Tomar conciencia de la presencia viva del Señor dentro de nosotros, en lo más profundo de nuestro corazón.

2. Reconocer las ofensas que hemos recibido, las heridas que nos han causado, las injusticias que hemos podido padecer en cualquier circunstancia de nuestra vida.

3. Perdonar, en forma específica, las ofensas recibidas. Hacerlo, como nos enseña el propio Evangelio, en el nombre de Jesús: “Yo, en el nombre de Jesús, perdono a X persona por haber hecho, dicho, o dejado de hacer…., lo cual me hirió y me ofendió, pero yo en el santo nombre de Jesús, decido en fe perdonarlo”.

4. Es conveniente pedirle al Señor bendiciones para la persona que nos ha ofendido, como una forma de identificarnos profundamente con Dios, que ama a esa persona y quiere lo mejor para ella.

5. Terminamos dando las gracias por haber recibido el don de perdonar a esa persona, y por las bendiciones que el Señor ha derramado en la oración.


Los frutos del perdón

Los frutos que genera el perdón son, lo digo por experiencia, sencillamente, preciosos: una paz muy profunda, una alegría interior que nadie nos puede quitar, una nueva libertad para amar y entregarnos sin temor. Además, crecemos en autoestima personal, porque aprendemos a ser honestos con nosotros mismos, y a amar incluso a aquellos que no nos aman, ¡qué gran libertad! Es por eso que algunos afirman, que el principal beneficiado del perdón es la persona misma que lo otorga, la cual queda liberada y sanada de ese sentimiento que de alguna manera generaba dolor y tristeza en su corazón.

Que el Señor Jesús nos conceda a todos la gracia, y la valentía, de saber perdonar a los demás.

(fuente: librosyvideoscristianos.blogspot.com.ar)

Cristo muestra el gran diseño unitario entre el Antiguo y el Nuevo Testamento

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Enseñanza del papa durante la catequesis semanal

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 12 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Hoy el santo padre Benedicto XVI continuó con su catequesis semanal por el Año de la Fe, en presencia de miles de peregrinos que llegaron hasta el Aula Pablo VI para escuchar sus enseñanzas, que estuvieron centradas en “Las etapas de la revelación”.

El papa recordó que “La revelación de Dios en la historia, para entrar en una relación de diálogo de amor con el hombre, le da un nuevo significado a la entera experiencia humana”. A la vez se preguntó: “¿Dónde podemos leer las etapas de esta revelación de Dios?”, para luego confirmar que es la Sagrada Escritura, “el lugar privilegiado para descubrir los acontecimientos de este caminar”.

Fue motivo para que invitara a todos, en este Año de la fe, “a asumir con mayor frecuencia la Biblia para leerla y meditar en ella, y para prestarle más atención a la lectura en la misa dominical, todo lo cual es un alimento valioso para nuestra fe”.


Historia de salvación

En su explicación sobre las etapas de la revelación de Dios, el santo padre afirmó que “leyendo el Antiguo Testamento, vemos que la intervención de Dios en la historia de la gente (..) no son hechos que se mueven y caen en el olvido, sino que se convierten en "memoria", constituyen en conjunto la "historia de la salvación"”.

Ante esto, el creyente debe vivir con la certeza de que “la fe es alimentada por el descubrimiento y el recuerdo del Dios que es siempre fiel, que guía la historia y es el fundamento seguro y estable sobre el cual apoyar la propia vida”.

De este modo, enseñó que “Dios se revela no solo en el acto primordial de la creación, sino entrando en nuestra historia, en la historia de un pequeño pueblo que no era ni el más grande ni el más fuerte”.

Y es en Jesús, añadió, “en quien se cumple la promesa, dado que en Él culmina la historia de Dios con la humanidad”. Trajo al recuerdo el pasaje de los dos discípulos en el camino a Emaús, narrado por san Lucas, en que se ve “cómo brota claramente que la persona de Cristo ilumina el Antiguo Testamento, toda la historia de la salvación y muestra el gran diseño unitario de los dos Testamentos”.

Esta intervención de Dios en la historia humana, de este gran ‘proyecto de amor’ como gusta llamarlo el santo padre, es “un único plan de salvación dirigido a toda la humanidad, progresivamente revelado y realizado por el poder de Dios, donde Dios siempre reacciona a las respuestas del hombre”.


Adviento es Jesús

Ante el inicio del tiempo litúrgico de Adviento, que es una preparación para la Navidad, enseñó que la palabra Adviento “significa una realidad maravillosa e inquietante: el mismo Dios ha cruzado el cielo y se ha inclinado frente al hombre; ha forjado una alianza con él, entrando en la historia de un pueblo”

Finalmente, recordó a los participantes que Adviento nos recuerda “que Dios no ha salido del mundo, no está ausente, no nos ha abandonado, sino que viene a nosotros de diferentes maneras, que debemos aprender a discernir”.

Unido a esto, invitó en este periodo de preparación, “a dar testimonio de esta presencia, en un mundo a menudo superficial y distraído (..) y a hacer brillar en nuestra vida la luz que iluminaba la cueva de Belén”


Con los participantes de lengua española

Informado de la presencia de diversos grupos de habla española, el papa dirigió la siguientes palabras: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el Congreso Internacional [‘Ecclesia in America’, ndr] promovido por la Pontificia Comisión para América Latina, así como a las autoridades civiles y eclesiásticas, y a los numerosos fieles del estado de Michoacán, México, que desde esa amada tierra han querido ofrecerme este hermoso Belén artesanal.

Que Nuestra Señora de Guadalupe vele por la noble nación mexicana y le conceda unidad, justicia, concordia y paz. Dirijo también un afectuoso saludo a los demás grupos provenientes de España y otros países latinoamericanos. Exhorto a todos, en este tiempo de Adviento, a dedicarse a la lectura de la Biblia, para recordar la obra de Dios en medio de su pueblo y testimoniar su presencia viva en el mundo” (javv)

Humildad, es andar en verdad

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Dice Teresa que la "humildad es andar en verdad" (Moradas Sextas 10,8). Humildad no es hacerse el humilde, o tomar la apariencia de la humildad con gestos y actitudes que más tienen que ver con la incapacidad de ser de verdad quien Dios nos llama a ser, con todas nuestras potencialidades. Todo eso lo desenmascaró Teresa y dice que son "almas cobardes con amparo de humildad" (Libro de la Vida 13,2).

La humildad es signo de autenticidad y realismo. Es reconocer nuestra propia verdad ante Quien es La Verdad, con todos nuestros dones y debilidades. Lo que nos hace verdaderamente humildes es la verdad de nosotros mismos que se nos revela en el encuentro con Jesucristo; por eso es rotunda la afirmación teresiana: "Y como este edificio (de la oración) todo va fundado en humildad, mientras más llegado a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va todo perdido" (V 12,4; 7M 4,8).

Con todo esto que venimos diciendo vemos que el camino de la oración no es para un momento y punto, y luego sigo con mi vida. Sino que -al contrario-, se sitúa en el centro de nuestra vida, porque es un camino de vida, en el que vamos siendo transformados.

La oración nos transforma en la medida en que la vivamos con este peso específico: Encuentro de Amor con Dios; y no sólo actos religiosos de cumplimiento o recitaciones devotas sin corazón. La oración es transformante porque no podemos quedar inmunes ante el encuentro con Jesús que nos hace compañeros de Su vida, que hace que se nos vaya pegando sus acentos, sus gestos, sus elecciones, sus gustos, su vida y su amor. La oración nos transforma interiormente y para esta transformación interior sólo hacen falta estas tres disposiciones que te he mencionado: amor, pobreza o desasimiento y humildad…

En síntesis podemos decir que la pedagogía de Santa Teresa para formar al orante está centrada en el rehacimiento de un yo, el rehacerse de la persona con un cambio de condición: del egoísmo al amor, de la posesividad al desasimiento, de la soberbia a la verdad. Estas son las tres cosas necesarias para iniciar el camino de la oración junto a una determinada determinación, como compromiso fuerte de no volver atrás. La VERDAD (humildad) nos hace LIBRES (desasimiento) para ser SIERVOS DEL AMOR.

Por hoy, vamos a ir dejando, acá porque tenés bastante para rumiar. Acordate que la rumia requiere leer y releer lo que se quiere elaborar interiormente. Para lo cual, sólo una lectura no basta, así que te propongo que leas en conjunto este subsidio junto a los otros dos anteriores para que pueda quedarte una idea más clara de qué dimensiones interiores tuyas se ponen en movimiento de transformación en este viaje de la oración…

(fuente: www.oleadajoven.org.ar)

La Santísima Trinidad: Dios, Uno y Trino

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En un breve esquema, lo que veremos será:

1) Introducción.
2) Personas Trinitarias.
3) Procesiones Divinas.
4) Relaciones en Dios.
5) Misiones Trinitarias.
6) Apropiaciones o Atribuciones en Dios.
7) Conclusión: La Trinidad en nuestra vida.


1. INTRODUCCIÓN.

Está en el Catecismo de la Iglesia Católica, entre los números 232 a 267. En el 234 dice que es el MISTERIO CENTRAL de la vida del cristiano. Es la primera y más importante afirmación de fe.

Esto nos remite a que hay una Jerarquía en las verdades de fe, y da razón al denodado esfuerzo de Juan Pablo II, del que es partícipe todo cristiano, por el ecumenismo, es decir, la reunión en una sola Iglesia de todos los que creemos en Jesús, en la Santísima Trinidad, tenemos un solo bautismo y la misma revelación en la Biblia.

En el 235 trata del esquema de exposición: cómo se revela el Misterio de la Santísima Trinidad (I) (Nº. 237-241.243.244), la doctrina de la Iglesia sobre ella (II) (242.245-248) y la Misiones Divinas (III).

En el 236 llama Teología a las misiones de Dios dentro de Sí Mismo, y Oikonomia las que realiza fuera de Sí. La primera se refiera a Dios en Sí Mismo, y la segunda a su Plan de Salvar.

El Nº. 25l trata sobre algunos términos filosóficos que nos ayudan a comprender este Misterio.


2. PERSONAS DIVINAS.

Son 3 Personas Distintas en una Sola Naturaleza Divina.

En el Catecismo, esto está explícitamente en los números 232.233 y 252.253.254. Se distinguen por su origen. El Padre es tal porque de nadie procede y engendra al Hijo, desde toda la eternidad. Del Padre y del Hijo, por vía de amor, procede el Espíritu Santo.

Los tres se inhabitan. Donde está el Padre están los otros Dos, y así con cada uno. A esto se lo llama “pericóresis” o “circumincesión”: Los Unos están en el Otro y viceversa con cada Uno.

239: El Padre es origen, autor. Se puede expresar también mediante la imagen de la maternidad.

242: El Hijo es engendrado por el Padre desde toda la eternidad por vía de generación intelectual. Se conoce y admira en Él.

243-245: El Espíritu Santo.

246.247: Procede del Padre “y” del Hijo (Filioque).

248: La tradición oriental: El Espíritu Santo procede del Padre “por” el Hijo.


3. PROCESIONES DIVINAS.

Pertenece a lo llamado en el número 236 “Theología” (palabra griega), es decir, al conocimiento de Dios en Sí Mismo.

Partamos de que en Dios hay Inteligencia y Voluntad, Conocimiento y Amor. También podríamos agregar según San Juan de la Cruz: Memoria y Vida.

Hay dos procesiones en el Seno de la Santísima Trinidad:

• El Hijo procede del Padre por el camino de la generación intelectual, por medio del conocer de Dios (vía intelectiva).
• El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por el camino de la generación por el Amor, que es el camino volitivo, de la Voluntad Amorosa del Padre y del Hijo, y ese Amor se transforma en la tercera Persona Divina.

Estas relaciones se descubren en el catecismo entre los números 238-248, en especial el 242 y el 246.


4. RELACIONES EN DIOS.

También pertenece a la “Teología”, al Dios en Sí Mismo. Hay 4 relaciones en Dios, que se dan mediante la oposición relativa de las Personas, lo que no rompe su Unidad de naturaleza, ni se destruye la pericóresis o circumincesión, por la que donde está Una de Ellas están también las otras Dos.

• La Paternidad. Del Padre con referencia al Hijo. Es la primera relación.
• La Filialidad. Del Hijo con referencia al Padre, de Quien procede desde toda la eternidad por vía de conocimiento intelectual.
• La Espiración Activa. El Padre y el Hijo se aman de tal manera que generan una Nueva Persona, el Espíritu Santo, por vía volitiva, “espiran activamente” el Amor.
• La Espiración Pasiva. Es el Amor espirado por el Padre y el Hijo contemplado desde el Espíritu Santo. Desde Él, que recibe y es generado, la espiración del Padre y del Hijo es recibida, por lo tanto es una “espiración pasiva”.

Esto también se descubre en el Catecismo, principalmente al final del número 252, y en los números 254 y 255.


5. MISIONES TRINITARIAS.

Las Misiones pertenecen a lo que el número 236 denomina “Oikonomia”, del griego, que significa “Economía de Salvación”, al Plan que Dios tiene para salvar. Por lo tanto, éstas suceden hacia fuera del Seno Trinitario, apuntan al Plan de Salvación y presuponen un Envío.

Hay 2 Misiones “hacia fuera”:

• La del Hijo enviado por el Padre. Es la encarnación redentora.
• La del Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, para dar testimonio de Jesús Resucitado, recrear la Iglesia y santificar a los hombres.

El Padre no es enviado, pero viene al alma en gracia, tal como leemos en Jn. 14,23 y Ap. 3,20. En el Catecismo, esto lo descubrimos principalmente en los números 257 y 258 al final. (De todas maneras, las operaciones divinas son comunes a las Tres Divinas Personas, por el misterio ya visto de la circumincesión o pericóresis).


6. APROPIACIONES O ATRIBUCIONES DIVINAS.

Tal como decíamos al fin del bloque anterior, las operaciones divinas son comunes a las Tres Divinas Personas, porque donde está Una de Ellas están también inhabitándose las Otras Dos. Están “como Una metida dentro de las Otras” (la pericóresis o circumincesión). La Trinidad tiene “una sola y misma operación”. Por lo tanto, crean las Tres, redimen las Tres y santifican las Tres. Pero, por Apropiación o Atribución, se adjudica a alguna de Ellas determinada Obra: Por ejemplo, la Creación se “atribuye” al Padre. La Redención, al Hijo. La Santificación, al Espíritu Santo.

En el Catecismo, encontramos este tema en los números 257, 258 y 259.


7. CONCLUSIÓN: LA TRINIDAD EN NUESTRA VIDA.

En el número 3 de la exposición dijimos que Dios es Inteligencia y Voluntad según Santo Tomás de Aquino. San Juan de la Cruz le agrega Memoria también, la cual Santo Tomás la hace surgir de la Inteligencia y la Voluntad.

Para esta aplicación espiritual tomaremos la división de San Juan de la Cruz, que nos facilitará las cosas.

Arrancamos de los números 259 y 260 del Catecismo, donde dice que toda la vida cristiana es “comunión con las Tres Divinas Personas”, y que el fin último de toda la Economía Divina (del Plan de Salvación)”es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad”, citando para ello a Jn. 17, 21-23. Nosotros, que somos imagen y semejanza de Dios, también tenemos inteligencia, voluntad y memoria, que son las facultades superiores del hombre y hacen que nos distingamos por ellas de los animales y que nos podamos unir a Dios.

• Nuestra inteligencia se une al Conocer de Dios en Jesús, que es el conocimiento del Padre. La inteligencia, conociendo, busca la Verdad. Y la Verdad es Jesucristo. Y lo hace por medio de la virtud teologal de la Fe. (Las virtudes teologales son aquellas que nos unen directamente con Dios, que alcanzan directamente a Dios).-Cf. Rom. 5, 2ª. Por lo tanto, nuestra inteligencia se une a Jesús, Hijo del Dios Vivo, por medio de la Fe.

• Lo propio de la voluntad es amar, el amor. El Amor en Dios es el Espíritu Santo. -Cf. Rom. 5,5-. Por lo que nuestra voluntad se une a Dios Espíritu Santo por medio de la virtud teologal de la caridad, amando a Dios sobre todas las cosas, que es el primero y el principal de los mandamientos.

• En la memoria recreamos la vida. Pero para unirnos a Dios tenemos que dejarlo todo y seguirlo. Por lo tanto, tenemos que dejar entrar en ella la Vida de Dios, el Padre, que viene del futuro, y no tener las imágenes y situaciones de nuestra historia enfermiza. Más allá de las cosas y de las personas, está la Vida de Dios. Ésta es ya Vida Eterna, y nos sana, nos cura, nos reconcilia y nos libera. Por lo tanto, nuestra memoria, haciendo el “vacío” de todo lo creado, se une al Padre por medio de la virtud teologal de la Esperanza, que nos hace penetrar en la Vida Eterna de Dios y hace que ella penetre en nosotros ya desde ahora.

¿Cómo lograr todo esto? Sin duda, el camino es la oración, sin descartar todo lo demás. Tiempo y tiempo ante Dios Sólo y solos ante Dios. Lo demás, resultará muy fácil. Serás santo y podrás realizar la misión que Dios quiere de ti en esta vida. Pero si no estás unido a Dios, podrás hacer muchas cosas, pero serán como golpes en el vacío, y llenas de vanidad y de nada.

escrito por Gustavo Daniel D´Apice
Profesor Universitario y Bachiller en Teología (UCA) 
(fuente: http://blogs.catholic.net/gustavodaniel/)

La fe una gracia personal y comunitaria

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La fe es un don, es un regalo. Dios es el que toma la iniciativa y nos sale al encuentro. Y así la fe es una respuesta con la que nosotros le damos la bienvenida a Dios como fundamento estable de nuestra vida. Es un don que transforma la existencia porque nos hace entrar en la misma visión de Jesús, quien actúa en nosotros y nos abre al amor a Dios y a los demás.

Nos preguntamos ¿La fe tiene un carácter solamente personal, individual? ¿Interesa sólo a mi persona? ¿Vivo mi fe solo? El acto de fe ciertamente es un acto eminentemente personal. Nadie puede responder a la iniciativa divina en adhesión a la que ella nos trae como mensaje de amor del cielo sin una determinación y decisión que sea personal, que surja de lo más íntimo y de lo más profundo y que marque un cambio de dirección en la vida, una conversión en clave personal. Es mi existencia la que da un vuelco, la que recibe una orientación nueva.

En la liturgia del bautismo, en el momento de las promesas el celebrante pide la manifestación de la fe católica y formula tres preguntas ¿Creen en Dios Padre Omnipotente? ¿Creen en Jesucristo? ¿Creen en el Espíritu Santo? Antiguamente estas preguntas se dirigían a quien iba a recibir el Bautismo, antes de que sumergiera tres veces en el agua. También hoy la respuesta es singular, Creo. Pero este creer mío no es el resultado de una reflexión solitaria, propia. No es el producto de un pensamiento solamente mío, sino que es fruto de una relación, de un diálogo en el que hay un escuchar, un recibir y un responder, comunicar con Jesús, es lo que me hace salir de mi encerrado en mi mismo para abrirme al amor del Padre. Es como un renacimiento en el que me descubro unido no solo a Jesús sino también a cuantos han caminado y caminan por la misma senda. Y este nuevo nacimiento que empieza con el Bautismo continúa durante todo el recorrido de mi existencia. Mi fe personal es un diálogo pero no privado con Jesús, porque la fe me es donada por Dios a través de una comunidad creyente, y en éste sentido el acto personal de quien cree es siempre un acto en comunidad a la que se pertenece.

Tu acto creyente, tu acto de fe ¿A qué comunidad pertenece y cómo es la fe de tu comunidad? ¿Es una fe viva? ¿Es una fe que se celebra, comprometida, es una fe profética? ¿Es un creer que va por más en la evangelización y la misionalidad? ¿Cómo es tu fe en la comunidad a la que perteneces? ¿Y qué necesita de renovación esa comunidad creyente para que en este año de la fe aumente esa adhesión de voluntad y de corazón a la propuesta de Dios, el Padre?

El credo personal y comunitario

Los domingos en la misa celebrada, recitamos el credo y nos expresamos en primera persona pero confesamos comunitariamente la única fe de la iglesia. Ese creo, pronunciado singularmente se une al de un inmenso coro en el tiempo y en el espacio, donde cada uno contribuye, por así decirlo a una concorde polifonía en la fe. En el catecismo de la iglesia, sintetiza de modo claro así: “Creer es un acto eclesial. La fe de la iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe personal”. La iglesia es madre de todos los creyentes. La iglesia es pedagoga en el creer. La iglesia es capaz de alimentarnos en el acto de creer. Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la iglesia por madre, decía San Cipriano. Por lo tanto la fe nace en la iglesia, conduce a ella y vive en la iglesia. Esto es muy importante recordarlo, nos lo decía Benedicto XVI. Sobre todo en un tiempo donde la institucionalidad eclesial es puesta bajo tela de juicio. Está sufriendo embates muy duros desde adentro de sí misma, en un proceso duro de purificación, cuanto de la sociedad en su conjunto o no sino en algunos sectores que valiéndose de las debilidades de la iglesia, descalifican su lugar de pertenencia en el mundo en el que vivimos. Creer y renovarnos en la fe, eclesialmente, con todo lo que ello implica de mirarlo al Señor y descubrir su rostro real en medio de tanta pobreza de signo y a veces de tanta contradicción en el corazón mismo de la Iglesia.

Al principio de la aventura cristiana cuando el Espíritu Santo desciende con poder sobre los discípulos, el día de Pentecostés, como narran los Hechos de los apóstoles, la iglesia naciente recibe la fuerza para llevar a cabo la misión que le ha confiado el Señor resucitado. Difundir en todos los rincones de la tierra el evangelio, la Buena Nueva de Dios. Y conducir así a cada hombre al encuentro con Él, a la fe que salva. Los apóstoles superan todo temor al proclamar lo que habían oído, visto y experimentado en la persona de Jesús. Es desde ese lugar de encuentro donde la fe viva se hace transmisión de un mensaje salvífico y llena el corazón de quien la recibe adhiriendo como gracia de Dios para justamente redimir, salvar y transformar. Por el poder del Espíritu Santo comienzan ellos a hablar en lenguas nuevas, anunciando abiertamente el misterio de lo que son testigos. En los Hechos de los Apóstoles se nos refiere además el gran discurso con el que Pedro pronuncia precisamente el día de Pentecostés, parte de un pasaje del profeta Joel, refiriéndolo a Jesús y proclamando el núcleo central de la fe cristiana. Aquél que había beneficiado a todos y que había sido acreditado por Dios con prodigios y grandes signos fue clavado en la cruz y muerto pero Dios lo resucitó entre los muertos constituyéndolo Señor y Cristo. Con Él hemos entrado en la salvación definitiva anunciada por los profetas y quien invoque su nombre va a ser salvado, Hechos 2, 17-24. En ésta proclamación de Pedro y al oír estas palabras muchos se sienten personalmente interpelados, se arrepienten de sus pecados y se bautizan recibiendo el don del Espíritu Santo.

También nosotros en esta mañana recibimos el anuncio de la presencia de Dios vivo, Cristo Jesús que nació, vivió entre nosotros, murió por nosotros dándonos la vida por amor, resucitó y nos envía el Espíritu Santo prometido por el Padre para que venga a nuestro auxilio y nos ponga de pie en nuestro acto creyente.

Hay una certeza que brota del corazón mismo creyente de la comunidad eclesial. No nos salvamos solos, nos salvamos en racimos.

La iglesia desde el principio el lugar de fe, el lugar de la transmisión de la fe, el lugar donde por el Bautismo se está inmerso en el misterio pascual de muerte y resurrección de Cristo, que nos libera de la prisión del pecado, que nos da libertad de hijos y nos introduce en la comunión con Dios, que es uno y trino.

Desde este lugar de comunión profunda con el misterio trinitario también estamos, dice Benedicto XVI, inmersos en la comunión con los demás hermanos y hermanas de fe con todo el cuerpo de Cristo fuera de nuestro aislamiento.

El Concilio Ecuménico Vaticano II, lo recuerda: “Dios quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sino en conexión entre sí y hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con toda una vida santa”.

Siguiendo con la liturgia del Bautismo, nos recuerda Benedicto XVI, observamos que como conclusión de las promesas en las que expresamos la renuncia al mal y repetimos creo, respecto de las verdades de fe, el celebrante declara “Esta es nuestra fe, ésta es la fe de la iglesia, la que nos gloriamos de profesar en Jesucristo nuestro Señor”. La fe es una virtud teologal, donada por Dios, pero trasmitida por la iglesia a lo largo de la historia. Vivida en la iglesia y celebrada, alimentada, en el ser Iglesia.

El beato Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris missio, afirma que la misión renueva la iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da un nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. La fe se fortalece, decía Juan Pablo II, dándola. La tendencia hoy, difundida a relegar la fe a la esfera de lo privado contradice su naturaleza misma. La fe está llamada a ser vivida en comunidad. Esta también llamada a ser proclamada a los que todavía no conocen el anuncio de la Buena Nueva de Cristo. Necesitamos la Iglesia para tener confirmación de nuestra fe y para experimentar los dones de Dios. Su palabra, los mandamientos, el apoyo de la gracia y el testimonio del amor y la vida fraterna. Así nuestro yo en el nosotros de la iglesia, podrá percibirse a un tiempo destinatario y protagonista de un acontecimiento que la supera. La experiencia de la comunión con Dios que funda la comunión entre nosotros. Una expresión bellísima de Benedicto XVI, reflexionando sobre esta perspectiva de catolicidad del acto creyente, en un mundo donde el individualismo parece regular las relaciones entre las personas haciéndolas cada vez más frágiles. La fe nos llama a ser pueblo de Dios y a ser iglesia portadores del amor y de la comunión de Dios para todo el género humano.

La fe, un acto personal en el concierto de la vida comunitaria. Una invitación que Dios nos hace a renovarnos en este año de la fe renovando también, nuestro lugar de pertenencia a la comunidad y buscando que nuestra comunidad se renueve en la fe.

escrito por Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

"Id y haced discípulos a todos los pueblos" (cf. Mt 28, 19)... lema de la JMJ 2013

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"La Jornada Mundial de la Juventud en Madrid renovó en los jóvenes el llamado a ser fermento que hace crecer la masa, llevando al mundo la esperanza que nace de la fe. Sean generosos al dar un testimonio de vida cristiana, especialmente viendo la cercanía de la próxima Jornada en Río de Janeiro".

Esta convocatoria fue hecha por el Papa Benedicto XVI al anunciar el lema de la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013: "Vayan y hagan discípulos en todas las naciones" (Mt 28,19), durante la audiencia general el día 24 de agosto de 2011.

En esa oportunidad la catequesis fue dedicada a la JMJ 2011, que había terminado el día 21 del mismo mes. Benedicto XVI recordó con cariño la participación y la alegría de los aproximadamente dos millones de jóvenes en Madrid, a lo que él llamó "una formidable experiencia de fraternidad, de encuentro con el Señor, de compartir y de crecimiento en la fe: una verdadera cascada de luz."

Por eso es tan importante que los jóvenes de Brasil y del mundo asuman desde ahora este llamado a la misión y que participen de la Jornada como testigos vivos de Cristo.

Para el P. Geraldo Dondici Vieira, director del Departamento de Teología de la PUC-Río, éste es un lema que debe ser guardado en el corazón, reflexionado y meditado. "Este tema, de hacer discípulos, de llamar otros discípulos hacia la comunión y la convivencia con el Señor, es el tema más querido y amado del Evangelio de Mateo. Este mandato, esta misión se encuentra anunciada en todo el Evangelio. Y, en realidad, sólo se convierte en discípulo quien ya es un discípulo, quien convive con el Señor", afirmó el sacerdote.

El P. Dondici resalta que este testimonio y el propio anuncio de Cristo, son grandes desafíos para la juventud, que vive en un mundo plural, con un sinnúmero de informaciones, ya sea a través de las escuelas, tiempos de ocio y esparcimiento, internet, especialmente en el contacto con las redes sociales, como ser el facebook o el twitter. "Con esas mil participaciones, él, el joven discípulo, es llamado a plantar en el corazón de quien encuentre, con quien se comunique, el deseo de ser discípulo de Jesús".

"¿Y qué es lo que gana el discípulo de Jesús? Gana el pertenecer al reino, la seguridad del amor de Dios, la certeza de ser para los demás una señal de misericordia y de amor. Gana el llevar y donar la paz del Señor. Estos son los frutos y dones que el mundo más necesita. El perdón, la misericordia, la paz irán a disminuir en la sociedad, en el mundo actual; la violencia, la guerra, la corrupción, la maldad, todo aquello que arranca la posibilidad de hacer crecer al joven y colocar toda su riqueza y vitalidad a servicio de la humanidad", afirmó.

"En el mandato final del texto de Mateo - 'Vayan y hagan discípulos en todas las naciones' - explicó el sacerdote, hay un gran sueño antropológico de todos, de que el contacto con el Señor, la amistad con Él, despierte lo que cada uno tiene de mejor en sí mismo".

"Vivimos en un mundo donde hay demasiados desperdicios, pérdidas humanas, por falta de oportunidades. La convivencia con el Señor despierta lo que tenemos de mejor. El anuncio 'Vayan y hagan discípulos en todas las naciones' es un anuncio para toda la vida. En ningún momento podemos hacer una pausa o un descanso en él, porque esto presupone que aquél que es amigo del Señor, por su vida, por su manera de estar en el mundo, comunique a los demás la luz, la belleza y la alegría de ser su discípulo. Esa es la misión que nuestra Iglesia necesita. Muchas veces nos encontramos paralizados, petrificados y hasta perplejos ante un mundo que avanza medio alocadamente; y en ese mundo tenemos la presencia del Señor que nos eligió, que eligió al joven para ser señal del amor y de la alegría de Él en el mundo", concluyó.


Historia de la Jornada Jornadas Mundiales

En 1984 fue celebrado en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el Encuentro Internacional de la Juventud con el papa Juan Pablo II, en ocasión Del Año Santo de la Redención. En la ocasión, el Papa entrego a los jóvenes la Cruz que se transformaría en uno de los principales símbolos de la JMJ, conocida como Cruz de la Jornada.

El año 1985 fue declarado Año Internacional de la Juventud por las Naciones Unidas. En marzo hubo otro encuentro internacional de jóvenes en el Vaticano y el mismo año el Papa anunció la institución de la Jornada Mundial de la Juventud.

La JMJ se lleva a cabo todos los años en el ámbito diocesano, celebrada en el domingo de ramos, y con intervalos que pueden variar de entre dos o tres años, en donde se realizan los grandes encuentros internacionales.

Vea cuando y donde se realizaron la primera JMJ y las ediciones a nivel internacional:

- 1986: La primera Jornada Mundial realizada en Roma en 1986, tuvo como lema: “Siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza”(1Pd 3,15).La celebración se llevó a cabo a nivel diocesano.

- 1987: La siguiente JMJ, en 1987, fue el primer encuentro fuera de Roma, se realizó en Buenos Aires, con el lema: “Hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene” (1Jn 4,16). En esa ocasión participaron un millón de personas.

- 1989: La cuarta Jornada Mundial de la Juventud fué en 1989, en Santiago de Compostela, España, con el lema: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14.6)

- 1991: fue la vez de Polonia, tierra de Juan Pablo II. Fue el primer encuentro de él con millones de jóvenes en un país del Este Europeo. La 6ª JMJ se realizó en Czestochowa, con el lema: “Habéis recibido un espíritu de hijos” (Rm. 8,15).

- 1993: La 8ª JMJ se realizó en Denver, Estados Unidos, en 1993, bajo el lema: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

- 1995: La mayor jornada realizada hasta hoy, en número de participantes, cerca de cuatro millones, se llevó a cabo en Manila, Filipinas, en 1995, con el lema: “Como el Padre me envió, también yo os envío”(Jn 20,21).

- 1997: Paris, Francia, recibió a la 12ª Jornada Mundial de la Juventud, en 1997 con el lema: “Maestro ¿dónde vives? Venid y veréis (Jn 1,38-39).

- 2000: “La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Jn 1,14) fue el lema de la gran Jornada de 2000, año del Jubileo de la Juventud. La 15ª JMJ se desarrolló en Roma, Italia, y reunió a casi tres millones de jóvenes.

- 2002: La 17ª Jornada Mundial de la Juventud, en 2002, se realizó en Toronto, Canadá, con el lema: “Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,13-14). Fue la última Jornada con la presencia del Papa Juan Pablo II.

- 2005: En el año 2005 la juventud recibió de brazos abiertos a la primera jornada conducida por el papa Benedicto XVI, realizada en su tierra, Alemania. Colonia fue la ciudad sede de la 20ª JMJ, que tuvo como lema: “Hemos venido a adorarle” (Mt 2,2) y recibió aproximadamente a un millón y medio de peregrinos.

- 2008: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos» (Hch 1,8) fue el lema de la JMJ de Australia, en 2008. En la ciudad de Sídney millones de jóvenes cruzaron los continentes para participar de la 23ª edición de la Jornada.

- 2011: En agosto de 2011 cerca de dos millones de jóvenes se reunieron para la 26ª Jornada Mundial de la Juventud, realizada en Madrid, España, con el lema: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2, 7).

(fuente: www.rio2013.com)

La lógica de Dios

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Me dicen que triunfe a toda costa,
que pise fuerte, sin vacilar jamás,
mostrando siempre dominio 
de las situaciones, 
de las gentes,
de mí mismo.
Me dicen que escriba mi nombre
con letras hermosas en tarjeta noble,
que la impresión es lo que cuenta
y hay que lucir estilo,
títulos, rango y riqueza.
Me dicen que me cerciore
de tener todo bien atado,
de asegurar el futuro,
de dominar el presente,
para así vivir al límite.
 
Pero llegas tú y te ríes de esos consejos,
y me dices que desde arriba 
no se ve a las personas,
que escriba mi nombre
en las horas regaladas,
en las puertas abiertas de mi vida,
en las manos  ofrecidas
para apoyar al próximo.
Llegas tú y descolocas mi orden,
y me dices que salte al vacío.
Y me recuerdas que es en los sencillos, 
los mansos, los pequeños y los pobres
donde está la Vida sin límite. 

escrito por José María Rodríguez Olaizola, sj

"El entorno está consiguiendo que muchos jóvenes sean analfabetos afectivos"

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Recientemente estuvo en el colegio el Dr. Jokin de Irala invitado por la Fundación Gaztelueta. Su charla "Quién educa realmente a nuestros hijos" fue de gran interés para los padres. Por ello, desde Gaztelueta al Día hemos querido hacerle una pequeña entrevista.

El adolescente en su proceso de maduración personal necesita referentes sólidos. ¿Qué papel desempeñan los padres en esta etapa de sus vidas?

Los padres tienen un papel fundamental en la educación afectivo-sexual de sus hijos, porque son quienes mejor les conocen y porque desde el amor, la cercanía y el trato diario pueden ayudar mejor a un joven a formar su carácter y prepararse para el amor sólido. Es una tarea compleja hoy en día, porque el entorno más bien está consiguiendo que muchos jóvenes sean "analfabetos afectivos" que únicamente viven intentando satisfacer sus deseos. Por eso es importante que los padres actualicemos nuestra formación para estar mejor preparados para responder a los retos educativos actuales.

La afectividad se educa desde la cuna ¿Qué importancia tiene una formación en valores en una adecuada educación de la afectividad?

Toda educación se basa, lo hagan explícito o no los educadores, en un concepto concreto de "ser humano", es decir en una antropología concreta. No existe una educación sexual "neutra". Los padres podemos tener conceptos diferentes de lo que significa el ser humano y por lo tanto podemos darle más importancia a unos valores frente a otros. Por eso es importante empezar dejando claro los valores que queremos transmitir. La antropología que conceptualiza al ser humano como un ser bio, psico social con capacidad de apertura a la trascendencia concibe la educación sexual como una preparación para el amor.

En la adolescencia los chicos y las chicas afianzan primeramente las relaciones con amigos de su mismo sexo como fase previa a establecer relaciones con los adolescentes del otro sexo. ¿Cómo podemos los padres y educadores ayudarles a reconocer a los buenos amigos y a que ellos mismos sean buenos amigos para los demás?

Pienso que es crucial evitar el emparejamiento precoz. La sociedad actual transmite la idea de que no hay ningún problema en que los jóvenes se emparejen incluso antes de la pubertad. Esto esta lleno de riesgos y no suele beneficiar al joven. Creo que la mejor ayuda que podemos aportar a nuestros hijos es en primer lugar decirles que es mejor que esperen a la mayoría de edad para salir con alguien en pareja. Pero esta afirmación debe ir acompañada de las explicaciones pertinentes para que entiendan que es lo que más les va ayudar a madurar y a elegir mejor en el futuro. Mientras tanto, lo mejor para ellos es combinar actividades culturales, deportivas y sobre todo de voluntariado con sus amigos que pueden ser de ambos sexos. Es el mejor entorno para crecer y conocerse mutuamente sin la tensión adicional del emparejamiento. Es la mejor manera para prepararse, sin riesgos, para el amor sólido.

Para llevarse bien con los demás, el adolescente tendrá que llevarse bien consigo mismo. ¿Qué importancia tiene una buena autoestima, estar a gusto consigo mismo, saber convivir con uno mismo para convivir con los demás? Me gustaría que nos hablase de si considera importante el saber estar a solas con uno mismo.

La autoestima es importante porque una persona puede entender mejor cómo amar y valorar a otra si es capaz de valorarse a sí misma. Una persona demasiado preocupada en fijarse en sus deficiencias tendrá poco tiempo para dedicarse a los demás. Estar a solas con uno mismo, con regularidad, incluso cada día, es importante para conocerse. Por ejemplo, es bueno que nuestros hijos no estén conectados al estímulo de la música ya que solamente desde ese silencio "acústico", podrán escuchar lo que tienen dentro. La educación de la autoestima precisa de un equilibrio entre las alabanzas por las cosas bien hechas y las críticas respetuo­sas y no humillantes por las cosas que se pueden mejorar. Los extremos producen autoestimas bajas o fuera de la realidad.

El adolescente se está preparando para ser un ser adulto y querer de una forma adulta, para el amor maduro. ¿Nos podría dar unas cuantas pinceladas de qué es el amor maduro y qué manifestaciones tiene? ¿Qué hay que dejar atrás como aspectos superados? ¿Cuáles son esas cualidades personales necesarias para la preparación del adolescente para un amor maduro?

El amor conyugal maduro busca la exclusividad (te amo a ti), busca estar con la persona amada lo más posible (te amaré siempre), busca compromiso (hasta que la muerte nos separe), busca formar juntos una familia (tendremos hijos) y buscar hacer el bien, juntos (juntos formaremos un equipo para amar a los demás: hijos, familia, entorno social). Obviamente un adolescente no esta preparado para asumir todo esto y por eso es más importante prepararle para ello en vez de abandonarlo a sus impulsos y deseos. En realidad, el desarrollo las virtudes humanas consisten en la auténtica educación afectiva que necesitan los preadolescentes para llegar al amor sólido. En la adolescencia vendrá entonces el resto de la educación afectivo-sexual, más centrada en las cuestiones biológicas propias de la pubertad. Por ejemplo, no se puede pensar en una sexualidad sana sin una virtud como, la paciencia.

Hemos hablado de que en esta etapa comienzan los adolescentes a relacionarse con chicas, ¿nos podría hablar del valor de la espera en el noviazgo?

En realidad, esto no es una pregunta sencilla sino el objetivo de toda educación afectivo-sexual bien realizada y hablo extensamente de ello en mi libro "El valor de la espera". Pero lo podríamos resumir afirmando que esperar a tener relaciones sexuales hasta poder asumir lo que significa el amor sólido es importante para: evitar los riesgos físicos y psíquicos de la sexualidad sin amor; adquirir la madurez psicológica, las virtudes necesarias para amar mejor; conocer mejor a la otra persona para amarla mejor, construir un proyecto de futuro duradero con una persona. La espera es un don más completo, total, a esa persona porque la estamos amando sin todavía conocerla y ese amor se materializa el día de la primera entrega total. La espera permite respetar la libertad de la persona amada hasta el momento del compromiso. Finalmente, para el cristiano significa contar con el sacramento del matrimonio antes de entregarse totalmente a alguien. Además, hay que hablar de la segunda virginidad a los jóvenes que ya han tenido relaciones sexuales; es la capacidad que tiene todo ser humano de reconquistar su virginidad preparando su corazón para el amor exclusivo.

Jokin de Irala 
Doctor en Medicina por la Universidad de Navarra. 
Doctor en Salud Pública por la Universidad de Massachusetts. 
Profesor Titular de Universidad de Medicina Preventiva y salud Pública. 
Subdirector del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, y del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra.
(fuente: www.sontushijos.org)

La Sagrada Escritura, inspirada e interpretada

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Últimamente, y reconozco que no hace mucho tiempo de esto, he empezado a nombrar como Sagrada Escritura a lo que siempre he llamado Biblia o Palabra. Este pequeño cambio, que en según qué ambientes estés se nota más o menos, resulta significativo. Y me coloca delante de los textos con reverencia y cuidado. La palabra “sagrado” me lleva a Dios, e introduce en el misterio, como “lo santo”. Será una actitud cultual, respetuosa, que a algunos les puede estar sonando seria y distante. Aunque más bien lo vivo al revés, como espacio abierto por Dios, y no por hombre, para el diálogo y la comunicación.

No hace mucho me pidieron algo que me supuso mucho esfuerzo y contrariedad. Estaba perplejo, confundido. Incluso diría que herido y molesto. Lo que más pesaba en mí era la confusión, y aunque sabía lo que tenía que hacer, porque estaba claro, entraba a jugar también mi libertad, mis sueños, mis deseos, mi interpretación de la vida. A todo esto, me topé con un texto de la Sagrada Escritura, que había leído muchas veces anteriormente. No era, en absoluto, algo nuevo. Me lo sabía de memoria. Pero me supo diferente: “Acoge, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios.” Puedo asegurar que sentirse traspasado y trastocado de ese modo, en la agitación y en la prueba, señaló con rotundidad el norte. Y de lo que más me alegro de todo, fue de la actitud de acogida. Una Palabra acogida como amor, que desveló la compañía de Dios en todo lo que sucedía. Una experiencia que, por mucho que se quiera forzar, no se tiene sino desde la acogida respetuosa, sabiendo que no son ni tus deseos ni tus caminos los que se están trazando, sino que alguien te lleva de la mano, o al menos te indica por dónde seguir a la espera de una respuesta. El diálogo estaba abierto, la Palabra estaba dicha.

La Sagrada Escritura permite al hombre entender a Dios, al estar escrita en lenguas humanas, dicha expresamente para el hombre. Esta semejanza con nuestro lenguaje, al tiempo que facilita, también en ocasiones puede volverse una dificultad, y ser objeto de manipulación. Sin embargo, quien escucha a Dios en la Sagrada Escritura, o mantiene esa actitud de fe y atención, encuentra siempre algo nuevo. Estamos acostumbrados a tener entre nosotros la Biblia, pero deberíamos considerar que Dios no quisiera haber hablado, porque su Palabra es fruto de su libertad y amor, no mera condescendencia con el hombre ni respuesta a su capricho y necesidad. Su Palabra es verdad, en la que Dios se da a sí mismo. Es primeramente Palabra que nace de Dios, porque Dios ha querido. Palabra que se ha hecho plenamente hombre, en Jesucristo, Palabra Única e Hijo Único del Padre. De ahí que la Iglesia cuide y venere la Sagrada Escritura, y también la reparte entre los fieles.

En ocasiones me planteo la facilidad con la que tratamos la Sagrada Escritura, sin excesivo cuidado ni cariño, en nuestra vida cotidiana. Y cómo contrasta esta actitud con la liturgia de la Iglesia, que dispone de una presencia especial para ella, un trato digno y respetuoso, e incluso amoroso a través del beso después de la lectura del Evangelio. Sería bello enseñar a los cristianos a amar la Escritura, antes de leerla o estudiarla, sin más, antes de aprenderla. Como quien se educa para desear que Dios hable, o diga algo. Y así, desde ese silencio, que también se vive en ocasiones a lo largo de la vida, estar receptivos, dejarnos sorprender. Creo que sería oportuna, y se hace, esta reflexión más amplia sobre nuestra actitud ante la Sagrada Escritura. Sin duda, todo lo que se haga por dignificarla, redunda igualmente en nuestra capacidad para escuchar mejor lo que el Señor nos dice a través de ella, y cómo podemos en ella encontrarnos con el Hijo. No se trata, con todo, de “un Libro”, ni de “una colección de Libros”, sino de “la Palabra” de Dios, palabra viva que propicia el encuentro entre Dios y el hombre.

La Sagrada Escritura tiene a Dios como autor, y contiene aquello que fue inspirado por el Espíritu Santo, a través de hombres elegidos, dóciles a la voz del Espíritu y dispuestos así a responder con todos sus dones y capacidades a su acción. Por ello estos libros enseñan la verdad sólidamente, para nuestra salvación.

Lejos de suponer para la fe una dificultad el que esté hecha con la participación santa de autores humanos, me resulta una llamada en el Año de la Fe a dar gloria a Dios por la obra en algunos de sus hijos. Entiendo que, en su decisión por acercarse al hombre al máximo para hablar con él, la presencia de estos escritores humanos es un signo más que apoya la voluntad de Dios por respetar y valorar la libertad del hombre, al tiempo que muestra cómo esa libertad, capacidad y voluntad humana no son signos que le separen de Dios, ni le independicen de su origen, sino que bien orientados muestran su más radical belleza y bondad.

Además, el Espíritu ayuda en la interpretación, al modo como entiendo que podríamos dialogar con el autor de un libro, para que nos explique e ilumine los entresijos, los motivos. Nos pone en comunión, en sintonía con el texto, nos prepara para su recepción e ilumina la inteligencia para comprenderlo en su conjunto, no aisladamente, y en relación a la propia vida. El Espíritu no nos mueve a la curiosidad ni al capricho. Le interesa la vida del hombre, con lo que eso significa, y por eso se aproxima a nosotros de semejante modo.

El Concilio Vaticano II señaló tres criterios para una interpretación de la Escritura conforme al Espíritu: (1) Prestar una gran atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura. (2) Leer la Escritura en la Tradición viva de toda la Iglesia. (3) Estar atento a la analogía de la fe.

Si lo piensas bien, lo dicho en el párrafo anterior, viene a significar liberar la Escritura del peso y de la manipulación de los sectarismos y de las interpretaciones sesgadas. Lejos de plantear un método fácil, nos pone en el camino de la eclesialidad, de la comunión, de la lectura viva y actuante, y de la adhesión de corazón a la Escritura como la unión misma que fe provoca entre Dios y el creyente. Otras lecturas, con métodos más definidos, sólo podrán ser ayuda en la medida en que abran el tesoro que la Escritura porta, y esta llave sólo la tiene el Espíritu. De modo que cuando se acoge como Palabra de Dios, podemos reconocer que el Espíritu actúa en nosotros.

(fuente: annusfidei2012.wordpress.com)

Los frutos del Espíritu Santo

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Los Frutos del Espíritu Santo son actos de exquisita virtud.

Así como el árbol produce sus frutos, la persona que se ha ejercitado y entrenado en las virtudes y en la docilidad a las mociones del Espíritu Santo que actúan a través de los dones, produce frutos exquisitos y deleitables, que no son nada más (ni nada menos), que las virtudes actuadas por medio de los dones del Espíritu.

Por lo tanto, los actos producidos no son ya humanos ayudados por la gracia, como las virtudes, cuya ejecución se debe a la razón iluminada por la fe, sino que los frutos son actos sobrenaturales y divinos, fáciles de realizar ya para la persona, y no requieren del esfuerzo acético de las virtudes, sino de la perfección mística de la fidelidad ya corroborada en la recepción de la inspiración del Espíritu Santo a través de los dones.

Por lo que los frutos son la virtudes actuadas por lo dones de manera constante, fácil y deleitosa, a modo divino, sobrenatural o sobrehumano. Se realizan con suavidad y dulzura.

Los dones son su causa, actuando sobre las virtudes. Los frutos son el efecto de la actuación de los dones y de la respuesta fidelísima a las inspiraciones divinas. La persona supo escuchar Su Voz.

Son contrarios totalmente a los deseos desordenados de la carne, que colocan al hombre, varón y mujer, por debajo de su dignidad (Gálatas 5, 19-21); los frutos mueven a lo que está por encima de nosotros, hacia lo más alto.

Perfeccionan y desarrollan al ser humano, sin llegar, sin embargo, a la cumbre de las bienaventuranzas, que trataremos en otro lugar más adelante.

¿Cuántos son los Frutos del Espíritu Santo? ¿Están en la Biblia?

La Biblia latina o Vulgata, traducida por San Jerónimo, menciona 12 frutos del Espíritu Santo. El texto paulino original de Gálatas 5, 22-23 menciona solamente nueve.

Santo Tomás y los Santos Padres, aducen que el Apóstol no tuvo la intención de enumerarlos todos, y mencionan también la cita de Apocalipsis, capítulo 22, versículo 2, donde el relator bíblico habla del río de la vida que produce un árbol con 12 frutos.

El río de vida del Espíritu produce sus doce frutos, que podemos dividir en: a) En cuanto la mente y el corazón del hombre ordenados en sí mismo: Amor, gozo y paz. Paciencia y longanimidad. b) En cuanto la mente y el corazón del hombre ordenados respecto a las cosas y personas que están a su lado: Bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad. c) Respecto de las cosas inferiores, el hombre se predispone bien: en cuanto a las acciones exteriores, por medio de la modestia; y en cuanto a los deseos interiores, por medio de la continencia y de la castidad.

a) La mente humana está bien consigo misma cuando se predispone bien para los bienes y los males.

1. La primera predisposición con respecto al bien es el amor, primero de los Frutos del Espíritu Santo, como dice la carta a los Romanos 5, 5, que el amor de Dios ha sido derramado en nosotros por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
2. Al amor le sigue el gozo de estar en Dios.
3. Y la perfección del gozo es la paz, en cuanto al cese de las perturbaciones exteriores, y al aquietamiento de su corazón en Jesús, descansando en Él como en un todo. Se calma también por lo tanto el deseo fluctuante que se posa de cosa en cosa, de persona en persona, y solo se posa en el Señor su Dios. Por lo que nada impide disfrutar de Él.
4. Con referencia a los males, la persona se predispone bien por medio de la paciencia, para no ser perturbada por la inminencia de los males presentes.
5. Y también se predispone bien con referencia a los males, por medio de la longanimidad, no ser perturbada por la dilación en el tiempo en la consecución de los bienes deseados, pues carecer del bien tiene razón de mal.

b) Respecto de las cosas que están junto a sí, y eminentemente de sus prójimos, el hombre se dispone bien:
1. Primero, en cuanto a lo voluntad de hacer el bien, y esto corresponde a la bondad.
2. Luego en cuanto a hacer el bien a los demás, perdonándolos y ayudándolos, que es propio de la benignidad.
3. En cuanto a tolerar sin sobresaltos los males inferidos por estos mismos prójimos, está el Fruto amable del Espíritu Santo de la mansedumbre, que refrena las iras.
4. En cuanto a no hacerle daño al prójimo, no sólo con la ira, sino tampoco con el fraude y el engaño, está el Fruto deleitoso de la fidelidad.

c) En cuanto a las cosas inferiores, el hombre se predispone bien:
1. En cuanto a las acciones exteriores, por medio de la modestia, que pone moderación en los dichos y en los hechos, evitando la afectación o la chabacanería y fanfarronería en el vestir, en el hablar, en el actuar.
2. Y en cuanto a los deseos que pueden ser desordenados en el interior de la persona, actúan los Frutos vigorosos de la continencia, de quien siente las concupiscencias pero no se deja arrastrar por ellas.
3. Y también el Fruto exquisito de la castidad, que no permite que la persona casta sea arrastrada ni padezca los movimientos desordenados de la sensualidad. Vimos los dones y frutos del Espíritu Santo en el camino de la perfección cristiana. Corresponden a la vía iluminativa y unitiva de la misma. En otra ocasión trataremos de las virtudes, propias de los principiantes, que las colocan (las virtudes cardinales y morales) desechando vicios; y de las bienaventuranzas, que es la coronación del camino del organismo de la vida sobrenatural en la vía unitiva, cuando a un paso de la eternidad claman estas personas para que un impulso de amor más intenso arranque su alma de esta tierra y sea llevada al encuentro del amado Jesús más allá de las cosas y del tiempo.

Gustavo Daniel D´Apice 
Profesor de Teología Pontificia Universidad Católica
(fuente: es.catholic.net/gustavodaniel)

Fiesta del Bautismo del Señor

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Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc. 3,15-16.21-22)

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

En este pasaje hay dos personajes: Juan el Bautista y Jesús. Y una acción importante: el bautismo. El bautismo nos abre las puertas del cielo. Es ahí donde el Padre manifiesta su agrado y complacencia. Podemos ver en el ejemplo de Cristo que en cada bautismo el Padre se alegra y nos transmite un mensaje muy concreto: eres mi hijo muy amado.

1. Viene otro más poderoso que yo

Juan es humilde porque se reconoce a sí mismo como aquel que precede al Mesías. No se aprovecha de la “novedad”. Él es la novedad del momento. A él acuden muchas personas para bautizarse. Pero Juan reconoce que después de él viene otro más poderoso, es decir, Jesús. Se requiere de mucha humildad para no creerse más de lo que uno es. A veces puede suceder que nosotros creemos ser mejores que los demás, pero a los ojos de Dios somos lo que realmente somos y no más.

2. No merezco desatarle la correa de sus sandalias

Aquí Juan da un paso más. Su humildad es veraz. Sin duda le costó humanamente, como nos cuesta a nosotros no ser protagonistas en nuestra vida. Queremos que la gente nos voltee a ver, que nos aplaudan, que nos quieran. Si algo resulta bien seguramente es porque lo hice yo. Si algo salió mal seguramente lo hizo el vecino… Juan nos muestra que se preparó muy bien durante sus años en el desierto. Esta ascesis humana y espiritual lo ayudó vencer su vanidad y su egoísmo. De esa manera pudo reconocer su lugar y cumplir su misión.

3. Jesús fue bautizado

Juan estaba bautizando a la gente y entre ellos estaba Jesús, que también fue siendo uno más de entre la gente. No hizo un anuncio “Ey, gente, que me voy a bautizar”, ni un “te invito a mi bautizo”. Cristo nos enseña hoy que el bautismo es un sacramento que se vive en la humildad. Quizá el niño que hoy se bautiza no se pregunte cómo llega al sacramento, pero sus papás sí. Los papás y los padrinos deberían preguntarse si bautizan al niño más por el sacramento que por el festejo. ¿Somos conscientes de la grandeza de esta sacramento?

(fuente: www.regnumchristi.org)

Nuestras puertas cerradas

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“Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad establecieron presbíteros y con oración y ayuno los encomendaron al Señor en el que el que habían creído. Atravesaron Pisiidia y llegaron a Panfilia, luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron en Atalía. Allí se embarcaron para Antioquia donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir. A su llegada convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la perta de la fe a los paganos. Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.”

Pablo y Bernabé concluyen su primer viaje misionero por ciudades y pueblos que desconocían a Dios y llegan al lugar desde donde habían partido a la misión. Antioquia era este lugar. Allí se reunían con la comunidad de discípulos y ellos dan testimonio de lo que han vivido, de lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos. Si querés, si podés podes buscar este texto en los Hechos de los apóstoles 14, 22-28 y seguir justamente contemplando, mirando, como la acción del Espíritu Santo en esta Iglesia primitiva se manifestaba con signos y con prodigios y Dios hacía, como dice aquí Pablo, … y Dios hacía grandes obras con ellos…, no sin ellos, Dios obra con nosotros, y manifiesta aquí también la Palabra cómo es que se abría la puerta de la fe a los paganos. Los paganos son los del pueblo, los que no conocían a Dios, al Dios de Israel y al cuál accedían por medio del anuncio. Esta parte del libro de los Hechos de los apóstoles, en donde se nos relata como Jesús vivo y resucitado está siendo conocido por Judíos y por paganos a partir de la misión de la Iglesia que comenzaba a crecer justamente a partir de la misión, es de donde el papa Benedicto XVI toma la expresión “La puerta de la fe”, Porta Fidei, por medio de esta expresión y su carta apostólica convocó el papa y nos invitó a todos los cristianos a celebrar un año de la fe. En ese camino estamos, abriendo nuevamente la puerta de la fe que nos posibilita encontrarnos en este tiempo de la historia con el mismo Señor Jesús que vive entre nosotros hace más de dos mil años.

Vamos a compartir en esta catequesis, en esta mañana, una carta del cardenal Jorge Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, carta que ofreció él a todos los fieles de la Arquidiócesis de Buenos Aires el primero de octubre de este año, proponiéndonos y preparándonos para el año de la fe que ya estamos celebrando. Con esta carta, a partir de este texto de Hechos de los apóstoles, a partir de esta invitación del papa Benedicto a celebrar el año de la fe, es que vamos a desarrollar la catequesis en este día. Quienes quieran y puedan acceder a Internet pueden ubicar esta carta del Cardenal Bergoglio ingresando a la web del Arzobispado de Buenos Aires, la dirección es www.arzbaires.org.ar . Si querés podés ahí ubicar esta carta donde vamos a, justamente con él, intentar compartir qué es lo que nos propone el cardenal primado de Argentina utilizándola este día no solo para Buenos Aires sino a partir de Radio María, para todo nuestro país.

Esta Carta comienza diciéndonos el Cardenal Bergoglio: ”Entre las experiencias más fuertes de las últimas décadas está la de encontrar puertas cerradas. La creciente inseguridad fue llevando poco a poco a trabar puertas, poner medios de vigilancia, cámaras de seguridad, desconfiar del extraño que llama a nuestra puerta, sin embargo, todavía en algunos pueblos hay puertas que están abiertas. La puerta cerrada es todo un símbolo de este hoy.” Hasta aquí la cita de la carta del cardenal. Una expresión, una descripción muy contundente, muy clara, nadie puede decir que está lejos de esta experiencia. Sin duda es diversa la experiencia de la puerta cerrada, de la inseguridad en Argentina, pero las grandes ciudades de nuestro país, en las grandes ciudades es una experiencia cotidiana la puerta cerrada, la vigilancia, la reja, la cámara de seguridad, la desconfianza por el otro. Tenemos instalado entre nosotros la cultura del miedo que nos encierra y esto no porque sea una fantasía, la experiencia de la inseguridad llega por experiencias concretas de atentado a la vida personal, de pérdida del sentido de lo privado, de pérdida de la intimidad, muchas veces queremos fundamentos para tener tal vez ese miedo ¿no?, pero lo importante para esta mañana y con esta carta es tomar conciencia de cómo esto de la cultura del miedo nos va afectando en el modo de ser y en el modo de vivir. La cultura del miedo nos va haciendo transformar en un modo de ubicarnos en la realidad, fundamentalmente en un modo de ubicarnos frente a los otros. Esto es para que vayamos, con este comienzo de la carta, tomando conciencia de cómo es esto en nosotros, cómo es esto en nosotros. El cardenal dice: La puerta cerrada es todo un símbolo de este hoy.

Y sigue la carta describiendo de esta manera: “Es algo más que un simple dato sociológico el de la puerta cerrada, es una realidad existencial que va marcando un estilo de vida, un modo de pararse frente a la realidad, frente a los otros, frente al futuro. La puerta cerrada de mi casa, que es el lugar de mi intimidad, de mis sueños, mis esperanzas y sufrimientos, así como la de mis alegrías también, está cerrada para los otros y no se trata solo de mi casa material, es también el recinto de mi vida, mi corazón. Son cada vez menos los que pueden atravesar ese umbral. La seguridad de unas puertas blindadas custodia la inseguridad de una vida que se hace más frágil y menos permeable a la riqueza de la vida y del amor de los demás”. Hasta aquí también nos sigue describiendo el cardenal Bergoglio esta experiencia de las puertas cerradas que se van transformando de puerta cerradas en las casas a puertas cerradas del propio corazón, de la propia existencia, de la propia vida donde ya no solo no pueden entrar a nuestra casa sino que por esta cultura del miedo, por esta cultura de la inseguridad, se nos va trasladando también a la propia vida y los otros van perdiendo posibilidades de entrar a la casa de nuestra vida, y nosotros también cada uno de nosotros, vamos perdiendo posibilidad de entrar en la casa de los otros a la vida de los otros, a la posibilidad de entrar en comunión con el otro, en vinculación recíproca, para comunicarnos las riquezas de la vida y del amor.

Consigna: Te propongo entonces que te animes a preguntarte en esta mañana: ¿Cómo estás viviendo? ¿Qué puertas están cerradas y te dejan encerrado a vos mismo dentro de esas puertas? ¿Qué puertas están cerradas y no podés vivir en paz, en diálogo y encuentro con los demás. Para pasar por la puerta de la fe necesitamos salir de nosotros mismos, salir de nuestros encierros. Tal vez el encierro sea la falta de perdón a vos mismo o a otra persona, tal vez la puerta cerrada sea la de cuidar tu cuerpo y tenés que abrir esa puerta para cuidarte, para descansar, para aprender a tener un ritmo humano saludable. Tal vez la puerta cerrada sea la de estar con tus hijos y aprender a jugar con ellos. Tal vez haya que abrir esa puerta, tal vez la puerta cerrada sea la de vivir el trabajo como una carrera de competencias, de luchas de poder, de vencer al otro. Hay que abrir la puerta y salir de esos esquemas. Te proponemos entonces que nos puedas compartir en esta mañana, para que hagamos juntos este espacio, una pregunta: ¿Qué puertas tenés que abrir para cruzar el umbral de la fe?

Nos dice el Cardenal que para cruzar el umbral de la fe hay que abrir primero algunas puertas, fundamentalmente personales. ¿Qué puertas tenés que abrir vos en este tiempo de tu vida para cruzar el umbral de la fe? Compartinos tu respuesta a esta pregunta a través de un mensaje de voz.

Abramos entonces las puertas, abramos las puertas de nuestra vida, fundamentalmente al Señor que se quiere encontrar con nosotros, él nos va a ayudar a abrir las puertas que están cerradas, pero no lo puede hacer sin nosotros, no lo puede hacer sin nuestra colaboración, sin nuestra toma de conciencia de cómo las puertas cerradas de nuestras casas han transformado nuestra propia vida y también nos han llevado a cerrarnos a nosotros mismos frente a los otros, a perder la riqueza de la comunicación, de la vinculación fluída donde se transmiten los valores de la vida, la riqueza de la vida, de la vida compartida. Sin duda que esta experiencia de las puertas cerradas y de las puertas abiertas, no solo de la casa sino de la vida, se da de muchas maneras, pero sin duda que en las ciudades, en las grandes ciudades de nuestro país, está ocurriendo esto, la gran desconfianza ante el desconocido, la gran desconfianza ante el otro. Es un impedimento para poder vivir en comunidad, en sociedad, para poder realmente construir un proyecto común de vida en la ciudad. Sin duda que esto no se da de manera igual en todos lados, en todas partes en el país. Les cuento una experiencia, yo ya no tenía esta experiencia de la casa abierta o del auto abierto y yendo de misión ahora en octubre con los distintos equipos que fuimos los distintos fines de semana en el norte argentino, Catamarca, Tucumán, en La Rioja también, yo estuve el primer fin de semana de octubre en Belén y en Andalgalá, y con los hermanos que nos recibieron allí también vinculados a la radio, acompañándonos en esos días de misión, dejaban las puertas de sus autos abiertas en plena ciudad, nosotros cerrábamos el vehículo de la radio acostumbrados a hacerlo en todos los lugares a donde vamos y nos miraban y se reían, nos decían: no es necesario, acá todavía eso no es necesario. Y lo mismo pasaba con las casas. Yo a esa experiencia ya hace mucho tiempo que no la tenía. La tuve de chico en mi ciudad natal, en Paraná, pero hace muchos años, viví en Córdoba, vivo hace unos años aquí en Buenos Aires, y esa experiencia se ha perdido, no es tan posible dejar todo abierto. Con esto justamente no estoy proponiendo que en estas grandes ciudades dejemos nuestras casas abiertas porque es imposible, pero sí es posible que tomemos conciencia de cómo esto nos ha afectado en el modo de ser, en el modo de vivir, y en el modo de proponer una vinculación con los demás porque sin dudas esto es una pobreza humana para nosotros, perder la posibilidad de vincularnos con los otros, de darle identidad al que pasa por al lado mío como un prójimo, como un hermano, como alguien que me pertenece. De alguna manera tenemos que revertir esta distancia que ponemos entre nosotros, cruzar este umbral para poder acceder a una experiencia comunitaria de la fe, a una experiencia pública de la fe, porque si no, ya lo vamos a ver un poquito más adelante aquí en la carta que estamos siguiendo del Cardenal Bergoglio, la fe se nos vuelve una experiencia privada y nunca en la historia de la Iglesia, en la vida de la iglesia, la fe ha sido un hecho privado, siempre ha tenido una repercusión pública, somos cristianos en toda nuestra existencia, también frente a los otros en la calle, frente a los que nos cruzamos.

Vamos a continuar entonces con los que nos propone aquí el cardenal en la carta del primero de octubre a los fieles de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Sigue diciendo él: “Iniciamos el año de la fe y paradójicamente la imagen que propone el papa es la de la puerta, una puerta que hay que cruzar para poder encontrar lo que tanto nos falta. La iglesia, a través de la voz y el corazón de pastor de Benedicto XVI nos invita a cruzar el umbral, a dar un paso de decisión interna y libre, animarnos a entrar a una nueva vida”. Aquí hay una clave, no podemos cruzar el umbral de la fe ni cruzar el umbral de nuestras puertas interiores y de la vida de los demás sin un paso, sin una decisión interna y libre. La libertad no nos va a venir desde afuera, fundamentalmente necesitamos una libertad interior, una libertad personal, la libertad interna de nuestra persona que es la que nos va a habilitar, a descubrir, los umbrales que tenemos que atravesar, primero de nuestra propia vida, luego tal vez de la familia, del ámbito del trabajo, del barrio, de la comunidad, para luego ir por más umbrales, por los umbrales de una fraternidad universal, pero si no partimos de la decisión interna, de la decisión de nuestra propia libertad de salir de nosotros mismos, esto se nos va a complicar. La propuesta es cruzar el umbral, animarnos a entrar a una nueva vida. Esto es realmente un compromiso que toca a toda la existencia.

Sigue el cardenal diciéndonos: “La fe solo crece y se fortalece creyendo en un abandono continuo en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios. Esta decisión interna de abrirnos fundamentalmente a Dios no es quedar abiertos a la nada sino es abandonarnos continuamente en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios”. Sigue la carta expresando esto: “Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida mientras avanzamos delante de tantas puertas que hoy en día se nos abren, muchas de ellas, puertas falsas, puertas que invitan de manera muy atractiva pero mentirosa a tomar caminos que prometen una felicidad vacía, narcisista y con fecha de vencimiento. Puertas que nos llevan a encrucijadas en las que cualquiera sea la opción que sigamos provocarán a corto o largo plazo, angustias y desconcierto, puertas auto referenciales que se agotan en sí mismas y sin garantía de futuro. Mientras las puertas de las casas están cerradas, las puertas de los shoppings están siempre abiertas”. ¡Cuánto realismo en esta descripción! Puertas que siguen estando cerradas y otras puertas, muchas de ellas, falsas, con fechas de vencimiento que se nos abren mentirosamente delante de nuestros ojos, de nuestros sentidos, de nuestras vidas.

Gracias por compartirnos justamente, estos umbrales que sienten que tienen que atravesar, que tenemos que atravesar, justamente para atravesar también el umbral de la fe.

Seguimos intentando y buscando abrir las puertas, las que están cerradas y que nos impiden vincularnos con esperanza y con verdad, con la vida de los otros. La descripción es realmente muy clara la que hace el cardenal aquí, de cómo mientras se nos van cerrando algunas puertas, o como nosotros vamos cerrando también algunas puertas, permanentemente en este momento, en este tiempo de la cultura, de nuestra historia, se nos abren otras puertas, se abren puertas que muchas veces son muy atractivas, son muy luminosas, están siempre abiertas, pero que no necesariamente nos llevan a la vida verdadera, no necesariamente nos llevan a una felicidad con los otros, sino una felicidad vacía. Dice aquí el cardenal: “Narcisista, con fecha de vencimiento”. Esta puede ser realmente una gran ilusión para muchos de nosotros, creer que porque tal vez accedemos a muchos bienes, a muchos servicios, estamos bien, cuando en verdad permanecemos encerrados en nosotros mismos. Pero ¿qué pasa con el otro? Y ¿quién soy yo sin los otros? ¿Quiénes son los otros sin mi presencia, sin mi amor, sin mi servicio? Necesitamos no distraernos con las falsas puertas que se nos abren y abrir las puertas de nuestra vida, estas puertas que ya vamos compartiendo en facebook, también a través de mensajes de texto, pequeñas puertas pero que son las puertas más nuestras, las más humanas, las del corazón, la de los vínculos familiares, laborales, comunitarios. Abrir esas puertas. Necesitamos abrir esas puertas. Pidámosle al Señor que nos ayude a abrir esas puertas.

Sigue la carta con una expresión que dice así. “Jesús es la puerta y llama a nuestra puerta para que lo dejemos atravesar el umbral de nuestra vida”. Esta expresión tan sencilla pero que nos da también una clave de por donde va “cruzar el umbral de la fe” para nosotros. Jesús es la puerta y llama a nuestra puerta para que lo dejemos atravesar el umbral de nuestra vida. Esto también es atravesar la puerta de la fe, dejar a Jesús que él mismo atraviese el umbral de nuestra vida, de nuestra existencia, que el ingreso de Jesús a nuestra vida puede transformar todo lo que quiera, que él pueda ordenar la vida de cada uno de nosotros con su paso, con su presencia luminosa, con la vida en abundancia que trae para nosotros. Tal vez dándole paso a él, el pueda terminar de abrir las puertas cerradas que hay en nosotros. ¿Qué puertas cerradas todavía hay en nosotros? Dejémoslo entrar a Jesús. En esta mañana digámosle: Jesús atraviesa el umbral de mis puertas cerradas, ayúdame a abrir desde adentro mío estas puertas cerradas. La vida nueva de Jesús que llega a nuestra vida nos propone, nos desafía, a no quedarnos en lo que conocemos y manejamos de la realidad, nos desafía a no instalarnos en las falsas seguridades que tarde o temprano nos aburren, nos cansan, nos dejan vacíos, quiere salvar con su vida, quiere darnos de la abundancia del amor del Padre y quiere enseñarnos a vivir justamente desde ese amor con los prójimos que cada uno de nosotros tenemos. Dejémonos enseñar por Jesús, dejemos que el entre y nos enseñe. Desde la acción de su espíritu en nosotros, desde su Palabra en nosotros, desde los lugares donde sabemos que él está, vayamos al encuentro de él, dejémonos encontrar por él, que él pueda atravesar el umbral de nuestras existencias para él desde adentro nuestro, con nosotros, podamos abrir las puertas que están cerradas. Sigue esta carta diciéndonos: “Iniciar este año de la fe es una nueva llamada a ahondar en nuestra vida esa fe recibida. No vivir igual, no vivir la fe de la misma manera como que si ella no tuviera novedad para nosotros, ahondar en nuestra vida la fe que hemos recibido.”. Y nos sigue diciendo: “Profesar la fe con la boca implica vivirla en el corazón y mostrarla con las obras. Un testimonio y un compromiso público. El discípulo de Cristo, hijo de la Iglesia, no puede pensar nunca que creer es un hecho privado”. Aquí está lo que les decía hace un momento, la fe vivida, la fe de la Iglesia, siempre ha sido una fe integral, una fe que se vive en el corazón y se muestra con las obras. Sin duda muchos de nosotros nos sentimos indignos de la riqueza de la fe, de la vida del amor de Dios, experimentamos la dificultad para dar testimonio a través de nuestra propia vida de esa fe, pero este sigue siendo nuestro desafío, renovar nuestra fe, ahondar nuestra vida en la fe, profesar con la boca la fe es vivirla en el corazón y mostrarla con las obras. Si pudimos algo de esto, démosle gracias a Dios y alegrémonos con él. Si sentimos que todavía nos cuesta dar testimonio público no solo por la palabra sino fundamentalmente por como nos comportamos, por como tratamos a los otros, animémonos a dejar a Jesús que atraviese el umbral de nuestra existencia y nos sigue impulsando con su amor y con su espíritu a que esto sea nuestro proyecto, a que esta sea nuestra meta, mostrar con obras concretas, con gestos, con miradas, con actitudes, la fe que tenemos. Un testimonio, un compromiso público, ahí apunta nuestra fe. Miramos el cielo, miramos la vida de Dios no para evadirnos de la realidad sino para aprender desde Dios, para aprender desde su amor a estar viviendo con los pies en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, en nuestras casas para aprender aquí en nuestro aquí y en nuestro ahora a mostrar ese amor de Dios a través de gestos concretos, de actitudes concretas, de palabras que bendigan la vida del otro, de palabras que dignifiquen al otro. Como ayer reflexionábamos con Bartimeo, que lo sume en el camino de la vida y el camino de la fe. No podemos vivir nunca la fe como un hecho privado, somos discípulos de Jesús y a esto lo vivimos también en nuestra vida pública.

Gracias por compartirnos estas puertas que tienen que estar abiertas para que podamos vivir mejor, para que podamos vivir mejor con los demás principalmente. Vamos a pedir esta gracia en este día, abrir las puertas que cada uno de nosotros reconocemos que es necesario abrir. ¿Qué puertas tenés que abrir para cruzar el umbral de la fe? Jesús quiere ayudarte a que abras esas puertas, dejate entonces visitar en este día por su presencia amorosa que nos trae el amor del Padre para ayudarnos a salir de los encierros y abrirnos a vivir la vida con los otros, porque la fe nos propone esto, ser con los demás, ser una bendición para los otros y que los otros también sean una bendición para nosotros. Le pedimos esta gracia a Jesús, que en toda la Argentina se abran las puertas de los corazones, las puertas que están cerradas tienen que abrirse para que Dios pueda obrar en nosotros, que la fe sea realmente una presencia de transformación, primero en el corazón humano y luego en nuestra vida cultural y social. Que el Señor se quede entonces en nuestro corazón abriendo puertas. Que el Señor te bendiga.

escrito por el Padre Melchor López 
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

Instaurar todo en Cristo porque Él es la roca de la vida

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VATICANO, 05 Dic. 12 / 11:33 am (ACI).- Queridos hermanos y hermanas:

Al inicio de su carta a los cristianos de Éfeso (cfr 1, 3-14), el Apóstol Pablo eleva una oración de bendición a Dios, Padre del Señor nuestro Jesucristo, que nos introduce a vivir el tiempo de Adviento, en el contexto del Año de la Fe. El tema de este himno de alabanza es el proyecto de Dios ante el hombre, definido con términos llenos de alegría, de estupor y agradecimiento, como un "designio de benevolencia" (v. 9), de misericordia y amor.

¿Por qué el Apóstol eleva a Dios, de lo profundo de su corazón esta bendición? Porque ve su acción en la historia de salvación, cuyo culmen ha sido la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, y comprende cómo el Padre nos ha elegido antes de la creación del mundo para ser sus hijos adoptivos, en su Hijo Unigénito, Jesucristo (cfr Rm 8,14s.; Gal 4,4s.).

Nosotros existimos, desde la eternidad en la mente de Dios, en un gran proyecto que Dios ha custodiado en sí mismo y que ha decidido actuar y revelar "en la plenitud de los tiempos" (cfr Ef 1,10). San Pablo nos hace comprender, entonces, que toda la creación y, en particular, el hombre y la mujer no son fruto de la casualidad, sino que responden a un designio de benevolencia de la razón eterna de Dios que con la potencia creadora y redentora de su palabra da origen al mundo.

Esta primera afirmación nos recuerda que nuestra vocación no es simplemente existir en el mundo, estar insertos en una historia y tampoco ser creaturas de Dios; es algo más grande: es ser elegidos por Dios, incluso antes de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo. En Él, entonces, existimos, por así decirlo, ya desde siempre. Dios nos contempla en Cristo como hijos adoptivos.

El "designio de benevolencia", que el apóstol llama también el "plan de amor" es definido como "el misterio" de la voluntad divina, escondido y manifestado ahora en la persona y la obra de Cristo. La iniciativa divina precede toda respuesta humana, es un don gratuito de su amor que nos acoge y transforma.

¿Pero cuál es el ámbito último de este designio misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios? Es aquel –nos dice San Pablo– de "reconducir a Cristo, única cabeza de todas las cosas" (v. 10). En esta expresión encontramos una de las formulaciones centrales del Nuevo Testamento que nos hacen comprender el designio de Dios, su proyecto de amor hacia toda la humanidad, una formulación que, en el siglo segundo, San Ireneo de Lyon coloca como núcleo de su cristología: "recapitular" toda la realidad en Cristo.

Tal vez alguno de ustedes recuerda la fórmula usada por el Papa San Pío X para la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús: "Instaurare omnia in Christo", fórmula que reclama para sí a esta expresión paulina y que era además el lema de aquel Santo Pontífice.

Pero el Apóstol habla más precisamente de recapitulación del universo en Cristo y esto significa que en el gran designio de la creación y de la historia, Cristo se alza como el centro del camino del mundo, como la columna vertebral de todo, que atrae hacia sí toda la realidad para superar la dispersión y el límite y conducirla a la plenitud querida por Dios. (cfr Ef 1,23).

Este "designio de benevolencia" no se ha quedado, por decirlo de alguna forma, en el silencio de Dios, en las alturas de su cielo: nos lo ha dado a conocer entrando en relación con el ser humano, al cual no ha revelado algo, sino a sí mismo. No ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, se ha comunicado a sí mismo, hasta llegar a ser uno de nosotros, hasta encarnarse.

El Concilio Ecuménico Vaticano II en la Constitución dogmática Dei Verbum dice: «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina» (n. 2). Dios no sólo dice algo, sino que Se comunica, nos atrae a la divina naturaleza y así somos inmersos en ella, divinizados. Dios revela su gran designio de amor entrando en relación con el hombre, acercándose a él hasta el punto de hacerse Él mismo hombre.

El Concilio continúa: "El Dios invisible en su gran amor habla a los hombres como a amigos (cfr Es 33,11; Gv 15,14-15) y vive entre ellos (cfr Bar 3,38) para invitarlos y admitirlos en la comunión consigo" (ibidem). Con la sola inteligencia y sus capacidades el hombre no habría podido alcanzar esta revelación tan luminosa del amor de Dios, y Dios que ha abierto su Cielo y se ha abajado para guiar al hombre en el abismo de su amor.

Incluso San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "Esas cosas que el ojo no ve, que los oídos no oyen, pero que entraron en el corazón del hombre, Dios lo ha preparado para quienes lo aman. Y a nosotros Dios las ha revelado por medio del Espíritu, el Espíritu de hecho conocer bien cada cosa, incluso la profundidad de Dios" (2,9-10).

Y San Juan Crisóstomo, en una célebre página como comentario del inicio de la Carta a los Efesios, invita a gustar toda la belleza de este "designio de benevolencia" de Dios revelado en Cristo, con estas palabras: "¿Qué cosa te falta? Te has convertido en inmortal, en libre, en hijo, en justo, en hermano, en coheredero, con Cristo reinas, con Cristo eres glorificado. Todo se nos ha dado y – como está escrito – "¿cómo no se nos dará toda cosa junto a él?" (Rm 8,32). Tu primicia (cfr 1 Cor 15,20.23) es adorada por los ángeles […]: ¿qué cosa te falta?" (PG 62,11).

Esta comunión en Cristo, por el Espíritu Santo, ofrecida por Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación, no es algo que se superpone a nuestra humanidad, sino el cumplimiento de los más profundos anhelos humanos, de ese deseo de infinito y de plenitud que habita en las profundidades del ser humano, y lo abre a una felicidad que no es temporal ni limitada, sino eterna.

San Buenaventura de Bagnoregio, refiriéndose a Dios que se revela y nos habla a través de las Escrituras para conducirnos a Él, afirma esto: "Las Sagrada Escritura es (…) un libro en el cual están escritas palabras de vida eterna para que, no solo creamos, sino poseamos la vida eterna, en la que veremos, amaremos y serán realizados todos nuestros deseos" (Breviloquium, Prol.; Opera Omnia V, 201s.). Finalmente, el Beato Papa Juan Pablo II nos recordaba que "La Revelación introduce en la historia un punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar a comprender el misterio de su existencia; pero, por otra parte, este conocimiento remite constantemente al misterio de Dios que la mente humana no puede agotar, sino sólo recibir y acoger en la fe" (Enc. Fides et ratio, 14).

En esta perspectiva, ¿qué cosa es entonces el acto de la fe? Es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios, que se hace conocer, que manifiesta su designio de benevolencia, y, para usar una expresión agustiniana, es dejarse aferrar por la Verdad que es Dios, una Verdad que es Amor. Por ello San Pablo subraya cómo a Dios que ha revelado su misterio, se debe "la obediencia de la fe" (Rm 16,26; cfr 1,5; 2 Cor 10, 5-6), la actitud con la cual "el hombre libremente se abandona todo a Él, prestando plena adhesión del intelecto y de la voluntad Dios que revela y asintiendo voluntariamente a la Revelación que Él da" (Const dogm. Dei Verbum, 5).

Todo esto lleva a un cambio fundamental del modo de relacionarse con la entera realidad, todo aparece en una nueva luz, se trata entonces de una verdadera "conversión", fe y un cambio de mentalidad, porque el Dios que se ha revelado en Cristo y nos ha dado a conocer su designio, nos aferra, nos atrae hacia Él, se convierte en el sentido que sostiene nuestra existencia, en la roca en la que ésta encuentra estabilidad.

En el Antiguo Testamento encontramos una densa expresión sobre la fe, que Dios confía al profeta Isaías para que la comunique al rey de Judá, Acaz. Dios afirma "si no creyesen –es decir si no se mantienen fieles a Dios– no permanecerán firmes". Existe entonces una relación entre estar y comprender, que expresa bien cómo la fe es un acoger en la vida la visión de Dios sobre la realidad, dejar que sea Dios quien nos guíe con su Palabra y los Sacramentos en el comprender qué cosa debemos hacer, cuál es el camino que debemos recorrer, cómo vivir. Pero al mismo tiempo, es propiamente comprender según Dios, ver con sus ojos que mantiene firme la vida, que nos permite "estar en pie", no caer.

Queridos amigos, el Adviento, el tiempo litúrgico que acabamos de iniciar y que nos prepara para la Santa Navidad, nos pone frente ante al misterio luminoso de la venida del Hijo de Dios; frente al gran "designio de benevolencia" con el que quiere atraernos a Sí, para hacernos vivir en plena comunión de alegría y paz con El y nos invita una vez más, en medio de tantas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está presente, de que ha entrado en el mundo, haciéndose hombre como nosotros, para llevar a la plenitud su designio de amor.

Y Dios nos pide que también nosotros seamos una señal de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro caridad, Él quiere entrar en el mundo siempre de nuevo y quiere siempre de nuevo quiere hacer que su luz resplandezca en nuestra noche.

Benedicto XVI

Cuatro preguntas para una persona en búsqueda

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Quien busca, encuentra. Como sé que todas las personas son buscadores, todas las personas por lo tanto encuentran. La cuestión, sin embargo, es si su búsqueda y movimiento en la vida está verdaderamente ordenado, o va a la deriva. Ningún barco en el mar se queda quieto por mucho tiempo. Todos sabemos que existen corrientes que le mueven de un sitio a otro, vientos que le traen y que le lleva. Ni las corrientes, ni los vientos son buenos o malos. Pueden ahorrar esfuerzo, lo cual es excelente, tanto como intentar llevarte donde no quisieras ir si supieras que te espera un final desagradable o que lo único que te hace es alejarte de tu meta. La barca, por otro lado, no soporta cualquier viaje, ni cualquier movimiento. Hay distintas embarcaciones precisamente por esto. Pero mi post trata de ayudar a personas en búsqueda a llegar a buen puerto. No a cualquiera, sino a uno bueno. El viaje en sí mismo puede disfrutarse enormemente, pero hay que tener claro que tiene que llegar a algún sitio.

¿Dónde estás? Pero algunos no serían capaces de responderlo en profundidad. No valen respuetas tontas, como la localidad en la que vives, ni siquiera lo que haces. Aunque esto de lo que haces y a qué dedicas el tiempo, y cómo lo empleas, sea un buen comienzo. Cómo te encuentras, cómo estás, qué tienes, cuál es tu punto de partida, tu realidad, tus circunstancias. No tanto por analizar y analizar, que algunos se eternizan con esto. Para esta pregunta, con un papel en blanco, sin más, sería más que suficiente. Y comenzar a escribir en él cosas de un sitio a otro, sin mucho orden. Lo que salga, con tal de que sea algo sincero.

¿Qué mueve tu vida? La pregunta tiene un doble sentido: qué la mueve ahora en la vida, es decir, si te mueves por los vientos de otros o tienes un rumbo propio; y qué te hace considerar ahora y hoy que esta pregunta puede ser importante para ti, para tu vida, y para otros. ¿Se trata de algo, de una meta, de una inquietud, de una insatisfacción, de un conflicto, de una tensión, de un fracaso? ¿Se trata de buscar más, de querer lo mejor, de aspirar a algo grande, de saberte para una misión importante, de creer que puedes aportar mucho al mundo? Esta pregunta ahonda en los motores de la vida. No da lo mismo, como podrás entender, que la respuesta sea yo mismo, mis aspiraciones y metas, los conflictos de la vida, otras personas externas que me exigen, la rutina y lo común, los vientos de la sociedad en la que vivo, el amor, o Dios mismo. No se trata sólo de un análisis, sino de una pregunta de calado.

¿De qué dispones para el camino? En relación a la primera pregunta, cuál es tu punto de partida y qué reconoces a tu alrededor que te sirve para el viaje, y qué deberías dejar para poder navegar, o resultaría pesado e inútil portar contigo en el trayecto. Para no despistar, esta pregunta no trata sobre la utilidad de lo que tienes alrededor, sin más, sino sobre su bien, sobre la libertad o la esclavitud, sobre los anclajes y las velas y los remos. Toda pregunta al respecto tiene importancia. Tú mismo eres para el viaje algo más que algo útil, en ocasiones serás más bien lo contrario incluso, pero no puedes desprenderte de ti mismo, ni de tu historia. Tampoco las personas que hay a tu alrededor pueden ser usadas de este modo. Se trata de ver entonces de qué dispones para el camino. Las cosas, en verdad, como el tiempo, como las circunstancias, como las tareas, incluso los sentimientos y las ideas, sí merece la pena que sean usadas. Pero ni las personas, ni tú mismo, eres algo “útil”, ni reductible de ese modo, ni purificable de esa manera. Por lo tanto, ¿con qué partes para el camino? Algunas realidades estarán más a mano que otras, ya las podrás “tener” y disponer de ellas. Otras, quizá, te convenga introducirlas entre tus haberes. Y te llamo la atención sobre esta última cuestión, para no caer en mero análisis de tu momento actual. Esta pregunta puede iniciar ya un viaje en tu vida.

Por último, la pregunta razonable sería ¿a dónde quieres ir? Así, sin más. Sin embargo, me parece mucho más interesante que te puedas preguntar ¿qué te espera al final del viaje? O incluso, ¿quién te espera? Lo cual es mucho más interesante que valorar tus aspiraciones y contar con tus deseos, sin más. Plantearse esta pregunta como un encuentro final, y no como un simple logro en la vida, entre otros muchos, hace que encuentres en ella algo más que una motivación, o una buena intención. Se trata del final de tu viaje. ¿Qué haría de tu viaje un final feliz, completo, perfecto, último? Después de responder esto algunos tendrán que deshacer las maletas, y tomarse más en serio y con mayor agradecimiento, todo cuanto tienen en su vida. Otros, por el contrario, lo dejarán todo, y se harán peregrinos.

(fuente: mambre.wordpress.com)

La Hermana Bernarda: "Yo digo siempre que el ama de casa es la persona más importante de un hogar"

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Ochenta y cinco años atrás la Hermana Bernarda se llamaba Florentina Seitz. Vivía en un campo en Córdoba, a mitad de camino entre Río Cuarto y Achiras. Le decían "Tina". Aunque a veces también la llamaban "Che, rubia". Ella siempre respondía. Obedecía. Se levantaba cuando salía el sol y hacía lo que tenía que hacer. Si su mamá se lo pedía, se sentaba y ordeñaba. Su abuelo José, un inmigrante alemán que odiaba perder el tiempo, esperaba a su lado hasta que el balde se llenara. Su tarea consistía en pasar la leche por la desnatadora: con una mano hacía girar la manija que activaba el sistema centrífugo de la máquina y con la otra sostenía un rosario. Y rezaba. 

Brando: ¿Hacía las dos cosas al mismo tiempo?  
Bernarda: Sí, yo le explico, pero usted no me va a entender.  

Mil veces más durante la entrevista, la Hermana Bernarda dirá que no puede explicar lo que siente, que aunque lo intente, igual no la van a entender. Una y otra vez repetirá: "No es como ahora", para decir que el pasado siempre fue mejor. Cuando se refiere al pasado, suele utilizar el verbo ser en presente, "no es como ahora", como si ella misma viviera en otro tiempo y se sintiera extraña, en otro mundo, con reglas raras y más bien negativas. 

"Las chicas de ahora están con el celular todo el tiempo en el bolsillo. No me gusta, eso es falta de caridad. Es como una droga eso ya. En mi clase de cocina, nadie habla por celular, yo lo prohíbo. Les digo: «Cuando estamos en la mesa, el celular usted lo apaga; si viene aquí, está conmigo y se terminó» ". No hay otra Hermana Bernarda, no hay dos caras: "Lo más sencillo posible a mí me encanta", dice mientras come un sanguchito de jamón y queso en pan lactal. "A mí me gusta un hervido: una verdura, un poquito de aceite y un churrasquito, nada más. Me levanto a las siete y desayuno un té y una tostadita". La sencillez dietética de la que habla la define entera. 

A esta altura, la duda es existencial: ¿Qué raro milagro sucedió para que una monja devota, frugal y situada existencialmente en valores antiguos, antagónicos en general a los que exhibe la televisión contemporánea, se haya convertido en una estrella mediática? Tiene más de ochenta años, no habla bien el castellano, usa hábitos grises y blancos y no busca impactar con su cocina, sino solo enseñar a preparar platos simples y tradicionales. Es la imagen de la anti-TV y, sin embargo, es una estrella. ¿Qué nos cautivó de ella? 

Son las doce del mediodía de un miércoles de julio. Hace frío. El Obispado de Quilmes es un predio que ocupa una manzana entera y que incluye una escuela, una capilla, varias casas y dos canchas de tenis. En el medio vive ella: monja, cocinera, ecónoma y mediática. Su casa -sólida, amplia- está rodeada de un parque en el que se notan los daños del temporal que azotó Buenos Aires en abril de este año. Los árboles que quedaron en pie están podados, hay tierra en vez de pasto y pozos donde antes había raíces. La Hermana Bernarda espera detrás de una puerta de vidrio. Sobre el hábito gris tiene dos sacos de lana: uno encima del otro, todo del mismo color. Hace poco sufrió una bronquitis de la que le costó recuperarse, así que para no enfriarse abre y cierra la puerta lo más rápido que puede. Nos hace pasar. Nos sentamos en el living; ella, en la cabecera de una mesa larga de madera oscura. La estufa está apagada. 

Brando: ¿Su abuelo rezaba mientras desnataba la leche?  
Bernarda: Sí, pero no es como hoy en día. Era una persona muy espiritual mi abuelo; nosotros teníamos una vida natural, cristiana. No era como ahora.  
Brando: ¿Cómo era esa vida?  
Bernarda: Vivíamos como verdaderos campesinos. Mi papá era agricultor y se dedicaba a la crianza de los cerdos. Mis hermanos y yo ayudábamos en lo que los padres decían. Teníamos que cuidar a los animales, cuidar la estancia, ir a la escuela. Nos levantábamos a la mañana, pero no sé a qué hora, nunca nos fijamos. Hay que ordeñar, hay que darles de comer a los pollos, hay que sacar a las vacas y todo eso, ¿vio? La vida de campo es así, uno se va con el papá, uno con la mamá, uno a lavar la ropa, a buscar con el balde el agua. No es como ahora que los jóvenes dicen: "Esto me gusta, esto no me gusta"; mi mamá me decía que limpiara el piso de barro y uno hacía lo que mamá decía.  
Brando: ¿Sus padres eran muy severos?  
Bernarda: No, mis padres eran amorosos. Eran buenos, una buena familia.  
Brando: ¿Qué le enseñaron?  
Bernarda: Todo lo que una joven tiene que saber.  
Brando: ¿Por ejemplo?  
Bernarda: Ser honrado, no salir al baile y volver a las dos de la mañana. Era una vida familiar linda, no como sería ahora. Se respetaba a la madre, al padre, a los abuelos que vivían con nosotros.  

La Hermana Bernarda, Florentina todavía, no se imaginaba otra vida que no fuese esa. No soñaba con llegar a cocinar -virtualmente- para millones. Allí, en Córdoba, no tenía hornallas ni sartenes: "Con una olla sola se estaba listo. No había canillas, nada; se buscaba con un balde el agua del pozo, lo más simple posible. Las verduras las sacábamos de la quinta, no se compraba nada". 

Jamás se le cruzó por la cabeza en aquel campo que un día iba a terminar en la televisión enseñando a hacer la ya célebre tarta de manzana. Lo que sí pensaba, y muy a menudo, era la idea de tomar los hábitos. Entregarse a Dios. 

Brando: ¿Por qué decidió hacerse monja?  
Bernarda: Yo tenía ese pensamiento desde los 15 años. Siempre me gustó la parte espiritual.  
Brando: ¿Cuánto tuvo que ver su abuelo en esa decisión?  
Bernarda: No, no, eso es algo que Dios da. Es un don natural que se recibe de él, es la gracia y la vocación. Una chica de hoy se va al baile, nosotros era otra cosa. Una familia católica tiene otros sentimientos.  
(Se ajusta el audífono del oído izquierdo. Parece enojada). 
Brando: ¿Pero cómo es que tomó la decisión de convertirse en monja? ¿De dónde sacó la idea?  
Bernarda: Imagine la vida de campo. Nosotros estábamos a 45 km de Río Cuarto, así que todos los años venía un sacerdote y traía propagandas de las Hermanas. El Padre explicaba y a mí me gustó la idea. Era una vida de otra forma.  

El 20 de febrero de 1944, antes de cumplir los 16, Florentina Seitz entró a la Congregación de las Hermanas de La Santa Cruz. Su papá, Enrique, la llevó hasta Rosario y de allí viajó acompañada por una monja hasta la Capital Federal. "Llegué justo en época de Carnaval. No se puede contar lo que uno siente. Imagínese, no lo puedo explicar, venir del campo a la ciudad. Para mí era todo lindo, todo novedoso. Era algo más tranquilo, no es como ahora; la gente se saludaba, no había tanto tráfico, era más familiar todo. No es como vivimos ahora, con miedo". 

Poco tiempo después, la rebautizaron: "Tenía que escribir tres nombres en un papel y el Obispo después elegía. A mí me gustaba el nombre de la fundadora de la Congregación, que se llamaba María Bernarda, pero una no está segura de cuál le van a dar. Por suerte me tocó".  

Además de clases de gastronomía, durante su formación religiosa cursó economía doméstica para el ama de casa. Eso marcó para siempre su método pedagógico. Cuando enseña cómo hacer un strudel, la Hermana Bernarda en realidad enseña otra cosa: "Yo digo siempre que el ama de casa es la persona más importante de un hogar. Es la que une, la que consuela, la que conforta al esposo y a los hijos, y a veces, con algo chico se puede ayudar y dar alegría, con un pancito se puede aliviar un dolor". 

 
Dulces tentaciones

En mayo de 2002, mientras daba clases de cocina para mujeres en la calle Virrey del Pino al 2200, sede porteña de la Congregación, una alumna tuvo la idea que cambiaría la vida de la Hermana para siempre. Le propuso hacer un programa en el canal de cable El Gourmet y ella aceptó sin demasiadas vueltas: "A mí me pareció una actividad muy linda, era transmitir no una cocina sino una misión". A los productores les pareció que podía funcionar. Funcionó. 

Su tono de voz pausado, las recetas suizo-alemanas de sus antepasados, su obsesión por no desperdiciar absolutamente nada -rompe un huevo, pasa el dedo índice por el interior de la cáscara vacía, lo limpia-, su imagen austera y la mesada despojada del convento convirtieron el programa en uno de los mayores éxitos del canal. 

Brando: ¿Se acostumbró rápido a las cámaras?  
Bernarda: Sí, yo no me hacía problema, era lo más natural posible.  

La autenticidad definió, desde el comienzo, la estética del ciclo que en su primera edición se llamó Dulces tentaciones. "El director me decía que tenía que presentarme como era, así que me presenté con el hábito. ¿Por qué voy a andar con pollera y con pelo de rulos, se da cuenta? Tenía que ser como soy". 

La Hermana Bernarda se convirtió, de esta manera, en la estrella menos pensada. 

Brando: ¿La reconocen por la calle?  
Bernarda: A mí sí, por todas partes. Ayer fui a Carrefour a hacer las compras, y no sabe cuánta gente me saludaba. Hay que ser educado: "Qué tal, cómo le va", y listo. No entrar en charlatanería; si uno viene a saludar, saludo.  
Brando: ¿Le gusta que la conozca tanta gente?  
Bernarda:¿Cómo dice?...  
(Otra vez el audífono, la misma molestia). 
Brando: Le preguntaba si le gusta el reconocimiento de la gente.  
Bernarda: Una vez el Padre me dijo: "Nosotros con la ideología no hemos llegado a tantas personas como usted a través de la cocina". 

Brando: Se hizo famosa...  
Bernarda: Yo no pienso en eso. No hay que buscar éxitos. Las cosas vienen solas, es lo que el Señor quiere. Los que están buscando y buscando no son personas felices, porque nunca llegan a conformarse.  

Sin buscarlo, entonces, llegó a estar nominada en los Martín Fierro del Cable como mejor conductora femenina, viajó como invitada especial para cocinar en Chile, México, Ecuador y Montevideo y publicó ocho libros de cocina hasta convertirse en best seller. Hermana Bernarda 100 recetas. Cocina y meditación, publicado en 2003, lleva vendidos 200 mil ejemplares. 

El pico máximo de su raid mediático lo vivió en la mesa de Mirtha Legrand junto a Donato de Santis y Dolli Irigoyen. La señora Mirtha, tenedor en mano, le preguntó si alguna vez había tenido novio. 
Bernarda:"A mí no me interesaba", le contesté. "¿Por qué piensa que es gran cosa tener novio? ¿Le parece lo principal en la vida?", le dije.  

Brando: ¿Usted qué opina?  
Bernarda: Es una cosa de locos, ahora tienen dos o tres novios y quedan embarazadas. "Ustedes se ensucian la cara con saliva", les digo a las chicas que yo conozco. No hay autenticidad. No se conocen como personas, faltan ideales cristianos. Yo creo en el matrimonio bien completo, bien formado.  

"Las chicas" a las que se refiere son sus alumnas, 17 mujeres que llegan todos los lunes a su casa de Quilmes para aprender a cocinar. 

La Hermana es docente desde hace 61 años; empezó en el convento cuando tenía 24 y nunca más paró. Sin embargo, dice que le cuesta: "No sirvo, no puedo comprender que el otro no me entienda, y me enojo. Para enfermera tampoco sirvo, por mi carácter no puedo ver el sufrimiento y no podría aceptar muchas cosas".  

Brando: ¿Cómo es su manera de enseñar?  
Bernarda: Soy muy metódica. El primer mes cocino yo y enseño todas las cosas necesarias. Cuando entro a la cocina, abro los armarios y muestro cómo están; les digo que tiene que quedar todo ordenado y limpio, como lo ven.  
Brando: ¿Vienen las mujeres del barrio a sus clases?  
(Se enoja. El audífono le hace ¡pip!). 
Bernarda: No sé, yo no les pregunto de dónde vienen. Yo no les pregunto nada, no le voy a decir: "¿Usted tiene novio? ¿Está separada?". Si no me cuentan de su vida, no tengo por qué preguntar.  
Brando: ¿Tiene alumnos varones?  
Bernarda: No, no.  
Brando: ¿Tendría?  
Bernarda: Yo tengo mujeres y listo.  

 
Muerte y resurrección

El 7 de abril de 2010 -también sin buscarlo-, la monja llegó a Twitter. Alguien escribió en 25 caracteres: "Murió la Hermana Bernarda". La noticia, falsa, se viralizó y salió publicada hasta en la placa roja de Crónica TV. Hubo periodistas en la puerta de su casa y llamados de familiares angustiados. "He resucitado a una vida nueva", dijo por radio para tranquilizar a sus seguidores. 

Brando: ¿Qué pensó cuando se enteró?  
Bernarda: Y, bueno, un día me voy a morir.  
Brando: ¿Se lo tomó con humor?  
Bernarda: Y sí, yo lo tomé bien porque no es verdad. Hay personas que siempre quieren ser llamativas. Es el mundo de hoy.  
Brando: ¿Cómo es el mundo de hoy?  
Bernarda: Yo lo veo una cosa revolucionaria, mucha inquietud, mucha inseguridad.  
Brando: ¿Cómo le gustaría que fuese?  
Bernarda: No sé, no puedo decir.  

La Hermana Bernarda se despide, una mano en el picaporte de la puerta abierta y la otra cerrándose el saquito gris a la altura del cuello. Pone voz grave y empieza a cantar. Entona un himno religioso que se llama Danke für diesen guten Morgen. Significa: "Gracias por esta buena mañana", en alemán. El idioma de su abuelo. El que aprendió en el campo.
 publicado en Conexión Brando

Camino al andar

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El otro día, Montserrat Caballé confesó en televisión: «Soy una mujer afortunada por muchas razones, pero, si tengo que elegir, me quedo solo con una. Soy una persona de fe, y en ella me he apoyado toda mi vida». Me sorprendió mucho su declaración. Tal vez porque en el mundo actual vivimos encasillando o etiquetando personas y no me pegaba que ella fuera una persona religiosa.

Menos aún que no le importara declararlo abiertamente y me pareció muy valiente por su parte. Si ustedes se fijan, existe un gran pudor en decir que uno es creyente. Tanto es así que, para que no la tachen de carca, la gente recurre a todo tipo de eufemismos. Por ejemplo, cuando alguien muere, sus amigos dicen que se ha ido «más allá de las estrellas» y, si uno desea fervientemente conseguir algo, declara que espera que «los dioses le sean propicios».

También es curioso resaltar cómo personas que se confiesan agnósticas e incluso ateas se pasan el día consultando el horóscopo, como si creer en los astros y en la conjunción de Venus con Marte fuera mejor o más científico que creer en san Antonio o en la Purísima Concepción.

Nada que objetar, por supuesto, a que alguien adore hasta al Pato Donald si le da la gana, allá cada uno; lo que me parece pintoresco es que hacerlo «merezca un respeto», mientras que creer en Dios se tome a chufla o produzca, como mínimo, una sonrisita condescendiente. En lo que a mí respecta, también soy una persona de fe. No es algo de lo que hable por lo general, de hecho rara vez lo digo, pues temo que se malinterprete.

Y es que, por el afán etiquetador del que antes hablaba, se tiende a pensar que, si uno cree, es un meapilas o, como mínimo, alguien un poco rarito. También se nos suele asimilar a determinadas corrientes políticas, cuando no suponer que pertenecemos a alguna facción ultraconservadora dentro de la Iglesia católica.

En mi caso, ninguna de esas cosas es cierta. Es más, vengo de un país tan poco religioso que la Navidad no se llama Navidad y la Semana Santa se conoce como la semana de turismo. Tal vez por eso nunca he tenido, como el resto de las personas de mi generación, esa relación amor-odio con la Iglesia.

Tampoco fui a colegio de monjas ni me he educado con principios religiosos. Lo mío ha sido una larga búsqueda y una inquietud espiritual que no tiene, por cierto, el resto de las personas de mi entorno. Si escribo ahora este artículo, y me lo he pensado mucho antes de hacerlo, no es para hablar de mi fe, pues pienso que es algo personal y cada uno debe buscar su camino, que no es necesariamente el mío. Lo único que me gustaría señalar es que tener una cierta inquietud espiritual es algo que me ha dado mucha felicidad. Por supuesto no es mi intención adoctrinar a nadie ni convencerlo de nada. Tampoco creo en una religión excluyente o desdeñosa con las demás. Lo que sí pienso, en cambio, es que vale la pena emprender la búsqueda.

No, curiosamente, como cree la gran mayoría, para encontrar explicación a los misterios que nos rodean, tampoco para tener la seguridad de que existe algo después de esta vida y ni siquiera para encontrar ayuda en los momentos de tribulación. Sino porque la simple búsqueda ya da sentido a todo lo demás y se ven las cosas de otro modo. En realidad, siempre he pensado que la religión sirve más para ser feliz en esta vida que para entrar en otra. De lo que no puedo hablarles es de qué ruta tomar. Si cada religión es un camino y todos conducen a un mismo destino, importa poco cuál se elija. Algunos, después de haberse criado en una religión que no los llenaba en absoluto, buscan una fe muy ajena a la suya. Otros, en cambio, como yo, tras rebuscar por todos lados, vuelven a la de su infancia porque tiene más referentes culturales con su vida y con su sensibilidad. Por favor, disculpen esta confesión tan privada. Lo único que pretendía con ella era decir que se hace camino al andar y que tan solo iniciar la marcha ya hace que uno vea las cosas de otro modo y disfrute más del paisaje.

escrito por Carmen Posadas 
(fuente: www.carmenposadas.net)

Más de un millón de franceses: Sí al matrimonio, no a uniones gay

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Martes 15 Ene 2013 París (Francia) (AICA) Más de un millón de personas se unieron en París (Francia) en la denominada "Marcha para Todos" en defensa del auténtico matrimonio y en contra del proyecto de ley promovido por el presidente Francois Hollande para legalizar las uniones homosexuales y la adopción de niños por parte de estas parejas.

Los organizadores calculan que en la marcha participaron entre un millón trescientas mil, y un millón quinientas mil personas, aunque diversos medios estiman que fueron entre 340 y 800 mil los que desbordaron las calles parisinas.

Los participantes entre ellos miles de matrimonios acompañados de sus hijos, estaban vestidos con colores rosado, blanco y azul, y portaban pancartas y globos impresos con la figura de una familia conformada por papá y mamá.

En las pancartas se podían leer frases como: "Los papás y las mamás a las calles descendemos y el matrimonio defendemos", "Papá más Mamá: No hay nada mejor para un niño", "Todos nacemos de un hombre y de una mujer", "Ni progenitor A, ni progenitor B: ¡Papá y Mamá!".

Se estima que 200 mil personas llegaron a la capital francesa por tren y autobús desde diversas ciudades para participar de la marcha. A primera hora de la mañana del lunes muchos de ellos habían retornado ya a sus lugares de origen.

Un total de 34 asociaciones, entre asociaciones de familia, católicas, protestantes, musulmanas, jurídicas, infantiles, e incluso algunas organizaciones de homosexuales convocaron a la marcha que superó todas las expectativas.

Sobre la manifestación, Cathering Vierling, miembro del comité organizador, señaló a ACI Prensa que "fue como un tsunami. Se sentía algo poderoso, una fuerte determinación de todos. El sentimiento era de alegría y de júbilo, combinada con una sensación de gran fuerza".

"Pude ver a muchos jóvenes y mucha otra gente tomando los trenes a medianoche, algo que las familias consideraron muy necesario" para poder participar de esta marcha que unió a Francia, agregó.

Una representante del partido Democrático Cristiano, Christine Boutin, en una entrevista a la televisora francesa BFM TV News advirtió que "si el gobierno, en especial el Presidente no reacciona, habrá tensiones muy importantes en este país".

"Las 34 asociaciones -dijo Boutin- fueron capaces de reunir a tanta gente. Hay más de 1 millón, algo nunca visto en 50 años. No hay memoria de que se haya producido una movilización tan importante". Y agregó que "si el gobierno no escucha, habrá nuevas movilizaciones, habrá una cristalización de todas las insatisfacciones".

La "Marcha para todos" no sólo fue en París sino también en diferentes ciudades del mundo como Nouméa, Reunión, Fort de France, Libreville, Tokio, Moscú, Jerusalén, Varsovia, Roma, Barcelona, Londres, Madrid y Quebec.

Algunos socialistas también estuvieron en la gran manifestación, protestando en contra de su propio gobierno: "Por favor, regresa Jospin, todos se han vuelto locos", coreaban algunos recordando al exprimer ministro.

También se pudo ver a algunos grupos que portaban el código civil francés y que alzaban en protesta, como símbolo de respeto a sus derechos fundamentales señalados por la legislación nacional.

Está previsto que el debate de esta polémica ley, alentada por el presidente Hollande y que fue una de sus promesas de la campaña electoral, se realice el próximo martes 29 de enero.

Un grupo de jóvenes mujeres se vistió como revolucionarias francesas mientras mostraban letreros en donde se leía: "No toques mi código civil", en alusión al proyecto socialista impulsado por Hollande.

“En Francia el debate está muy vivo y el respaldo a la propuesta de ley de Hollande cae a pasos agigantados: 15 puntos en sólo cinco meses, del 65 % en agosto al 50 % en este mes. +

JMJ 2013, preguntas y respuestas

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- Qué es la Jornada Mundial de la Juventud?
Más que un encuentro que reúne miles o hasta millones de jóvenes, la Jornada Mundial de la Juventud da testimonio de una Iglesia viva y en constante renovación. Son ellos, los jóvenes, los protagonistas de este gran encuentro de fe, esperanza e unión. La JMJ tiene como objetivo principal, dar a conocer a todos los jóvenes del mundo el mensaje de Cristo, pero también es verdad que a través de ellos se muestra al mundo el “rostro” joven de Cristo.

- Cuándo se realizan las Jornadas? 
Los encuentros mundiales son realizados con intervalos que varían de 2 a 3 años. La última Jornada Mundial de la Juventud fue del 16 al 21 de agosto de 2011, en Madrid, España.

- Cuándo y donde será la próxima Jornada? 
La próxima JMJ será en la ciudad de Rio de Janeiro, Brasil, del 23 al 28 de julio de 2013.

- Quién puede participar? 
La participación en la JMJ es abierta a todos.

- Cómo se iniciaron las Jornadas Mundiales de la Juventud? 
La primera JMJ se realizó en Roma, en el año 1986, a nivel diocesano. Tuvo su origen en los encuentros del Papa Juan Pablo II con los jóvenes de 1984 y 1985. En 1984 fue celebrado en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el Encuentro Internacional de la Juventud, en ocasión del Año Santo de la Redención, ahí los jóvenes recibieron a la Cruz Peregrina. En el año 1985 el Santo Padre anunció la creación de la Jornada Mundial de la Juventud.

- Qué ocurre durante la JMJ? 
Son muchas las actividades en las cuales los jóvenes son invitados a participar, como catequesis, eventos culturales, momentos de compartir y convivencias. Pero existen aquellas que están previas como actos centrales de la JMJ (ceremonia de apertura, bienvenida al Papa, Vía Crucis, la vigilia de los jóvenes con el Papa y la Misa de clausura) y los eventos extraordinarios.

- Cuál es el lema de la próxima JMJ? 
“Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt. 28,19) es el lema de la JMJ Rio2013. El anuncio lo realizó el Papa Benedicto XVI el día 24 de agosto de 2011.

- Como hago para inscribirme? 
En breve estará disponible el link para la ficha de inscripción www.rio2013.com

- Puedo ser voluntario? 
Los voluntarios son esenciales para la realización de la Jornada, y estás invitado a formar parte de la JMJ Rio2013. Para ser voluntario, debes de llenar la ficha.

- Cómo será el hospedaje? 
El hospedaje, para aquellos que opten por esta categoría en el momento de inscribirse, será en casas de familias, asociaciones, escuelas, universidades, polideportivos.

- La Pre Jornada o Días de Diócesis 
Conocido como Pre Jornada, o programa de “Días de Diócesis” (DND) se realizan en los días anteriores a la Jornada Mundial de la Juventud. En la JMJ de Madrid, aproximadamente 300 mil jóvenes de más de 135 países participaron de esta preparación, acogidos en 63 diócesis. Las actividades para esos días que anteceden a la JMJ son programados por las propias diócesis e incluyen actividades culturales, visitas históricas y momentos de fiesta, además, claro, de tiempos de oración y celebraciones en los santuarios y lugares de peregrinación que forman parte de la identidad religiosa del lugar.

(fuente: www.rio2013.com)

Tres vías que conducen a Dios

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VATICANO, 14 Nov. 12 / 11:57 pm (ACI).- El miércoles pasado, meditamos sobre el deseo de Dios que el ser humano lleva en lo más profundo de sí mismo. Hoy me gustaría seguir profundizando con ustedes este aspecto y meditando brevemente sobre algunas vías para llegar al conocimiento de Dios:

Pero quisiera recordar que la iniciativa de Dios precede siempre cualquier iniciativa del hombre, y también en el camino hacia Él, es Él el primero que nos ilumina, nos orienta y guía, respetando nuestra libertad. Así como es siempre Él, el que nos hace entrar en intimidad con Él mismo, revelándose y donándonos la gracia de poder acoger esta revelación en la fe.

No olvidemos nunca la experiencia de San Agustín: "no somos nosotros los que poseemos la Verdad después de haberla buscado, sino que es la Verdad la que nos busca y nos posee".

Pero, hay vías que pueden abrir el corazón del hombre al conocimiento de Dios, hay signos que conducen a Dios. Por supuesto, a menudo corremos el riesgo de quedar deslumbrados, por el brillo de la mundanidad, que nos hace menos capaces de recorrer algunos caminos o de leer esos signos.

Sin embargo, Dios no se cansa de buscarnos, es fiel al hombre que ha creado y redimido, permanece cerca de nuestras vidas, porque nos ama. Ésta es una certeza que nos debe acompañar todos los días, a pesar de que ciertas mentalidades difusas dificulten la misión de la Iglesia y de los cristianos de comunicar la alegría del Evangelio a todas las criaturas y de conducir a todos al encuentro con Jesús, único Salvador del mundo.

Sin embargo, ésta es nuestra misión, es la misión de la Iglesia y cada creyente debe vivirla con alegría, sintiéndola como propia, a través de una vida verdaderamente animada por la fe y marcada por la caridad, por el servicio a Dios y a los demás, y capaz de irradiar esperanza. Esta misión resplandece sobre todo en la santidad, a la que todos estamos llamados.

Hoy en día, sabemos que no faltan dificultades y pruebas para la fe, a menudo poco comprendida, contestada y rechazada. San Pedro –como hemos escuchado– dijo a sus cristianos: "Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto" (1 Pe 3, 15-16).

En el pasado, en Occidente, una sociedad que se consideraba cristiana, la fe era el ambiente en el que todos se movían, la referencia y la adhesión a Dios eran, para la mayoría de la gente, parte de la vida cotidiana. Más bien, el que no creía, sentía que debía justificar su incredulidad. En nuestro mundo, la situación ha cambiado y, cada vez más, el creyente debe ser capaz de dar razón de su fe. El Beato Juan Pablo II, en su Encíclica Fides et Ratio, hizo hincapié en cómo la fe está puesta a prueba, también en la época contemporánea, atravesada por formas sutiles e insidiosas de ateísmo teórico y práctico (cf. nn. 46-47).

A partir del Iluminismo, la crítica contra la religión se ha intensificado; la historia se ha caracterizado también por la presencia de sistemas ateos, en los que se consideraba a Dios como una mera proyección del espíritu humano, una ilusión, y el producto de una sociedad distorsionada por tantas alienaciones.

El siglo pasado ha sido testigo de un fuerte proceso de secularismo, en nombre de la autonomía absoluta del hombre, considerado como medida artífice de la realidad, pero empobrecido por su ser criatura "a imagen y semejanza de Dios". En nuestro tiempo, se ha verificado un fenómeno particularmente peligroso para la fe: hay una forma de ateísmo que definimos, precisamente, "práctico", que no niega las verdades de la fe o los ritos religiosos, sino que simplemente los considera sin importancia para la vida cotidiana, separados de la vida, inútil.

A menudo, entonces, se cree en Dios de una manera superficial, y se vive "como si Dios no existiera" (etsi Deus no daretur). Al final, sin embargo, esta forma de vida es aún más destructivo, porque conduce a la indiferencia ante la fe y la cuestión de Dios.

En realidad, el hombre separado de Dios, se reduce a una sola dimensión, la horizontal, y precisamente este reduccionismo es una de las causas fundamentales de los totalitarismos, que han tenido consecuencias trágicas en el siglo pasado, así como de la crisis de valores que vemos en realidad actual.

Oscureciendo la referencia a Dios, también se oscureció el horizonte ético, para dejar espacio al relativismo y a una concepción ambigua de la libertad, que, en lugar de liberar, acaba atando al hombre con los ídolos. Las tentaciones que afrontó Jesús en el desierto, antes de su misión pública, representan muy bien los "ídolos" que fascinan al hombre, cuando no va más allá de sí mismo.

Cuando Dios pierde su centralidad, el hombre pierde su lugar justo, ya no encuentra su lugar en la creación, en las relaciones con los demás. No ha perdido su significado lo que la sabiduría antigua evoca con el mito de Prometeo: el hombre cree que puede llegar a ser, él mismo, "dios" dueño de la vida y la muerte.

Ante este marco, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, no cesa nunca de afirmar la verdad sobre el hombre y su destino. El Concilio Vaticano II afirma claramente: "La razón más alta de la dignidad del hombre consiste en su vocación a la comunión con Dios. Desde su nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios: de hecho existe, solamente porque ha sido creado por el amor de Dios, conservado por el mismo amor de Él, vive plenamente según la verdad si se reconoce libremente y se entrega a su Creador" (Gaudium et Spes, 19).

¿Qué respuestas, entonces está llamada a dar la fe con "gentileza y respeto", al ateísmo, al escepticismo, a la indiferencia hacia la dimensión vertical, de modo que el hombre de nuestro tiempo se siga interrogando sobre la existencia de Dios y recorra los caminos que conducen a Él? Me gustaría mencionar algunos aspectos, como resultado tanto de la reflexión natural, como de la misma fuerza de la fe. Me gustaría muy brevemente resumirlo en tres palabras: el mundo, el hombre, la fe.

La primera: el mundo. San Agustín, que en su vida ha buscado durante mucho tiempo la Verdad y fue aferrado por la Verdad, tiene una página bella y famosa, en la que dice: "Interroga a la belleza de la tierra, del mar, del aire enrarecido que se expande por todas partes; interroga la belleza del cielo... interroga a todas estas realidades. Todas te responderán: mira y observa qué hermosas somos. Su belleza es como un himno de alabanza. Ahora bien, estas criaturas tan hermosas, pero a la vez tan cambiantes, ¿quién las hizo, si no uno que es la belleza que no cambia"? (Sermón 241, 2: PL 38, 1134).

Creo que tenemos que recuperar y devolver al hombre de hoy la posibilidad de contemplar la creación, su belleza, su estructura. El mundo no es un magma informe, pero cuanto más lo conocemos, más descubrimos los mecanismos maravillosos, mejor vemos su diseño, vemos que hay una inteligencia creadora. Albert Einstein dijo que en las leyes de la naturaleza "se revela una razón tan superior que todo el pensamiento racional y las leyes humanas son comparativamente una reflexión muy insignificante" (El mundo como yo lo veo, Roma 2005). Una primer camino, pues, que conduce al descubrimiento de Dios es contemplar con ojos atentos la creación.

La segunda palabra: el hombre. Siempre San Agustín, tiene una famosa frase que dice que Dios está más cerca de mí que yo a mí mismo (cf. Confesiones, III, 6, 11). A partir de aquí se formula la invitación: "No vayas fuera de ti mismo, vuelve a entrar en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad" (True Religion, 39, 72).

Este es otro aspecto que corremos el riesgo de perder en el mundo ruidoso y dispersivo en el que vivimos: la capacidad de pararnos y de mirar en lo profundo de nosotros mismos y leer esa sed de infinito que llevamos dentro, que nos impulsa a ir más allá y nos lleva hacia Alguien que la pueda colmar. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: "Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de la conciencia, con su aspiración al infinito y a la felicidad, el hombre se pregunta sobre la existencia de Dios "(n. 33).

La tercera palabra: la fe. Sobre todo en la realidad de nuestro tiempo, no debemos olvidar que un camino que conduce hacia el conocimiento y al encuentro con Dios es la vida de fe. El que cree está unido a Dios, está abierto a su gracia, a la fuerza de la caridad. Así su existencia se convierte en testimonio no de sí mismo, sino del Resucitado, y su fe no tiene miedo de mostrarse en la vida cotidiana: está abierta al diálogo, que expresa profunda amistad para el viaje de cada hombre, y sabe cómo abrir las luces de esperanza a la necesidad de redención, de felicidad, de futuro.

La fe, de hecho, es encuentro con Dios que habla y actúa en la historia y que convierte nuestra vida cotidiana, transformando en nosotros mentalidad, juicios de valor, decisiones y acciones. No es ilusión, fuga de la realidad, cómodo refugio, sentimentalismo, sino que es participación de toda la vida y es anuncio del Evangelio, la Buena Nueva capaz de liberar a todo el hombre. Un cristiano, una comunidad que sean laboriosos y fieles al designio de Dios que nos ha amado desde el principio, son una vía privilegiada para los que viven en la indiferencia o en la duda acerca de su existencia y de su acción.

Esto, sin embargo, pide a todos a hacer cada vez más transparente el propio testimonio de fe, purificando la propia vida para que sea conforme a Cristo. Hoy en día muchos tienen una concepción limitada de la fe cristiana, porque la identifican con un mero sistema de creencias y valores, y no tanto con la verdad de Dios revelada en la historia, deseoso de comunicarse con el hombre cara a cara, en una relación de amor con él.

De hecho, fundamento de toda doctrina o valor es el encuentro del hombre con Dios en Cristo Jesús. El cristianismo, antes que una moral o una ética, es el acontecimiento del amor, es el acoger la persona de Jesús. Por esta razón, el cristiano y las comunidades cristianas y cristianos, antes que nada, deben mirar y hacer mirar a Cristo, verdadero camino que conduce a Dios.
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