Quantcast
Channel: Mallinista
Viewing all 399 articles
Browse latest View live

Sobre mi camino

0
0
Desde lo hondo te llamo Señor,
dueño de toda mi existencia.

Con la frágil humildad
de un corazón autosuficiente,
te acepto como principio y fin,
creador y plenitud de cuanto soy y pueda ser.

Recibí Señor
esta costosa entrega que hoy cargo
y hacela llevadera por la experiencia de tu cercanía,
hasta que mi alegría consista en alabarte sirviéndote,
trascendiendo desde mi amor mi propia libertad.

Vos sos mi Dios presente,
el Dios de mis días, el que conoce todo lo que mi corazón siente,
al que busco como fuente de agua viva.
Tú eres mi padre y yo soy tu hijo:
esta es la realidad transformadora de todo mi existir.

Desde lo hondo te llamo mi Señor,
como un niño crecido entre fantasmas inquietantes,
que vuelve a las fuentes últimas de su ser para sobrevivir en serena plenitud,
y experimentar el gozo de la libertad maduramente entregada.

Porque el mucho camino enturbia mi horizonte.
Hacé de mi acción una canción de alabanza
y un servicio constante, para que en mí seas bendito.
Hacé de cuanto me rodea camino hacia Vos
y, caminando, haré de todo algo más divino por más humano que sea.
Hacé que tanto camine por las cosas cuanto me conduzcan a Vos,
y que de tal modo las trate para que cada vez me lleven más a Vos.

Amén!

escrita por Norberto Alcover S.J.
(fuente: www.oleadajoven.org)

Enfrentar la crisis: ¿Optimismo o esperanza? 5 razones para la esperanza

0
0
Aquí en España llevamos ya un tiempo escuchando malas noticias, una tras otra: el paro, la recesión económica, los desahucios, la prima de riesgo, los recortes en sanidad y educación, las subidas de impuestos y de servicios, las bajadas compulsivas de sueldos, y pare usted de contar…

Además, por si fuera poco, siempre parece otear en el horizonte el anuncio amenazante de más crisis, más recortes, más medidas, más y más,…ya sea para la semana que viene, o el mes que viene, o el año que viene,… ¡Venga ya!

A nivel personal se impone, es cuestión de supervivencia, afrontar el temporal con optimismo, y plantar cara a los problemas con decisión, con coraje,… Sin embargo, a veces nos sentimos tan arropados por las dificultades que, sencillamente, nos desinflamos.

Descubrimos que no basta con ser simplemente optimistas para que las cosas mejoren. En ocasiones, recibimos tal decepción que nos sentimos hundidos y deprimidos.

Considero que más peligroso que un pesimista, es un optimista ingenuo, que piensa que las cosas van a marchar bien porque sí, aunque su creencia no tenga asidero en la realidad.

Algunos postulan, en contrapartida, un optimismo realista, es decir, tener una actitud básicamente positiva frente a la vida, sin despegar los pies de la realidad que siempre es tozuda, y se impone a todos nos guste o no.

En lenguaje bíblico se habla no tanto de optimismo sino de esperanza, una de las virtudes teologales que junto con la fe y el amor, infunde Dios en nosotros el día de nuestro bautismo.

La esperanza cristiana no sufre los vaivenes del optimismo ciego porque tiene su fundamento en Dios mismo quien, como dice Santa Teresa de Jesús, no se muda, siempre permanece igual.

Pues bien, para atravesar los valles oscuros de esta crisis no basta el optimismo, ni el realista ni mucho menos el ingenuo, necesitamos la virtud grandota de la esperanza, que es gracia de Dios infundida por el Espíritu Santo en nosotros.

¿En qué se fundamenta la esperanza? ¿Cuáles son las razones que la sostienen en medio de las pruebas y los sufrimientos que la vida nos depara? Llevo un tiempo buscando respuestas a estas preguntas, que me tocan muy de cerca, y aunque nunca se deja de preguntar y de buscar, he querido compartir aquí esos motivos que en mi camino de fe han mantenido, y mantienen, a veces en medio de la noche, mi esperanza en el Señor.

Estas son, pues, las 5 razones de mi esperanza:

1. La fidelidad de Dios: Dios nunca se desdice de su voluntad de bendecirnos y de comunicarnos su amor salvador, pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables (Rom. 11, 29). Es más, aunque seamos infieles, él permanece fiel porque no puede negarse a sí mismo (2 Tim. 2, 13)

2. Dios todo lo dispone para nuestro bien: En todas las cosas interviene Dios para el mayor bien de sus hijos (Rom. 8, 28). No hay que preguntarse por qué esto, o por qué aquello, pues incluso los momentos de sufrimiento y angustia el Señor los permite para nuestro bien (Gen. 50, 20). Él lleva contados los cabellos de nuestras cabezas (Mt. 10, 30), y guarda nuestras entradas y salidas, ahora y por siempre. Amén (Sal. 120)

3. Dios nunca permite una prueba que no podamos superar: Porque Dios es fiel no consiente que soportemos una tribulación que supere nuestras fuerzas, antes bien con la misma prueba, dispone los medios y los caminos para que podamos vencer, y salir airosos del problema (1 Cor. 10, 13) Esta es nuestra confianza, pues nos basta su gracia, ya que su fuerza actúa en la debilidad, de allí que se nos invite a gloriarnos incluso en las necesidades y en las angustias, para que se cumpla en nosotros la paradoja cristiana: cuando somos débiles, entonces somos fuertes (2 Cor. 12, 9-10).

4. La misericordia de Dios: Dios cuida de nuestra vida con su amor providente no porque lo merezcamos o porque seamos buenos, sino porque es misericordioso, y su misericordia desborda siempre nuestros méritos (Lc. 15, 1-31). Esa misericordia de Dios es del tamaño de su grandeza (Ecl. 2, 18), es decir, infinita. La Regla de San Benito, nos aconseja jamás desesperar de la misericordia divina. No hay problema ni situación de nuestra vida, por más insalvable que pueda parecer, que escape de la misericordia del Señor, pues no tiene medida, y se renueva para ti y para mi cada mañana (Lam. 3, 22-23)

5. Dios está siempre con nosotros: Llueva a cantaros, o salga el sol, el Señor camina con nosotros, él nunca nos abandona (Mt. 28, 20), en él hallamos todas las gracias que necesitamos, el amor, el consuelo, la fortaleza (Ef. 1, 3)… Es sabio consejero en la toma de decisiones (Sal. 33, 5), y amigo verdadero para las horas de soledad (Jn. 15, 15) No enfrentamos los molinos de viento de la vida solos, contigo y conmigo camina siempre el Señor: “No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios” (Is. 41, 19).

“Espera en el Señor, sé valiente, te ánimo, espera en el Señor” (Sal. 26, 14)

(fuente: librosyvideoscristianos.blogspot.com.ar)

La Imaculada Concepción de María, un dogma de fe

0
0
La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que, por una gracia especial de Dios, Ella fue preservada de todo pecado desde su concepción.

En el año 2004 se celebró el 150 aniversario de la Proclamación del Dogma de que María fue concebida sin pecado original, sin mancha. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.

"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de todo mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelado por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles ... " Pío IX, bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de (1854)

La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana. María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir, María es la "llena de gracia" desde su concepción. Cuando hablamos de la Inmaculada Concepción no se trata de la concepción de Jesús, quien, claro está, también fue concebido sin pecado.

"Dios inefable, (...) habiendo provisto desde toda la eternidad la ruina lamentabilísima de todo el género humano que había de derivarse de la culpa de Adán, y habiendo determinado, en el misterio escondido desde todos los siglos, culminar la primera obra de su bondad por medio de la encarnación del Verbo (...), eligió y señaló desde el principio y antes de todos los siglos a su unigénito Hijo, una Madre, para que, hecho carne de Ella, naciese en la feliz plenitud de los tiempos; y tanto la amó por encima de todas las criaturas, que solamente en Ella se complació con señaladísima benevolencia.

Como nos indican las anteriores palabras de Pío IX, la concepción inmaculada de la Virgen María es un maravilloso misterio de amor. La Iglesia lo fue descubriendo poco a poco, al andar de los tiempos. Hubieron de transcurrir siglos hasta que fuera definido como dogma de fe.

Dirijamos, pues, nuestra mirada en este tiempo de Adviento a María, que preparó a conciencia el primer y verdadero adviento. Nadie como Ella supo interpretar los signos de los tiempos, sintiendo que el Señor estaba cerca, Ella oró como nadie con el Salmo 24: "Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza".

Y cuando le fue propuesta la maternidad, nada menos que del mismísimo Hijo de Dios, no quiso decir que no. Su vida fue un "sí "rotundo a los planes de Dios.

Siendo Ella, con su sí, quien propició que el Dios lejano se hiciera nuestro, y a partir de la encarnación de su Hijo, Dios tuviera otro título que antes no tenía: Emmanuel", el Dios con nosotros, el Salvador, el que puso su tienda entre nosotros.

Parece que de María tendríamos que explayarnos hasta la última semana de Adviento, pero quién mejor que Ella para abrir y disponer los corazones para que esta Navidad no tenga las características de ser sólo una fiesta más, o mejor la fiesta de las fiestas, donde hay de todo, pero donde se siente muchas veces un vacío, no tanto por las cosas de las que no se pudo disponer para la fiesta y el festejo, sino precisamente por no haber dispuesto el corazón, para hacer ahí el Adviento, la llegada, la recepción y la acogida para el recién nacido.

Navidad será entonces un festejo anticipado de la Pascua del Señor. Sin su encarnación, no hubiera sido posible ni la entrega, ni la redención, ni la cruz; pero tampoco la Resurrección y la vuelta de los hijos de Dios a la casa, al Reino, a los brazos amorosos del buen Padre Dios. La Navidad nos hermanará en torno al Divino Niño, nos hará compadecernos y enternecernos a la vista de quien se convierte en la presencia más cercana del Dios de los Cielos, y de la tierra.

María es un signo anticipado: de limpieza, de belleza, de santidad, de perfección, de plenitud, de vida nueva, de victoria pascual. Es un anticipo del ideal humano, del proyecto que Dios había soñado para el hombre. Un modelo, por lo tanto, para cada persona humana, para cada creyente, para la Iglesia, para la humanidad. Lo que tanto soñamos y deseamos es posible, en María se ha realizado ya.

Alegre aurora. Cuando aparecen las primeras luces del día, cuando amanece o mañanea, admiramos los tonos de color que vencen la oscuridad nocturna, Y nos alegramos. La luz, además de ofrecernos claridad, nos llena de alegría. Así es la Virgen Inmaculada, suave luz que anuncia victoria sobre el pecado y la muerte, señal segura de que se acerca el día, buena noticia para todos los hijos de la noche, causa de nuestra alegría.

Alegría verdadera, porque nos garantiza salvación y victoria. Después de tantos fracasos, después de tantas derrotas, por fin podemos levantar cabeza. El poder de las tinieblas ha sido superado. En la madre aparece un punto de luz primero, como una flor, pero la luz va creciendo hasta el encanto. Es un regalo, no sólo para los ojos, sino para toda el alma.

Pero la aurora es un anuncio solamente, ella no tiene identidad propia, es una adelantada de otra realidad original, que es el sol. La aurora no es el día, sino que lo anuncia, lo prepara. Sus luces y colores no son propios, sino del sol. La aurora es algo relativo, sin el sol nada sería. Así es María con relación a Cristo, nuestro día y nuestro sol.

(fuente: webcatolicodejavier.org)

"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo"

0
0
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc. 1, 26-38)

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.

1ª) ¡El marco de la encarnación!

Lucas pone especial cuidado en narrar las circunstancias humanas en que se va a producir el acontecimiento central de la historia de la salvación. Coincide con el relato de Mateo al descri-bir a los personajes elegidos por Dios para realizar su designio de enviar a su Hijo al mundo nacido bajo la ley, nacido de mujer. José y María estaban desposados, es decir, con el propósito ya firme de formar pronto un hogar en Nazaret. Se indica la situación de María, es una virgen. Y José es de la casa de David. Ambos elementos son necesarios para la adecuada comprensión de la narración. Jesús será hijo de David a través de José que, sin embargo, no será su padre biológico. Lo será por la paternidad legal que produce los mismos efectos jurídicos que la paternidad natural, cuando así lo reconoce públicamente el padre. La Palabra se hará historia en un hogar humano, pero con una intervención divina del todo especial como lo demuestra la presencia de un ángel enviado por el Señor.

2ª) ¡La misión encomendada a María!

Alégrate, agraciadísima*, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. La expresión alégrate que puede tener un sentido corriente de saludo, como por ejemplo la paz sea contigo, etc. reviste un sentido del todo especial cuando se la relaciona con Zc 9,9; Sf 3,14-17; Jl 2,21-23. Se trata de la alegría porque la época mesiánica alborea ya. Es el gozo de todo un pueblo, representado ahora por María, que entiende que el Mesías está ya a la puerta. Y el título dado a María, que traducimos por agraciadísima está relacionado directamente con la misión que se le va a encomendar. Significa, en primera instancia, que María ha sido el objeto de la benevo-lencia divina porque la ha elegido para la misión de ser la madre del Mesías y la Madre del Hijo de Dios. Como consecuencia de esta misión del todo singular, Dios preparó al instrumento elegido cuidadosamente. Estas palabras que leemos en 1Tm 1,12 se pueden aplicar de modo eminente a María: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo porque me eligió, me capacitó y me confió este ministerio (1Tm 1,12).

Como se puede observar a lo largo de la Escritura, Dios capacita adecuadamente a todos aquellos a los que quiere encomendarles alguna misión especial. La Iglesia confiesa que María fue liberada y preservada de la realidad del pecado y es elegida para la misión salvadora de su Hijo Jesús. Este don y privilegio nos reenvía a los orígenes y nos permite comprender su sentido. Así lo entendió la versión latina al traducirlo por llena de gracia. María está destinada a una gran tarea en la historia de la salvación. Así lo ha querido Dios. Y se le asegura la presencia divina para acompañarla en esa misión: el Señor está contigo. Este privilegio es para el mundo de hoy una llamada urgente para que recapacite que la voluntad de Dios, de la que nació la libertad de los hombres, es siempre superior a esta libertad. Advierte al hombre y le invita a aceptar con alegría que la comunión con la voluntad y proyecto de Dios no le resta nada, sino que le engrandece y le hace realmente eso, un hombre.

3ª) ¡El Hijo de Dios-Hombre, fruto del Espíritu y de María!

El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Lucas enseña lo mismo que Pablo en Rm 1,3s cuando dice: acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos. Lc 1,35 es, por tanto, el centro del relato de la anunciación. La pregunta de María ha provocado una más profunda explicación: el hijo que tendrá no sólo será el Mesías, será además el Hijo de Dios. Y esto es obra del Espíritu Santo. Pero se trata del Espíritu Creador. Va a tener lugar una nueva creación y para realizarla es necesaria la presencia del Espíritu Creador y la virginidad de María que está al servicio de esta maravilla. Sólo en la conjunción de la fuerza omnipotente del Espíritu y la colaboración de una virgen se expresa adecuadamente la singularísima novedad que se va a producir: la encarnación de la Palabra como primer momento de la nueva creación. La virginidad de María, que se da como elemento necesario, está al servicio de la maravilla que representa la encarnación como nueva creación. María está siempre al servicio de Jesús. Y lo estará más adelante durante el ministerio y hasta el final de su vida. Dos maravillas conjuntadas: intervención del Espíritu Creador de Dios y la aportación de una madre virgen.

Sólo la aportación libre de la criatura hace posible la maravilla del plan de Dios. ¡Dios es así!. Él podía hacerlo sólo y directamente. Ha querido hacerlo a través de su criatura libremente asociada a la tarea. Y eso es lo que hace María. Pronunciando el admirable ¡Hágase! ha entrado a formar parte directa en la encarnación. Su decisión ha hecho posible que la Palabra se hiciera realmente historia en todo humana, menos en el pecado. La actitud de María que acoge la Palabra de Dios para asumirla y meditarla será permanente durante toda su vida. Enseña San Agustín: Ciertamente, cumplió Santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por eso, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno... De ahí que María, es dichosa también porque escuchó la Palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo... Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno (Sermón 25, 7-8).

escrito por Fr. Gerardo Sánchez Mielgo 
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia) 
(fuente: www.dominicos.org)

"Todos verán la salvación de Dios"

0
0
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc. 3, 1-6)

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

No nos envió un mensajero cualquiera. Era Él mismo que se hizo mensaje y mensajero a la vez. Y nos contó que venía a pasear nuestros senderos, por torcidos y altivos que fueran. Pero nos advirtió a través del Bautista que tendríamos que colaborar para ese encuentro: no sólo frecuentando los caminos que Dios frecuentó, sino prepararlos debidamente. Algo así como haciendo camino al andar, nos encontramos en este 2º domingo de Adviento que viene a completar el del domingo anterior. Porque entonces se nos daba un toque de atención: “levantaos, alzad la cabeza, tened cuidado, estad siempre despiertos...” (Lc 21, 34-36). Era una honda invitación a la vigilancia, que este domingo se explicita más aún.

El mensajero es Juan Bautista (que junto con Isaías y María, forma parte de la tríada que nos acompañará en todo este tiempo litúrgico). Fue un profeta querido y temido, porque cantaba las verdades sin pose ni ficción. Pagó caro su amor a la verdad. Pero no sólo la decía, sino que sobre todo la vivía, la decía viviéndola.

Su mensaje se allega hoy hasta nosotros haciéndonos la misma invitación que hace 2000 años hizo a otra gente: está por venir otro, alguien especial, por quien el corazón de todos los hombres ha estado siempre en vilo; avivad, pues, vuestra espera, encended vuestra esperanza, y cambiad, convertíos, porque Él, el esperado por todos y por ti... está para llegar.

Hay que pensar que el mensaje del Bautista no era de palabras de seda para entretener piadosamente a gentes aburridas, para las que el único cambio posible era sólo el cambio de horario. Juan Bautista, entrará a saco para ir al grano en otro cambio y preguntar sin ambages a los de entonces y a nosotros los de acá: ¿qué caminos andas tú? Porque el Mesías no viene por todos los caminos. A saber: el camino de la injusticia, el camino de la violencia, de la inmisericordia, de la dureza, del olvido, de la idolatría, de la tibieza... por ahí no vendrá Él. Es imposible caminar por estos andurriales creyendo que nos llevan a Belén.

En el cruce de caminos de mi vida con la suya, en las sendas allanadas y las colinas descendidas, quiere el Señor mostrar a cuantos quieran ver, su Bondad y su Ternura, sin distinción de raza, lengua y nación. Y así termina este Evangelio: “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6). Tremendo misterio, que Dios haya querido en buena parte supeditar el que esa salvación sea vista, a que yo no tenga, no ande, los caminos indebidos que ofenden a Dios y manchan al hombre.

Sólo queda enderezar lo torcido, allanar lo altanero, igualar lo escabroso. Dios nos quiere camineros y caminantes para que nuestros pies frecuenten las sendas por las que Dios vino, viene y vendrá; caminos que huelen a tomillo de paz, gracia y comunión, caminos de horizontes largos donde la gente se ve de lejos y los rostros como son, caminos llenos de la misericordia y lo entrañable, caminos propios del Buen Dios.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm 
Arzobispo de Oviedo
(fuente: www.iglesiadeasturias.org)

Una sola América a través de un solo mensaje: Cristo

0
0
Se inaugura evento por los 15 años de la Exhortación postsinodal "Ecclesia in America".

Por José Antonio Varela Vidal

CIUDAD DEL VATICANO, Lunes 10 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Con representantes de todo el continente americano, sea que hablen en inglés, francés, portugués o español, comenzó hoy en esta ciudad el congreso internacional Ecclesia in America, como una viva experiencia de comunión y vínculo de amistad entre los participantes provenientes de la Iglesia en todo el continente americano.

Luego de haber asistido en la misa de inauguración ayer con el santo padre, durante la cual Benedicto XVI ratificó la importancia del trabajo conjunto de toda la Iglesia continental (cf. http://www.zenit.org/article-43821?l=spanish), los asistentes llegaron al Aula del Sínodo con la expectativa de descubrir juntos renovadas modalidades para el trabajo evangelizador, así como nuevos caminos de integración en comunión con el sucesor de Pedro.

En las palabras de bienvenida, el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, recordó que el Congreso que se desarrolla en el Vaticano, tiene como objetivo “intensificar las relaciones de comunión y colaboración entre la Iglesia de Canadá y de Estados Unidos, con las Iglesias de América Latina, para afrontar problemas y desafíos comunes que se plantean a la misión de la Iglesia en el continente americano”.

Durante su saludo, el alto prelado invitó a los presentes a no ver este evento como un conjunto de óptimas conferencias, sino que se pueda concluir el mismo “compartiendo y proponiendo renovadas modalidades y caminos para que se irradie esa comunión eclesial en todo el continente americano, dispuestas a colaborar con el ministerio universal del Papa”.


María en el origen de la evangelización americana

El evento continuó con la intervención titulada "El acontecimiento guadalupano, en el origen de la evangelización del Nuevo Mundo Americano", a cargo del padre Eduardo Chávez, director del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos, quien recordó que la Virgen de Guadalupe llevó hasta nuestro continente a Cristo dentro de su vientre, a fin de que nazca en medio de su pueblo; esto es lo que la convierte “en un verdadero modelo de evangelización cristocéntrico e inculturado”.

Sobre esto último, explicó cómo el pueblo indígena dejó atrás de modo progresivo sus creencias naturales, entre ellas las de los sacrificios humanos, con los que buscaban “calmar a los dioses”. ¿Y cómo se obtuvo esto? Según la teoría del padre Chávez, al momento que la Virgen María habla con Juan Diego, y se presenta como madre de esos mismos “dioses”, el pueblo se calma ante la angustia y decepción en que vivían frente a tales ídolos insaciables.

Y entonces comienza así la inculturación, porque el mensaje que trae María es nuevo, está en germen, es el mismo Jesucristo que nacerá en medio de un pueblo que lo aceptará como el único sacrificio –incruento--, que agrada verdaderamente al Padre. Es así que Jesús “interviene” en tal cultura, pero a través de María, razón por lo cual la han amado y venerado hasta hoy como pocos pueblos en el mundo.

Otro detalle de inculturación que explicó el padre Chávez, fue el deseo transmitido por la Guadalupana para que se construyera un “templo”, donde se adorase no a ella, sino al ‘Dios-con-nosotros’ que estaría por nacer en medio de su pueblo, es decir “en familia”. Y este gesto fue comprendido de inmediato por los indígenas, ya que en dicha cultura, toda ciudad que se fundaba debía destinar un espacio preferencial al templo y construirlo antes de cualquier otro proyecto arquitectónico.

Recordó también que fue deseo de la Virgen que la señal del prodigio le llegara al obispo como cabeza visible de la Iglesia local, pero a manos de un laico como lo era Juan Diego. Y que este portara las flores –de gran significado indígena--, en su tilma --que era una prenda profundamente personal--, le daba un simbolismo único, dado que en los matrimonios la unía el esposo con el vestido de su esposa, en símbolo de unidad eterna.

Por eso la imagen se impregna en la tela y así, en manos del obispo, se crea un signo de eclesiología clarísimo, continuó el conferencista, porque “se fusiona la colaboración permanente que debe darse entre un obispo con sus laicos en pos del anuncio del evangelio inculturado”.

Este trabajo conjunto, entusiasta y encarnado en una cultura abierta a la trascendencia, hizo que a cinco años del prodigio del cerro del Tepeyac, los cronistas narraran asombrados acerca de los millones de conversiones y bautizos que se daban entre los indígenas, con cifras de confesiones sacramentales que alcanzaban los siete mil al día... Es así que ya en 1782, otras crónicas anunciaban la desaparición de la mayoría de idolatrías entre los naturales.

Concluyó su intervención recordando lo dicho por los obispos latinoamericanos en la Conferencia de Aparecida, de que con el prodigio de Guadalupe, se abrieron de nuevo los cielos y el continente vivió “un nuevo Pentecostés” de la mano del hoy san Juan Diego, el indígena.


Quince años de integración americana

En la medida que en el Aula del Sínodo se vivían las certezas de la promesa de Dios para el continente “guadalupano”, el secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, profesor Guzmán Carriquiry, expuso el tema “La Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America: profecía, enseñanzas y compromisos”.

Para el alto funcionario vaticano, antiguamente, las relaciones entre las iglesias locales de Norteamérica y América Latina eran muy esporádicas. Y es que a pesar del origen común del cristianismo, había poca comunicación efectiva, sino fuera por las ayudas económicas que siempre llegaron a los países más pobres, vía las obras de caridad de la Iglesia norteamericana.

Fue la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para América de 1997, la que creó un vínculo mayor de conocimiento y amistad, con un proyecto claro de trabajar “en perspectiva continental”.

Recordó que según la visión profética del beato Juan Pablo II, la estrategia geopolítica del mundo haría caer nuevos muros, uno de los cuales debía ser el muro norte y sur, especialmente ante la emergencia en que vivían los países en vías de desarrollo que veían acentuarse los problemas de justicia en las relaciones económicas.

Ya desde comienzos de los años 90 caían las ayudas, para dar paso al comercio de armas. Y a la vez que terminaba el comunismo, aparecían nuevas ideologías de corte materialista que traían una carga de daño al interior de las sociedades, como han sido el consumismo y el relativismo.

Es en esta coyuntura que el papa Juan Pablo II convoca al Sínodo y entrega posteriormente la Exhortación postsinodal “Ecclesia in America”, que si bien no presentaba soluciones de tipo político o económico --que no es la función de la Iglesia--, sí jerarquizaba las prioridades de la Iglesia, una de las cuales era la absoluta necesidad de compartir la fe católica en toda la América, con el fin de “abrir las puertas a Cristo y recomenzar desde Cristo, descubriendo su densidad y misterio, con su mismo poder de persuasión y efecto sobre los que escuchan el mensaje”.

Ante este desafío, se vio la necesidad de responder al proceso de erosión que causaba el secularismo en las urbes, y que impactaba –aún hoy--, en los políticos, empresarios y medios de comunicación, extendiéndose como una onda expansiva a través de la globalización.

Otros desafíos que fueron parte del diagnóstico del profesor Carriquiry, se refieren a ciertos fenómenos espirituales sincréticos o esotéricos, que unidos a los débiles mensajes de ciertos movimientos religiosos de tipo evangélico, se aprovechan de la escasa formación del creyente.

Pero el principal desafío no está solamente en estos aspectos, sino en el modo en que el catolicismo de América sea capaz de anunciar a Cristo con fidelidad, “suscitando y renovando el encuentro personal con su Persona, que le permita al creyente experimentarlo de nuevo”.

Esta invitación permanente del evangelio, que llama a convertirse y a anunciar a otros la salvación, debe levantar del sueño al creyente, quien muchas veces “ha sepultado su bautismo”, y no influye en su entorno.

Por eso, la propuesta es desarrollar una catequesis presentada “en toda su amplitud y riqueza”, donde la formación cristiana de iniciación y de “reiniciación cristiana” haga personas maduras en la fe. Esta catequesis debería ser presentada en las parroquias y también en las familias; en las escuelas y en las universidades católicas de todo el continente.

Aprovechar entonces que en toda la América “hay más cosas que nos unen que aquello que nos separa”, continuó Carriquiry, no a través de una unidad indiferenciada, sino de aquella “que brota y deriva de la comunión eclesial, siempre con el sucesor de Pedro”.

Es así que la Exhortación Ecclesia in America invita hoy más que nunca a que “se ore en común, con un nuevo impulso, mayor vínculo entre los obispos, diócesis y parroquias, así como entre los agentes pastorales”.


Temas urgentes

Por otro lado, dijo que nuevos aspectos deberían atraer la atención común, como son la violencia urbana que atrapa a los jóvenes, la cuestión migratoria, que debe ser humanizada por la Iglesia respetando la legislación de los países y atendiendo desde lo pastoral a quienes deben dejar casa y nación en busca de mejoría.

También se refirió a los constantes ataques contra la familia, para lo cual la Iglesia tiene la tarea educativa de convertir a estas familias en comunidades de vida, más unidas y lejos del riesgo de la desintegración.

Finalmente, pidió mayor atención sobre la situaciones de indigencia y miseria que contrastan con la opulencia de algunos; o el abandono y fragilidad de los enfermos, ancianos y mujeres, así como de los desocupados y las comunidades indígenas, realidades que interpelan a todo cristiano. A esto unió un llamado a los poderes públicos para que se respete siempre la libertad religiosa.

Concluyó su intervención con una cifra alentadora: que el 50% de los católicos del mundo está en América, porcentaje que está destinado a crecer. Sin embargo, es misión de la Iglesia continental en su conjunto asegurar el destino cristiano de estos pueblos; y esto se podrá conseguir solamente si cumple su tarea principal: evangelizar.


Semillas de integración

Durante la tarde, el programa contempló el trabajo grupal, a modo de un anticipo de lo que tendrá que ser la misión conjunta de la Iglesia continental. Es así que los participantes pudieron elegir entre ocho diferentes temas, según el conocimiento del idioma, y bajo la conducción de algunos de los prelados que asisten al evento.

Los temas que se abordaron, cuyas conclusiones se conocerán a través de la plenaria de mañana martes, fueron tomados de la misma Exhortación postsinodal, según los distintos capítulos en que está dividida la misma: “Una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión: significado, implicaciones y tareas en el continente americano”; “El encuentro de Jesús por medio de María: experiencias de filiación y discipulado en los pueblos americanos”; “¿Qué significa ser, para la Iglesia, sacramento de comunión y reconciliación a escala del continente americano?”.

Se completó el trabajo con los temas titulados: “Desafíos para la familia cristiana, la dignidad de la mujer y la esperanza de los jóvenes en el continente americano”; “¿Qué dicen las Iglesias americanas, sobre ‘su amplia presencia en el campo de la educación’ y, de modo especial, en el mundo universitario?”; “Unidad de los cristianos y reto de las sectas”; “Caridad y solidaridad desde un ‘amor preferencial por los pobres y marginados’”; “Algunos graves y comunes problemas sociales: corrupci6n, drogas, carrera de armamentos, cultura de la muerte, situación de los indígenas y afroamericanos, problemática de los inmigrados”.

Mañana martes los participantes se encontrarán en los Jardines Vaticanos, frente de la estatua de la Virgen de Guadalupe y de san Juan Diego, con el fin de rezar el rosario y encomendar las tareas y propósitos a su intercesión.

Obispos argentinos: "La fe en Jesucristo nos mueve a la verdad, la justicia y la paz"

0
0
Carta al pueblo de Dios que los Obispos argentinos han dado a conocer en el marco de la 104º Asamblea Plenaria (9 de noviembre de 2012)

Muy apreciados hermanos y hermanas:

1. Como creyentes y pastores, queremos ser servidores de la reconciliación, en medio del pueblo argentino, y como parte de él. Estamos felices de haber recibido esta vocación. Reconocemos sin embargo nuestra limitación y pobreza, para una tarea tan amplia y exigente. Pero en este Año de la fe, renovamos nuestra confianza, “porque Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14). Él ha restablecido la paz por la sangre de su cruz (cf Col 1,20).

2. La patria argentina ha vivido momentos difíciles y críticos, a lo largo de sus doscientos años de historia. Un tiempo especial de desencuentro y de enfrentamientos dolorosos, fue la década del 70. Han pasado muchos años y siguen surgiendo interrogantes acerca de los hechos ocurridos, y de la responsabilidad que tuvieron personas e instituciones. Al volver sobre aquellos hechos, es preciso tener en cuenta el contexto socio-político de la época, y los diversos actores que entonces intervinieron. Algunas afirmaciones recientes, a partir de las declaraciones del ex-presidente “de facto” J. R. Videla, atribuyen a quienes entonces conducían el Episcopado, alguna complicidad con hechos delictivos. Como ha respondido el actual presidente de la Conferencia: que haya habido “una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en ese momento” [la presidencia del Episcopado] (La Nación 5/8/12).

3. Conocemos los sufrimientos y reclamos de la Iglesia, por tantos desaparecidos, torturados, ejecutados sin juicio, niños quitados a sus madres, a causa del terrorismo de Estado. Como también sabemos de la muerte y desolación, causada por la violencia guerrillera. No podemos ni queremos eludir la responsabilidad de avanzar en el conocimiento de esa verdad dolorosa y comprometedora para todos. A pesar de que la historia vivida no se deja desentrañar fácilmente, y tampoco la responsabilidad que cabe a cada persona, nos queda la preocupación por completar un estudio demorado pero necesario.

4. De nuestros hermanos mayores, los obispos que nos precedieron, hemos recibido su palabra y testimonio. Sobre su modo de actuar, volvemos con respeto, sin poder conocer a fondo cuánto supieron personalmente de lo que estaba sucediendo. Ellos intentaron hacer cuanto estaba a su alcance por el bien de todos, de acuerdo con su conciencia y juicio prudencial. Por eso mismo, aun deseando penetrar más en la verdad de los hechos y de las personas, consideramos conveniente recordar algunos párrafos de su enseñanza, que al repasarla aparece lúcida y oportuna. Reconocemos, además, que no todos los miembros de la Iglesia pensaron y actuaron con idénticos criterios.

5. De entre tantas declaraciones y publicaciones, ofrecemos algunos ejemplos: “Someter a una persona a la tortura para arrancarle informaciones o confesiones ... siempre es ilícito” (Declaración de la CEA, 16/3/72). “No será vano reiterar que para todo cristiano, no excluidos quienes ejercen autoridad, aún a costa de la eficacia inmediata, hoy como siempre y en toda circunstancia conserva su valor ético: el fin no justifica los medios” (Carta colectiva CEA, Reflexión cristiana para el pueblo de la Patria, 7/5/1977). Unos años más tarde, el documento Iglesia y Comunidad Nacional (1981), condenó de varias maneras todo tipo de violencia. En síntesis: la lucha armada nunca es un camino legítimo para la búsqueda de logros sociales, por más buenos que parezcan. Por eso es reprobable la violencia ejercida por la guerrilla, que aún operando durante el gobierno democrático, atentó contra la vida de personas e instituciones. Pero menos aún puede legitimarse la violencia ejercida por el Estado, fuera de la ley, ni por grupos paramilitares. Es el Estado el responsable de tutelar los derechos de todos (cf ICN 33. 97. 133). Y en esa ocasión dijeron los obispos: “Porque se hace urgente la reconciliación argentina, queremos afirmar que ella se edifica sólo sobre la verdad, la justicia y la libertad, impregnadas en la misericordia y en el amor” (ICN 34).

6. En el año 2000, la celebración del gran Jubileo, fue una oportunidad importante e inspiradora, que motivó a la Iglesia a revisar su vida y a pedir perdón, como pocas instituciones lo hicieron. En aquella ocasión, imploramos la misericordia de Dios: “porque en diferentes momentos de nuestra historia, hemos sido indulgentes con posturas totalitarias, lesionando libertades democráticas, que brotan de la dignidad humana”; y también “porque con algunas acciones u omisiones hemos discriminado a muchos de nuestros hermanos, sin comprometernos suficientemente en la defensa de sus derechos” (Encuentro Eucarístico Nacional, Córdoba, septiembre del 2000).

7. Queremos estar cerca de cuantos sufren todavía por hechos no esclarecidos ni reparados. Cuando la justicia es demasiado largamente esperada, deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo. Sabemos que en miles de familias hay heridas abiertas y angustiosas, por lo acontecido después del secuestro, detención o desaparición de un ser querido. Compartimos el dolor de todos ellos y reiteramos el pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos.

8. Nos sentimos comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos, a fin de seguir buscando la verdad, en la certeza de que ella nos hará libres (cf Jn 8,32). Por ello nos estamos abocando a revisar todos los antecedentes a nuestro alcance. Asimismo alentamos a otros interesados e investigadores, a realizarlo en los ámbitos que corresponda. De nuestra parte, hemos colaborado con la justicia, cuando se nos solicitó información, de la cual podíamos disponer. Además, exhortamos a quienes tengan datos sobre el paradero de niños robados, o conozcan lugares de sepultura clandestina, que se reconozcan moralmente obligados a acudir a las autoridades pertinentes.

9. Seguimos comprometidos y empeñados en promover la fraternidad y la amistad social en el pueblo argentino, para lograr caminar juntos en la búsqueda del bien común. La reconciliación no es “borrón y cuenta nueva”, y menos impunidad. Es necesario: el empeño en la búsqueda de la verdad, el reconocimiento de cuanto sea deplorable, el arrepentimiento de quienes sean culpables, y la reparación en justicia de los daños causados (cf JUAN PABLO II, Jornada por la Paz 1997). También debemos reconocer que el perdón y la reconciliación son dones de un Dios, que nos hace hermanos.

10. En este Año de la fe, que estamos comenzando con la Iglesia en todo el mundo, y en el camino del Bicentenario de la Patria (2010-2016), renovamos nuestra vocación de servidores de todos, en especial de los que más sufren. La Virgen María, al pie de la cruz, experimentó el dolor por la muerte de su Hijo. A Ella le pedimos que abrace con ternura a cuantos esperan el consuelo de la verdad, la justicia y la paz.

Los obispos de la República Argentina 104º Asamblea Plenaria, 9 de noviembre de 2012

San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, dulzura e inocencia evangélica a los pies de María

0
0
MADRID, domingo 9 diciembre 2012 (ZENIT.org).- En el entorno de la festividad de la Inmaculada Concepción, entre otros, la Iglesia celebra hoy la existencia de Juan Diego, que pervive para siempre vinculado a María, bajo su advocación de la Virgen de Guadalupe. Este santo indígena encarna en sí mismo una de las hermosísimas historias de amor que conmueven poderosamente. Inocencia y dulzura forman una perfecta simbiosis en su vida que instan ciertamente a perseguir la santidad y permiten comprender qué pudo ver en él la Reina del Cielo, excelso modelo de virtudes, para hacerle objeto de su dilección.

Por Isabel Orellana Vilches

Nació en Cuauhtitlán perteneciente al reino de Texcoco, regido entonces por los aztecas, hacia el año 1474. Debía llevar escrito en su nombre, que significaba «águila que habla», la nobleza de esta majestuosa ave que vuela desafiando a las tempestades, de cara al infinito. Era un indio de la etnia chichimecas, sencillo, lleno de candor, sin doblez alguna, de robusta fe, dócil, humilde, obediente y generoso. Un hombre inocente que, cuando conoció a los franciscanos, recibió el agua del bautismo y se abrazó a la fe para siempre encarnando las enseñanzas que recibía con total fidelidad. Un digno hijo de Dios que no dudaba en recorrer 20 km. todos los sábados y domingos para ir profundizando en la doctrina de la Iglesia y asistir a la Santa Misa. Tuvo la gracia de que su esposa María Lucía compartiera con él su fe, y ambos, enamorados de la castidad, después de ser bautizados hacia 1524 o 1525 determinaron vivir en perfecta continencia. María Lucía murió en 1529, y Juan Diego se fue a vivir con su tío Juan Bernardino que residía en Tulpetlac, a 14 km. de la Iglesia de Tlatelolco-Tenochtitlan, lo cual suponía acortar el largo camino que solía recorrer para llegar al templo.

La Madre de Dios se fijó en este virtuoso indígena para encomendarle una misión. Cuatro apariciones sellan la sublime conversación que tuvo lugar entre Ella y Juan Diego, que tenía entonces 57 años, edad avanzada para la época. El sábado 9 de diciembre de 1531 se dirigió a la Iglesia. Caminaba descalzo, como hacían los de su condición social, y se resguardaba del frío con una tilma, una sencilla manta. Cuando bordeaba el Tepeyac, la tierna voz de María llamó su atención dirigiéndose a él en su lengua náuhatl: «¡Juanito, Juan Dieguito!». Ascendió a la cumbre, y Ella le dijo que era «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». Además, le encomendó que rogase al obispo Juan de Zumárraga que erigiese allí mismo una iglesia. Juan Diego obedeció. Fue en busca del prelado y afrontó pacientemente todas las dificultades que le pusieron para hablar con él, que no fueron pocas. Al transmitirle el hecho sobrenatural y el mensaje recibido, el obispo reaccionó con total incredulidad. Juan Diego volvió al lugar al día siguiente, y expuso a la Virgen lo sucedido, sugiriéndole humildemente la elección de otra persona más notable que él, que se consideraba un pobre «hombrecillo». Pero María insistió. ¡Claro que podía elegir entre muchos otros! Pero tenía que ser él quien transmitiera al obispo su voluntad: «…Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te mando».

El 12 de diciembre, diligentemente, una vez más fue a entrevistarse con el obispo. Éste le rogó que demostrase lo que estaba diciendo. Apenado, Juan Diego regresó a su casa y halló casi moribundo a su tío, quien le pedía que fuese a la capital para traer un sacerdote que le diese la última bendición. Sin detenerse, acudió presto a cumplir con este acto caritativo, saliendo hacia Tlatelolco. Pensó que no era momento para encontrarse con la Virgen y que Ella entendería su apremio; ya le daría cuenta de lo sucedido más tarde. Y así, tras esta brevísima resolución, tomó otro camino. Pero María le abordó en el sendero, y Juan Diego, impresionado y arrepentido, con toda sencillez expresó su angustia y el motivo que le indujo a actuar de ese modo. La Madre le consoló, le animó, y aseguró que su tío sanaría, como así fue. Por lo demás, enterada del empecinamiento del obispo y de su petición, indicó a Juan Diego que subiera a la colina para recoger flores y entregárselas a Ella.

En el lugar señalado no brotaban flores. Pero Juan Diego creyó, obedeció y bajó después con un frondoso ramo que portó en su tilma. La Virgen lo tomó entre sus manos y nuevamente depositó las flores en ella. Era la señal esperada, la respuesta que vencería la resistencia que acompaña a la incredulidad. Más tarde, cuando el candoroso indio logró ser recibido por el obispo, al desplegar la tilma se pudo comprobar que la imagen de la Virgen de Guadalupe había quedado impregnada en ella con bellísimos colores. A la vista del prodigio, el obispo creyó, se arrepintió y cumplió la voluntad de María. Juan Diego legó sus pertenencias a su tío, y se trasladó a vivir en una humilde casa al lado del templo. Consagró su vida a la oración, a la penitencia y a difundir el milagro entre las gentes. Se ocupaba del mantenimiento de la capilla primigenia dedicada a la Virgen de Guadalupe y de recibir a los numerosos peregrinos que acudían a ella. Murió el 30 de mayo de 1548 con fama de santidad dejando plasmada la aureola de su santidad no sólo en México sino en el mundo entero que sigue aclamando a este «confidente de la dulce Señora del Tepeyac», como lo denominó Juan Pablo II. Fue él precisamente quien confirmó su culto el 6 de mayo de 1990, y lo canonizó el 31 de julio de 2002.

La universalidad de María de Guadalupe

0
0
Un día conocí a un fraile que me comentó que los mexicanos no nos inculturizábamos ya que a cualquier lugar donde íbamos, nos llevábamos a la Virgen de Guadalupe. Yo le respondí que en realidad no podíamos quedarnos con la Guadalupana, que era una riqueza que teníamos que compartir con el mundo entero.

 Últimamente me ha llamado la atención que la Virgen de Guadalupe, siendo tan autóctona, al mismo tiempo sea tan universal. He viajado durante los últimos meses y me ha sorprendido encontrar su imagen en distintas iglesias de diversos países. Más todavía me ha sorprendido el cariño que se le tiene en los Estados Unidos.

Reflexionando en el hecho y recordando el acontecimiento guadalupano, encuentro que si María de Guadalupe fue una respuesta para el mundo indígena, también lo fue para el español. Cada uno, desde su propia mentalidad, se identificó con Guadalupe y la sintió muy particularmente suya.

Recordemos que el rostro de la Virgen es mestizo, o sea, una síntesis de todas las razas existentes. La raza española no es pura, a lo largo de muchos siglos se mezcló con culturas muy diversas: los iberos, celtas, fenicios, griegos, romanos, visigodos, godos, judíos, árabes, entre otros, mientras que la raza india procede de antepasados asiáticos. José Vasconcelos, en su época le dio a la raza mestiza el apelativo de cósmica. Podemos decir que al mismo tiempo su rostro es mexicano y universal.

La aparición de María de Guadalupe es un ejemplo sorprendente de inculturación, sobre todo en una época donde este hecho podía ser escandaloso e incluso herético. Pero lo más sorprendente todavía es que su inculturación continúa más allá del tiempo y de las fronteras de México. María de Guadalupe se identifica con el mundo entero, con cada nación, con cada pueblo. Juan Pablo II la llamó estrella de la evangelización. Guadalupe así se ha convertido en peregrina universal que lleva al mundo entero el mensajede Cristo..

¿Qué es lo que hace a María de Guadalupe universal? De alguna manera su mestizaje es una aceptación en su propio ser de todas las culturas. Además su vocación de madre, madre de Dios en primer lugar y madre nuestra la hace todavía más universal.

Todos los hombres provenimos de una madre, todos necesitamos sentirnos queridos y arropados por una madre. Ella se presenta como tal a Juan Diego: “¿No estoy aquí que soy tu madre?”. Un hijo no tiene miedo cuando es abrazado por su madre: “¿No estás en el cruce de mis brazos y en el hueco de mi manto?”

Hoy, más que nunca, en una sociedad donde impera la civilización de la muerte, María, que lleva en sus entrañas al Hijo de Dios, nos dirige hacia la vida ¿No fue Jesús el que nos dijo: “yo soy el camino, la verdad y la vida”? y ¿Qué puede ser más universal que la vida?

Margaria Iturbide
(fuente: www.virgenperegrina.org)

Interpretación de la imagen de la Virgen de Guadalupe

0
0
Los pueblos mesoamericanos desde tiempos remotos ya venereban en el cerro del tepeyac a una deidad llamada Tonantzin (que quiere decir Nuestra Madrecita), por esta razón, fue má fácil la asimilación el mensaje traído por la Virgen María como verdadera Madre de Dios y Madre nuestra.

El nombre de “SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE” ella misma lo dio a Juan Bernardino, tío de Juan Diego, cuando se le apeareció para sanarle de sus enfrmedades.


La Virgen

- Cabello: Lleva el cabello suelto, lo que entre los aztecas es señl de virginidad. Es Virgen y Madre.

- Rostro: Su rostro es moreno, ovalado y en actitud de profunda oración. Su semblante es dulce, frecso, amable, refleja amor y ternura, además de una gran fortaleza.

- Manos: Sus manos estan juntas en señal de recogimiento, en profunda oración. La derecha es más blanca y estilizada, la izquierda es morena y más llena, podrían simbolizar la unión de dos razas distintas.

- Embarazo: Su gravidez se constanta por la forma aumentada del abdomen, donde se destaca una mayor prominencia vertical que transversal, corresponde a un embarazo casi en su última etapa.

- Edad: Representa a una joven que su edad aproximada es de 18 a 20 años.

- Estatura: La estatura de la Virgen en el ayaste es de 1.43 centímetros.


El Cinto

El cinto marca el embarazo de la Virgen. Se localiza arriba del vientre. Cae en dos extremos trapezoidales que en el mundo náhuatl representaban el fin de un ciclo y el nacimiento de una nueva era. En la imagen simboliza que con Jesucristo se inicia una nueva era tanto para el viejo como para el nuevo mundo.


Los Rayos

La Virgen esta rodeada de rayos dorados que le forman un halo luminoso o aura. El mensaje transmitido es: ella es la Madre de la luz, del Sol, del Niño Sol, del Dios verdadero, ella lo hace descender hacia el “centro de la luna” (México de nátuahl) para que allí nazca, alumbre y dé vida.


La Luna

La Virgen de Guadalupe esta de pie en medio de la luna, y no es casual que la palabra México en nátuahl son “Metz – xic – co” que significan “en el centro de la luna”. También es símbolo de fecundidad, nacimiento, vida. Marca los cilos de la fertilidad femenina y terrestre.

La Flor La flor de cuatro pétalos o Nahui Ollin: es el símbolo principal en la imagen de la Virgen, es el máximo símbolo nátuahl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del especio y del tiempo.

En la imagen presenta a la Virgen de Guadalupe como la Madre de Dios y marca el lugar donde se encuentra Nuestro Señor Jesucristo en su vientre.


El ángel

Un ángel esta a los pies de la Guadalupana con ademán de quien acaba de volar. Las alas son como de águila, asimétricas y muy coloridas, los tonos son parecidos a los del pájaro mexicano tzinitzcan que Juan Diego recordó, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe.

Sus manos sostienen el extremo izquierdo de la túnica de la Virgen y el derecho del manto.

(fuente: www.aciprensa.com)

Juan Pablo II y la Virgen de Guadalupe

0
0
En el 2008 se celebró el 30 aniversario del Pontificado de Juan Pablo II. Su primer viaje lo realizó a México donde se encontró una fe sencilla, pero desbordante, íntimamente unida a la figura de la Madre, santa María de Guadalupe. Fue entonces cuando realizó sus primeros contactos con la Guadalupana, contactos que lellevarían cada vez más a amarla entrañablemente y a descubrir en ella a la Nueva Estrella de la Evangelización.

Transcribimos a continuación estractos de su homilía, cuando por primera vez vivitó el Tepeyac, el sábado 27 de enero de 1978.

¡Salve, María! Cuán profundo es mi gozo, queridos Hermanos en el Episcopado y amadísimos hijos, porque los primeros pesos de mi peregrinaje, como Sucesor de Pablo VI y de Juan Pablo I, me traen precisamente aquí. Me traen a Ti, María, en este Santuario del pueblo de México y de toda América Latina, en el que desde hace tantos siglos se ha manifestado tu maternidad.

¡ Salve, María! Pronuncio con inmenso amor y reverencia estas palabras, tan sencillas y a la vez tan maravillosas. Nadie podrá saludarte nunca de un modo más estupendo que como lo hizo un día el Arcángel en el momento de la Anunciación. Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum. Repito estas palabras que tantos corazones guardar y tantos labios pronuncian en todo el mundo. Nosotros aquí presentes les repetimos juntos, conscientes de que éstas son les palabras con les que Dios mismo, a través de su mensajero, ha saludado a Ti, la Mujer prometida en el Edén, y desde la eternidad elegida como Madre del Verbo, Madre de la divina Sabiduría, Madre del Hilo de Dios.

!Salve, Madre de Dios! Tu Hijo Jesucristo es nuestro Redentor y Señor, nuestro Maestro. Todos nosotros aquí reunidos somos sus discípulos. Somos los sucesores de los Apóstoles, de aquellos a quienes el Señor dijo: “Id y enseñad a todas les gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hilo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo” (Mt 28, 19-20).

Congregados aquí el Sucesor de Pedro y los sucesores de los Apóstoles, nos damos cuenta de cómo esas palabras se han cumplido, de manera admirable, en esta tierra. En efecto, desde que en 1492 comienza la gesta evangelizadora en el Nuevo Mundo, apenas una veintena de años después llega la fe a México. Poco más tarde se crea la primera sede arzobispal regida por Juan de Zumárraga, a quien secundarán otras grandes figuras de evangelizadores, que extenderán el cristianismo en muy amplias zonas.

Otras epopeyas religiosas no menos gloriosas escribirán en el hemisferio sus hombres como Santo Toribio de Mogrovejo y otros muchos que merecerían ser citados en larga lista. Los caminos de la fe van alargándose sin cesar, y a finales del primer siglo de evangelización les sedes episcopales en el nuevo Continente son más de 70 con unos cuatro millones de cristianos. Una empresa singular que continuará por largo tiempo, hasta abarcar hoy en día, tras cinco siglos de evangelización, casi la mitad de la entera Iglesia católica, arraigada en la cultura del pueblo latino-americano y formando parte de su identidad propia.

Y a medida que sobre estas tierras se realizaba el mandato de Cristo, a medida que con la gracia del bautismo se multiplicaban por doquier los hijos de la adopción divina, aparece también la Madre. En efecto, a Ti, María, el Hijo de Dios y a la vez Hijo Tuyo, desde lo alto de la cruz indicó a un hombre y dijo “He ahí a tu hijo” (Jn 19, 26), y en aquel hombre Te ha confiado a cada hombre, Te ha confiado a todos. Y Tú que en el momento de la Anunciación, en estas sencillas palabras: “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), has concentrado todo el programa de Tu vida, abrazas a todos, Te acercas a todos, buscas maternalmente a todos. De esta manera se cumple lo que el último Concilio ha declarado acerca de Tu presencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia Perseveras de manera admirable en el misterio de Cristo, Tu Hijo unigénito, porque estás siempre dondequiera están los hombres sus hermanos, dondequiera está la Iglesia.

De hecho los primeros misioneros llegados a América, provenientes de tierras de eminente tradición mariana, junto con los rudimentos de la fe cristiana van enseñando el amor a Ti, Madre de Jesús y de todos los hombres. Y desde que el indio Juan Diego hablara de la dulce Señora del Tepeyac, Tú, Madre de Guadalupe, entras de modo determinante en la vida cristiana del pueblo de México. No menor ha sido Tu presencia en otras partes, donde Tus hijos te invocan con tiernos nombres, como Nuestra Señora de la Altagracia, de la Aparecida, de Luján y tantos otros no menos entrañables, para no hacer una lista interminable, con los que en cada Nación y aun en cada zona los pueblos latinoamericanos Te expresan su devoción más profunda y Tú les proteges en su peregrinar de fe.

El Papa –que proviene de un país en el que tus imágenes, especialmente una: la de Jasna Góra, son también signo de Tu presencia en la vida de la nación, en su azarosa historia – es particularmente sensible a este signo de Tu presencia aquí, en la vida del Pueblo de Dios en México, en su historia, también ella no fácil y a veces hasta dramática. Pero estás igualmente presente en la vida de tantos otros pueblos y naciones de América Latina, presidiendo y guiando no sólo su pasado remoto o reciente, sino también el momento actual, con sus incertidumbres y sombras. Este Papa percibe en lo hondo de su corazón los vínculos particulares que Te unen a Ti con este Pueblo y a este Pueblo contigo. Este Pueblo, que afectuosamente Te llama “ la Morenita ”. Este Pueblo –e indirectamente todo este inmenso Continente– vive su unidad espiritual gracias al hecho de que Tú eres la Madre. Una Madre que, con su amor, crea, conserva, acrecienta espacios de cercanía entre sus hijos […]

¡ Salve, Madre de México! ¡Madre de América Latina! Encontrándonos en este lugar santo para iniciar nuestros trabajos (La Conferencia Episcopal Latinoamericana en Puebla) se nos presenta ante los ojos el Cenáculo de Jerusalén, lugar de la institución de la Eucaristía. Al mismo Cenáculo volvieron los Apóstoles después de la Ascensión del Señor, para que, permaneciendo en oración con María, la Madre de Cristo, pudieran preparar sus corazones para recibir al Espíritu Santo, en el momento del nacimiento de la Iglesia.

También nosotros venimos aquí para ello, también nosotros esperamos el descenso del Espíritu Santo, que nos hará ver los caminos de la evangelización, a través de los cuales la Iglesia debe continuar y renacer en nuestro gran Continente. También nosotros hoy, y en los próximos días, deseamos perseverar en la oración con María, Madre de Nuestro Señor y Maestro: contigo, Madre de la esperanza, Madre de Guadalupe. [...]

Te ofrecemos todo este Pueblo de Dios. Te ofrecemos la Iglesia de México y de todo el Continente. Te la ofrecemos como propiedad Tuya. Tú que has entrado tan adentro en los corazones de los fieles a través de la señal de Tu presencia, que es Tu imagen en el Santuario de Guadalupe, vive como en Tu casa en estos corazones, también en el futuro. Sé uno de casa en nuestras familias, en nuestras parroquias, misiones, diócesis y en todos los pueblos.

Y hazlo por medio de la Iglesia Santa, la cual, imitándote a Ti, Madre, desea ser a su vez una buena madre, cuidar a les almas en todas sus necesidades, enunciando el Evangelio, administrando los Sacramentos, salvaguardando la vida de les familias mediante el sacramento del Matrimonio, reuniendo a todos en la comunidad eucarística por medio del Santo Sacramento del altar, acompañándolos amorosamente desde la cuna hasta la entrada en la eternidad.

¡Oh Madre! Despierta en les jóvenes generaciones la disponibilidad al exclusivo servicio a Dios. Implora para nosotros abundantes vocaciones locales al sacerdocio y a la vida consagrada.

¡Oh Madre! Corrobora la fe de todos nuestros hermanos y hermanas laicos, para que en cada campo de la vida social, profesional, cultura! y política, actúen de acuerdo con la verdad y la ley que Tu Hijo ha traído a la humanidad, para conducir a todos a la salvación eterna y, al mismo tiempo, para hacer la vida sobre la sierra más humana, más digna del hombre. [...]

¡Reina de los Apóstoles! Acepta nuestra prontitud a servir sin reserva la causa de Tu Hijo, la causa del Evangelio y la causa de la paz, basada sobre la justicia y el amor entre los hombres y entre los pueblos. ¡Reina de la Paz! Salva a les Naciones y a los Pueblos de todo el Continente, que tanto confían en Ti, de les guerras, del odio y de la subversión. [...]

Finalmente, ¡Oh Madre! recordando y confirmando el gesto de mis Predecesores Benedicto XIV y Pío X, quienes Te proclamaron Patrona de México y de toda la América Latina, Te presento una diadema en nombre de todos tus hijos mexicanos y latinoamericanos, para que los conserves bajo tu protección, guardes su concordia en la fe y su fidelidad a Cristo, Tu Hijo. Amén.

escrito por Margarita Iturbide
(fuente: www.virgenperegrina.es)

Ojos de la Virgen de Guadalupe contienen mensaje a favor de la familia

0
0
LIMA, 29 Ago. 12 / 07:20 am (ACI/EWTN Noticias).- El científico peruano, José Aste Tonsmann, quien hace 34 años investiga las imágenes encontradas en los ojos de Virgen de Guadalupe, explicó que estos contienen un fuerte mensaje a favor de la vida y la familia ya que entre las imágenes que se puede apreciar en ellos, hay una que sería una familia indígena completa.

El experto explicó en una reciente conferencia que esa imagen presencia es un mensaje de la Madre de Dios a favor de la vida y de la familia en un momento en que ambos son duramente atacados en todo el mundo.

En la conferencia realizada en el Instituto Cultural Teatral y Social (ICTYS), Tonsmann, Doctor en Ingeniería de Sistemas por la Universidad de Cornell, Estados Unidos, compartió con los presentes que en los ojos de la Virgen de Guadalupe se puede observar un total de 13 figuras.

Las seis primeras figuras descritas se encuentran en el área del ojo de la Virgen correspondiente a la córnea. Estas imágenes son: un indígena sentado; un anciano que, basándose en las representaciones de Miguel Cabrera, pintor del siglo XVIII, se trataría del obispo Juan de Zumárraga; un hombre joven que se trataría de Juan González, traductor del obispo; el santo mexicano San Juan Diego; una mujer negra que habría embarcado con el obispo en España para servirlo en México y a quien el prelado concedió la libertad antes de su fallecimiento y un hombre barbado con facciones europeas.

Las demás siete figuras, halladas exactamente al centro de la mirada de la Virgen conforman lo que el Dr. Tonsmann denomina un “grupo familiar indígena”.

Se trata de una agrupación compuesta por una mujer joven que se destaca por estar al centro del grupo y parece mirar hacia abajo, que sería la mamá. Junto a ella está un hombre con sombrero y entre ambos, una pareja de niños.

Otro par de figuras representando un hombre y mujer maduros; probablemente los abuelos de esta familia, según el experto; se encuentran de pie, detrás de los demás. El hombre maduro es la única figura que el investigador sólo encontró en el ojo derecho.

El especialista dijo además que la Virgen acoge a todas las razas, por ello da “un mensaje contra el racismo, un rasgo que está cada vez peor en el mundo de hoy”.

En diálogo con ACI Prensa, el Dr. Tonsmann afirmó que no ha sido una coincidencia que sólo con la actual tecnología podamos “descifrar” este mensaje oculto en los ojos de la Virgen.

“El avance de la tecnología coincidió con una época en que la familia es denigrada en todo el mundo, por esto, podemos afirmar que la Virgen quiso que en nuestro tiempo la familia sea puesta de relieve”.

El otro mensaje de la Virgen de Guadalupe para nuestro tiempo, según el científico, es que al aparecer embarazada habla a los hombres y mujeres de hoy que la vida naciente debe ser respetada.

“Es triste pero es un hecho, la agenda del aborto comenzó en los países desarrollados y llegó a nuestras tierras. No hay duda que la Virgen de Guadalupe trae al mundo de hoy un fuerte mensaje a favor de la familia y también del derecho a la vida de todos los latinos, de todos los niños del mundo”, concluyó.

La figura de María en el Tiempo litúrgico del Adviento

0
0
Sentido del Adviento

Las Normas Universales sobre el Año Litúrgico y el Calendario precisan el sentido del Adviento:

“El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al final de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como el tiempo de una expectación piadosa y alegre” (NUALC 39)

El sentido central, por tanto, como el de todo el año litúrgico, es celebrar a Cristo. Esto ha de tenerse muy presente en siempre en toda consideración acerca del espíritu del Adviento. Cualquier debilitamiento de ese espíritu afecta al sentido mismo de la liturgia y al pensamiento de la Iglesia, y será un peligro para una correcta espiritualidad.

El buen enfoque de la espiritualidad es esencial en la vida cristiana. De hecho, la liturgia misma queda vacía de su genuino sentido si no llega a ser vivencia espiritual.


María en la centralidad de Cristo

Ahora bien, la centralidad de Cristo implica un puesto privilegiado de María en todos los aspectos de la vida cristiana: doctrina, celebración y vivencia (dogma, culto y comportamiento).

Doctrinalmente, el sentido radical de María en la Iglesia lo da el hecho de que ella es Madre del Verbo Encarnado. El principio fundamental de la mariología es que María es Madre de Dios. En torno a ese principio se estructura todo el estudio sobre la Virgen María.

Por lo mismo, el culto refleja y es testigo de esa realidad. A María la honramos ante todo por ser la Madre de Dios. Así la ve la liturgia, que contempla variados aspectos de lo que es María, pero todos en torno a su función de Madre de Dios.

Es interesante recordar que María entró en el culto litúrgico por un motivo distinto del de los demás santos. Entre los santos los primeros venerados fueron los mártires. En el aniversario de su martirio los fieles acudían a celebrar la asamblea junto a su sepulcro o al lugar de su martirio. La Virgen entró en forma distinta: aparece en la liturgia al celebrar a Cristo. No se podía celebrar la Encarnación sin que estuviera presente aquella en la cual se había encarnado. No se podía celebrar el Nacimiento de Jesús sin expresar de quién nacía. Cosa similar en la Presentación de Jesús al templo y en toda la infancia de Jesús. Luego, en forma similar, se la vio junto a la Cruz del Hijo por un título o motivo más profundo que el de los demás que lo acompañaron en ese momento. En forma similar, María no podía desentenderse de la misión de su Hijo cuando éste creció y ya no fue dependiente de ella y de José. La madre, unida en cuerpo y en espíritu al Hijo, no podía dejar de estar presente en los sucesivos misterios del Hijo.

Tan medular es la Virgen María en el cristianismo, que el Cristo que existe tiene su ser humano con sus características básicas, recibidas de su Madre.

De lo dicho se desprende que, entre las variadas fiestas o celebraciones marianas, no todas tienen la misma importancia. No es comparable el significado de una aparición, por mucha devoción que se le tenga, con una misterio de la historia de María. No se puede poner en el mismo plano a la Virgen de tal pueblo o grupo por un favor atribuido a ella, que con lo relativo a su misión junto al Hijo.

Por esa unión con su Hijo, la veneración de la Iglesia está centrada en el papel que María tuvo y tiene en la historia de la salvación de todo el género humano. Eso se expresa no sólo en fiestas, sino en la liturgia diaria. En todas las Plegarias eucarísticas hacemos memoria de “La Virgen Madre de Dios” al dirigirnos al Padre. Lo mismo en la Liturgia de las Horas en himnos, antífonas, lecturas bíblicas y de diversos autores desde la antigüedad hasta nuestros días.


María en el Adviento

Arriba leíamos el párrafo pertinente de las Normas Universales del Año Litúrgico y del Calendario referente al sentido del Adviento. Veamos ahora en otro documento oficial el sentido de la presencia de María en la liturgia de este mismo Tiempo. Escribe Pablo VI en la hermosa exhortación apostólica "Marialis cultus”:

“Durante el tiempo de Adviento la liturgia recuerda frecuentemente a la santísima Virgen –aparte de la solemnidad del día 8 de diciembre, en que se celebra conjuntamente la Inmaculada concepción de María, la preparación radical (cf. Is 11,1.10) a la venida del Salvador y el feliz comienzo de la Iglesia sin mancha ni arruga-, sobre todo en los días feriales desde el 17 al 24 de diciembre y, más concretamente, el Domingo anterior a la Navidad, en que hace resonar antiguas voces proféticas sobre la Virgen Madre y el Mesías, y se leen episodios evangélicos relativos al nacimiento inminente de Cristo y del Precursor” (MC, 3).

“De este modo, los fieles que viven con la liturgia el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo (Cf. Prefacio II de Adviento), se sentirán animados a tomarla como modelo y a prepararse, vigilantes en la oración y... jubilosos en la alabanza” (ibid), para salir al encuentro del Salvador que viene.” (MC 4).

Basta recorrer el misal y la Liturgia de las Horas para comprobar esa abundante frecuencia de textos referentes a María durante el Adviento. Recordemos sólo una expresión del II Prefacio de este tiempo, el cual resume la vivencia de María que la Iglesia nos hace contemplar: Al que habían anunciado los profetas “la Virgen lo esperó con inefable amor de madre”. Los últimos días del Adviento son acentuadamente marianos, como reconoce Pablo VI en el documento citado.


El Adviento, ¿“Mes de María?”

Pablo VI se hace eco de una idea que ha cundido en algunos ambientes acerca de hacer coincidir el “Mes de María” con el Adviento.

“Este período, como han observado los especialistas en Liturgia, debe ser considerado como un tiempo particularmente apto para el culto a la Madre del Señor: orientación que confirmamos y deseamos ver acogida y seguida en todas partes” (MC 4).

“Tiempo particularmente apto para el culto mariano”, sí. Pero no dice el Papa que se haga coincidir con el Mes de María. Los mismos liturgistas a los cuales alude el Papa, en general no verían bien que se hiciera esa fusión, que fácilmente llevaría a confusión.

No es que la liturgia esté reñida con la religiosidad popular. Al contrario, debe existir armonía entre ambas. Pero no confusión. El pueblo cristiano debe tener bien claro que los ejercicios piadosos (y el Mes de María es uno de ellos) no deben mezclarse con los ejercicios litúrgicos. Esto no quiere decir que la Iglesia no los aprecie. Al contrario, los alaba, aunque con ciertas condiciones que aseguren su valor. Dice el Concilio Vaticano II:

“Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con tal que sean conformes a las leyes y a las normas de la Iglesia... ”Ahora bien, es preciso que estos mismos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos.” (SC 13).

De modo que el Concilio no habla de fusionar, sino de armonizar, manteniendo siempre la distinción. Por su parte Pablo VI, hablando de la relación entre ejercicios litúrgicos y “ejercicios piadosos”, en primer lugar reprueba “la actitud de algunos que tienen cura de almas y que despreciando “a priori" los ejercicios piadosos..., los abandonan y crean un vacío que no prevén colmar; olvidan que el Concilio ha dicho que hay que armonizar los ejercicios piadosos con la Liturgia, no suprimirlos”.

Y continúa:

“En segundo lugar, (reprueba) la actitud de otros que, al margen de un sano criterio litúrgico y pastoral, unen al mismo tiempo ejercicios piadosos y actos litúrgicos en celebraciones híbridas” (MC 31). Como ejemplo reprobable menciona la práctica de novenas u otras prácticas piadosas durante la Misa.

Según ese criterio, sería riesgoso hacer coincidir el Mes de María con el Adviento. Muy fácilmente se caería en esas “celebraciones híbridas” de las que habla Pablo VI. Lo más perjudicial sería introducir unas celebraciones no centradas en Cristo. Psicológicamente la religiosidad popular polariza más que la litúrgica. Fácilmente se vería debilitado el rico sentido cristocéntrico del Adviento, que aparece en la cita con la que iniciamos este artículo.

Esta “precaución” no debilita el carácter mariano del Adviento, sino que, al contrario, asegura su corrección y solidez. Nunca será mayor honra de María lo que en su culto haga brillar mejor la figura de Cristo. Y nunca agradará a María nada que debilite la atención a Cristo. No hay que olvidar que el mejor homenaje a María es nuestra mayor cercanía a Dios.

La frase del II Prefacio de Adviento que ya hemos citado, “a quien la Virgen esperó con inefable amor de Madre”, puede servirnos de ejemplo del modo como María debe es tenida presente en el culto. La oración no va dirigida a María, sino al Padre y, recordando al anunciado por los profetas, está presente María, que lo espera con inefable amor de Madre. No iríamos al fondo de un texto tan hermoso si nos detuviéramos en María. La oración de la Iglesia se dirige al Padre, que envía al Hijo. Pero María sale con naturalidad en la oración y nos presenta la imagen de lo que nosotros, la Iglesia, debemos reproducir.

Una observación final. En la mayor parte del Hemisferio Sur, el final del Mes de María coincide con los primeros días del Adviento. Ya en esos días hemos de tener presente cuanto aquí llevamos dicho o sugerido sobre la relación entre religiosidad popular y liturgia, según la mentalidad y la letra del Concilio Vaticano II: María muy presente, pero conduciéndonos al centro: su Hijo.

escrito por Hno. Aquilino de Pedro 
(fuente: www.iglesia.cl)

¿Qué es el tiempo de adviento?

0
0
¿Qué significa para los católicos el tiempo de adviento? ¿Para qué existe?

 Es la época del ciclo litúrgico en que nos preparamos para la venida de Jesucristo. La venida de Cristo a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos, con un Adviento que duró cuatro mil años, henchido con el anhelo de todas las almas santas del Antiguo Testamento que no cesaban de pedir por la venida del Mesías el Salvador.

Esta venida es triple; CRISTO VINO EN LA CARNE Y EN LA DEBILIDAD -VIENE EN EL ESPÍRITU Y EN EL AMOR- Y VENDRÁ EN LA GLORIA Y EN EL PODER.

U PRIMERA VENIDA SE REALIZÓ CUANDO EL VERBO DIVINO SE HIZO HOMBRE EN EL SENO PURÍSIMO DE MARÍA y nació -niño débil y pobre- en el pesebre de Belén, la noche de Navidad hace veinte siglos.

LA SEGUNDA VENIDA ES CONSTANTE, hecho de perenne actualidad en la historia de la Iglesia y en la vida íntima de las almas. Por la acción misteriosa del Espíritu de Amor, Jesús está naciendo constantemente en las almas, su nacimiento místico es un hecho presente o mejor dicho es de ayer, y de hoy, y de todos los siglos.

LA TERCERA VENIDA DE CRISTO -QUE SERÁ EN LA GLORIA, EL PODER Y EN EL TRIUNFO- es la que clausurará los tiempos e inaugurará la eternidad. Jesús vendrá, no a redimir, como en la primera venida, ni a santificar, como en la segunda; sino a juzgar, para hacer reinar la verdad y la justicia, para que prevalezca la santidad, para que se establezca la paz, para que reine el amor.

Hablemos del tiempo de ADVIENTO en especial. El año eclesiástico se abre con el adviento. La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de anticipación para que nos preparemos a celebrar la Navidad, el nacimiento de Jesús y, a la vez, para que, con el recuerdo de la primera venida de Dios hecho hombre al mundo estemos muy atentos a estas otras venidas del Señor.

El Adviento es tiempo de preparación y esperanza.

" Ven Señor y no tardes ". Este es un tiempo para hacer con ESPECIAL FINURA EL EXAMEN DE NUESTRA CONCIENCIA Y DE MEJORAR NUESTRA PUREZA INTERIOR PARA RECIBIR A DIOS. Es el momento para ver cuales son las cosas que nos separan del Señor y quitarnos todos aquello que nos aleja de El. Es por eso importante ir a las raíces mismas de nuestros actos, a los motivos que inspiran nuestras acciones y después acercarnos al SACRAMENTO DE LA PENITENCIA O RECONCILIACIÓN, para que se nos perdonen nuestros pecados.

Así cuando llegue el día de Navidad, nuestra alma estará dispuesta para recibir a Jesús. Es necesario mantenernos en estado de vigilia para luchar contra el enemigo que siempre estará acechándonos para alejarnos del bien. CUIDEMOS CON ESMERO NUESTRA ORACIÓN PERSONAL, evitemos la tibieza y mantengamos vivo el deseo de santidad. ESTEMOS VIGILANTES CON MORTIFICACIONES PEQUEÑAS, que nos mantengan despiertos para todo lo que es de Dios, y atentos a evitar todo lo que nos desvíe del camino hacia El. PIDAMOS PERDÓN AL SEÑOR SI LE OFENDEMOS Y PROFUNDICEMOS EN EL SENTIDO DEL ADVIENTO.

Ten presente "QUIEN ES EL QUE VIENE, DE DONDE VIENE Y PORQUE VIENE". Con el corazón limpio salgamos a recibir a Nuestro Rey, que está por venir. María será nuestra ayuda y nos enseñará el camino para llegar a Jesús.

(fuente: www.mercaba.org)

Optar por Jesús

0
0
Que nos revistan de flores en esta primavera del Señor, con su gracia, que sea en este día maravilloso que el Señor nos regala en este viernes.

La palabra dice “ha pasado el invierno, es tiempo de la nueva primavera” que la Radio te permita despertar a ese aroma nuevo y distinto que nos trae la presencia del Señor que nos llama a caminar para construir un mundo nuevo.

Queremos despertar a la posibilidad de que el cristiano cuando se pone en marcha con Jesús y va detrás de lo que el Padre Dios propone comienza a participar en un combate espiritual.

Pablo va a decir esto en estos términos “es entre la carne y el espíritu”.

Cuando hacemos opción por Jesús y su proyecto, empieza la lucha, por eso la invitación es a despertar en la conciencia de lo que significa optar por Jesús. Es una opción que nos transforma pero para llevarla adelante hay que disponerse al combate interior.

La consigna para compartir hoy en la catequesis es esta.

En este tiempo de tu camino, en dónde se produce el combate espiritual, en qué aspectos de tu vida sentís que estás siendo invitado a resistir en medio de tus opciones, porque mientras elegís por este camino, de frente viene la oposición.

Cuando elegís marchar en este rumbo aparece la contradicción en algún sentido y allí se produce la resistencia a sostenerte en la marcha y también aparece lo contrario.

Entonces hay que vencer, dice San Ignacio de Loyola, no solamente resistir sino vencer en la lucha, en el combate.

Por ejemplo, uno elige vivir ordenadamente, cuidar su alimentación, cuidar su sueño, cuidar su modo de orar, cuidar los vínculos y de repente te invitan a todos los asados juntos, te invitan a quedarte despierto por una u otra causa. Cuando uno decide lo que decida en esto de poner orden del otro lado aparece lo que va en contra.

Cuando uno decide convertirse y salir de donde el pecado lo ha esclavizado mucho tiempo también comienzan a surgir las propuestas desde donde uno quiere salir, con insistencia, con agresividad.

Siempre recuerdo cuando había elegido mi camino de seguimiento de Jesús en mi vocación al sacerdocio, cómo una serie de propuestas que iban en contra de esta opción comenzaron a aparecer en mi camino. Entonces hay que sostenerse en la lucha, resistir y vencer.

Vivo crucificado con Cristo Jesús, vivo yo pero no soy yo, es Cristo que vive en mí, y vivo por la fe en el hijo de Dios que me amó y entregó su vida por mí.

En el camino del combate interior dice Pablo en la carta a los Gálatas, capítulo 2, la posibilidad de permanecer en ese lugar es por un acto de fe que nos hace uno con Cristo Jesús, nos adhiere a él a punto tal que en ese acto creyente por amor, nos identificamos de tal manera con Cristo Jesús, que somos en Cristo: vivo yo pero no soy yo, es Cristo que vive en mí, , y vivo por la fe en el hijo de Dios que me amó y entregó su vida por mí.

En este acto creyente donde el Señor con su gracia nos hace uno con él cubriéndonos profundamente con el don de su amor, nosotros lo que hacemos es comenzar a recorrer un camino de lucha interior porque experimentamos en lo más profundo de nuestro ser la ley espiritual con la que somos guiados por el Señor y se encuentra de cara a otra ley carnal que nos aparta de Dios y nos genera el pecado con su esclavitud.

Me deleito en la ley de Dios, dice Pablo según la voz interior pero siento otra ley en mis miembros que repugna la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado que está en mis miembros. Desdichado de mí, quién me librará de este cuerpo de muerte?

Las palabras finales del apóstol son como un grito de auxilio pidiendo ayuda para salir de esta situación de esclavitud donde se encuentra.

Esta experiencia la siente cada hombre cuando se propone practicar el bien y llega a gustar de los sabrosos frutos que vienen del bien. La humanidad entera grita por la liberación de esta esclavitud para gozar de los hijos de Dios.

Este rápido análisis de la palabra de Pablo para designar los elementos que la constituyen nos da a conocer mejor al hombre y la mujer y lo que quiere resaltar en cada momento. El hombre, dice Pablo, se encuentra en una situación trágica, está vendido al pecado y siente la tiranía del poder del mal y del pecado. El fruto del pecado es la muerte que se extiende a todos los hombres, en esta postración en la que el hombre palpa su impotencia para cumplir la ley, es decir, vivir según lo que Dios le pide, sintiendo la tiranía del pecado, clama por su liberación.

Pide un Redentor que lo redima de esta situación, el apóstol va a desarrollar esta acción salvadora de Cristo y traza los rasgos del hombre nuevo que se va a generar a partir de la intervención de Cristo Jesús, y a creerle que puede en nosotros.

Si vivimos del Espíritu andamos también según el Espíritu, la acción redentora de Dios viene a iluminar nuestra inteligencia para que podamos comprender la esperanza a la que estamos llamados y la gloria de su herencia que nos es otorgada en los Santos.

Este proceso es una lucha, es un combate que se sostiene desde la determinación y la adhesión a Cristo y que brota de un espíritu que cree en el proyecto de Dios.

La terminología de las imágenes que usa Pablo para manifestar la acción de Cristo en el hombre son muy vivas y expresivas, tienen en cuenta el aspecto que pretende resaltar y la comprensión del oyente.

La esclavitud en aquel tiempo era un fenómeno social muy corriente, Israel y otros pueblos habían experimentado esta acción opresora por parte de los poderosos. Algunos cristianos habían sido esclavos y otros compartían este estilo de vida.

Esta experiencia le sirve a Pablo para expresar la esclavitud moral, porque yo soy carnal, vendido por esclavo al pecado.

En esta situación Pablo presenta el plan de salvación del Padre que nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo sacándonos de este lugar de pertenencia, de compra venta de lo humano, del pecado en este caso en comparación con lo que es la esclavitud como institución.

En Jesucristo tenemos la posibilidad de ser liberados por su sangre, la remisión de los pecados nos viene por una gracia de riqueza con la que Dios nos bendice.

La redención de Cristo no solo nos libera del pecado y de la muerte sino que nos lleva a ser hijos.

Dice Pablo; Vivo crucificado con Cristo Jesús, vivo yo pero no soy yo, es Cristo que vive en mí, y vivo por la fe en el hijo de Dios que me amó y entregó su vida por mí.

Además de producir este efecto de pertenencia al misterio de Dios, lejos de la relación de esclavitud, siendo hijos, está este otro efecto del que Pablo habla en sus distintos escritos.

Pablo siente una gran estima por la ley, tal vez no haya alguien más afecto a la ley entre los discípulos de Jesús, considerada esta como un conjunto de preceptos que Dios va dando a Israel para que sea fiel a su vocación y se realice el plan de salvación.

En este sentido Pablo va a decir, la ley es santa y el precepto es santo, justo y bueno. Pero entendida la ley como conjunto de actos humanos por los cuales nosotros internamente nos renovamos, Pablo dice, atención, ahí Pablo le niega poder a la ley. La finalidad es el cumplimiento de la promesa.

Si hubiera sido dada una ley capaz de vivificar realmente, la justicia vendría de la ley, pero la escritura lo encerró todo bajo el pecado para que las promesas fuesen dadas a los hombres por la fe en Jesucristo.

No es por el efecto de los méritos como alcanzamos la plenitud, sino que es por la fe en Cristo que en nosotros obra la gracia haciéndonos merecedores de la gracia para vivir de la forma que Dios nos propone.

La ley es como un caminito que ayuda pero la obra la hace Cristo en nosotros por un acto de fe en el que Cristo nos transforma con nuestra participación, con nuestra adhesión, con nuestro sí. Es Cristo quien obra con poder, dice Pablo.

El ser humano por su entrega a esta esclavitud que genera el pecado, está en deuda moral con Dios y consigo mismo como creatura se debe a los designios del creador y no ha respondido a las exigencias de su ser que reclama desarrollo de sus facultades como mejor servicio de amor a los demás, vivir en sintonía con la presencia de Dios.

Pablo dice de sí mismo que siendo del todo libre me hago siervo de todos para ganarlos a todos tiene presente este destino de vocación en Cristo cuando reconoce que ha sido elegido por la gracia de Dios y añade que la gracia que me confirió no resultó vana antes me ha afinado y me ha hecho sacar de mí lo mejor.

En estas palabras resuena la voz del Maestro que reparte los talentos según su voluntad y a cada uno le va a pedir cuenta en conformidad con lo que ha recibido. Cristo pagó nuestra deuda porque a quien no conocía pecado el Padre Dios le hizo pecado por nosotros para que en él fuéramos justicia de Dios.

Él ha venido a restaurar nuestra vida, él ha venido a hacer nuevas todas las cosas, en Cristo está la respuesta a nuestras grandes preguntas, en Jesús está nuestra fuerza para ser hombres y mujeres nuevos en Cristo.

Fruto de la gracia de Cristo que obra en nosotros, justificándonos en la reconciliación.

Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su hijo, dice Pablo, mucho más reconciliados ya, seremos salvos en vida.

La gracia de la reconciliación, la obra, el misterio de Cristo que pago la deuda por nosotros, tenemos deuda moral, dice Pablo cuando estamos enfrentados unos con otros y a veces nos preguntamos cómo hacemos para salir de este lugar de no reconciliación. El apóstol nos muestra el camino, es Jesús quien es capaz de unir lo que está separado y hacer de dos, uno.

(fuente: www.radiomaria.org.ar)

Tres miradas sobre el adviento

0
0
En el Adviento celebramos el misterio de la Venida del Señor en una actitud gozosa, hecha de vigilancia, espera y acogida. Nuestra vida se presenta, con asombro siempre nuevo, ante el misterio entrañable de un Dios que se ha hecho hombre. Es este un misterio que el Adviento prepara, la Navidad celebra y la Epifanía manifiesta.

Si con el Adviento se nos convoca a preparar la Navidad, es una convocatoria a crecer en la esperanza, a vivir la experiencia de la cercanía de Dios. Un tiempo en el que la Historia de la Salvación se actualiza en el sacramento, pues el tiempo de Adviento se ha hecho sacramento.


Adviento: El Señor vino, viene y vendrá

La palabra Adviento procede del latín, y significa venida: la venida inminente de algo o alguien que está al llegar y que, además, esperamos ardientemente.

Jesús ya ha venido, y su venida transformó la historia del hombre. Su presencia -Dios hecho hombre- anunciaba que el amor del Dios se hacía realidad plena para todo el que lo quisiera vivir. Solo se necesitaba cambiar el corazón. El corazón del hombre tenía que estar dispuesto a amar, a guiarse de la bondad de Dios, viviendo con los débiles el rechazo de la opresión, el poder y la riqueza.

Su mensaje, sencillo a la vez que exigente, se hacía realidad con su vida, que atraía a las gentes y le seguían, ya que a su lado sentían la cercanía de Dios. Pero la novedad de su vida, que suponía un cambio radical de valores y criterios, que afirmaba la supremacía del amor, del servicio, de la dignidad de todo hombre y mujer..., resultaba molesta y Jesús acabó clavado en una cruz.

El amor de Dios hizo que toda aquella fidelidad amorosa de Jesús venciera el mal y la muerte. Jesús resucitó y sus discípulos más cercanos experimentaron su presencia y recibieron su mismo espíritu. Transformados por el Espíritu de Jesús, se convirtieron en continuadores de su obra formando la comunidad de los creyentes, la Iglesia.

Nuestro Adviento es una mirada hacia atrás, hacia aquel acontecimiento trascendental para vivirlo con toda la intensidad, y celebrar que Dios se ha hecho hombre, que Dios ha entrado en nuestra historia, ha hecho suya nuestra debilidad y nos ha abierto el camino capaz de liberarnos del mal y del pecado.

Poder celebrar este hecho decisivo exige sumergirnos en los sentimientos del pueblo de Israel y despertar en nosotros una actitud de espera, de deseo de la venida del Señor, que nos libere y transforme nuestra vida en una nueva manera de vivir. A ello nos ayudan los profetas, con su esperanza y confianza en el Mesías que iba a venir, y María -el gran modelo del Adviento- que se sabe pobre y frágil en un mundo necesitado de la acción salvadora de Dios y se abre a Él para hacer posible su venida. María es modelo de espera gozosa del Señor que viene.

Nuestro Adviento es una mirada a nuestro entorno para celebrar la venida constante de Dios. Invitados a vivir la venida histórica del Señor para experimentar su venida constante en las personas y los acontecimientos de nuestra vida, en todo lo que comparte nuestra cotidianidad.

Una venida que se hace constante en la oración, cuando le buscamos en el diálogo amoroso y dejamos que Él sea nuestro compañero de camino. O cuando nos reunimos en su nombre, como comunidad creyente y celebramos los sacramentos, que es donde se hace presente de manera más viva el Espíritu de Jesús.

Nuestro Adviento es una mirada a la venida definitiva como horizonte final de nuestra existencia, donde la esperanza proclama que nuestra historia no está condenada al fracaso, sino a compartir con toda la humanidad la vida plena de Dios. Una esperanza alegre y pacificadora que alienta en el camino y anima a la responsabilidad bajo la certeza de que una mano amorosa nos acogerá para eternizar nuestra vida.

(fuente: www.mercaba.org)

Teología y Espiritualidad del Adviento

0
0
A la luz de la liturgia de la Iglesia y de sus contenidos podemos resumir algunas líneas del pensamiento teológico y de la vivencia existencial de este tiempo de gracia.


1. Adviento, tiempo de Cristo: la doble venida

La teología litúrgica del Adviento se mueve, en las dos líneas enunciadas por el Calendario romano: la espera de la Parusía, revivida con los textos mesiánicos escatológicos del AT y la perspectiva de Navidad que renueva la memoria de alguna de estas promesas ya cumplidas aunque si bien no definitivamente.

El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos de Pablo (1 Cor 16,22) y del Apocalipsis (Ap 22,20), que se encuentra también en la Didaché, y hoy en una de las aclamaciones de la oración eucarística. Todo el Adviento resuena como un "Marana-thá" en las diferentes modulaciones que esta oración adquiere en las preces de la Iglesia.

La palabra del Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida de Cristo en la carne estimula a renovar la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas tendrán total cumplimiento ya que hasta hoy se han cumplido sólo parcialmente. El primer prefacio de Adviento canta espléndidamente esta compleja, pero verdadera realidad de la vida cristiana.

El tema de la espera del Mesías y la conmemoración de la preparación a este acontecimiento salvífico toma pronto su auge en los días feriales que preceden a la Navidad. La Iglesia se siente sumergida en la lectura profética de los oráculos mesiánicos. Hace memoria de nuestros Padres en la Fe, patrísticas y profetas, escucha a Isaías, recuerda el pequeño núcleo de los anawim de Yahvé que está allí para esperarle: Zacarías, Isabel, Juan, José, María.

El Adviento resulta así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo presente en cada página del AT, del Génesis hasta los últimos libros Sapienciales. Es vivir la historia pasada vuelta y orientada hacia el Cristo escondido en el AT que sugiere la lectura de nuestra historia como una presencia y una espera de Cristo que viene.

En el hoy de la Iglesia, Adviento es como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Se recuerdan sus títulos mesiánicos a través de las lecturas bíblicas y las antífonas: Mesías, Libertador, Salvador, Esperado de las naciones, Anunciado por los profetas... En sus títulos y funciones Cristo, revelado por el Padre, se convierte en el personaje central, la clave del arco de una historia, de la historia de la salvación.


2. Adviento, tiempo del Espíritu: el Precursor y los precursores

Adviento es tiempo del Espíritu Santo. El verdadero "Prodromos", Precursor de Cristo en su primera venida es el Espíritu Santo; él es ya el Precursor de la segunda venida. El ha hablado por medio de los profetas, ha inspirado los oráculos mesiánicos, ha anticipado con sus primicias de alegría la venida de Cristo en sus protagonistas como Zacarías, Isabel, Juan, María; el Evangelio de Lucas lo demuestra en su primer capítulo, cuando todo parece un anticipado Pentecostés para los últimos del AT, en la profecía y en la alabanza del Benedictus y del Magnificat. Y en la espera del nuevo adviento la Iglesia pronuncia su "Ven Señor", como Esposa, guiada por el Espíritu Santo (Ap 22,20).

El protagonismo del Espíritu se transmite a sus órganos vivos que son los hombres y mujeres carismáticos del AT que ya enlazan la Antigua Alianza con la Nueva.

En esta luz debemos recordar "los precursores" del Mesías, sin olvidar al "Precursor", que es el Espíritu Santo del Adviento.


3. Adviento tiempo por excelencia de María, la Virgen de la espera

Es el tiempo mariano por excelencia del Año litúrgico. Lo ha expresado con toda autoridad Pablo VI en la Marialis Cultus, nn. 3-4.

Históricamente la memoria de María en la liturgia ha surgido con la lectura del Evangelio de la Anunciación antes de Navidad en el que con razón ha sido llamado el domingo mariano prenatalicio.

Hoy el Adviento ha recuperado de lleno este sentido con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar de la siguiente manera:

- Desde los primeros días del Adviento hay elementos que recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret.

- La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra como "preparación radical a la venida del Salvador y feliz principio de la Iglesia sin mancha ni arruga ("Marialis Cultus 3).

- En las ferias del 17 al 24 el protagonismo litúrgico de la Virgen es muy característico en las lecturas bíblicas, en el tercer prefacio de Adviento que recuerda la espera de la Madre, en algunas oraciones, como la del 20 de diciembre que nos trae un antiguo texto del Rótulo de Ravena o en la oración sobre las ofrendas del IV domingo que es una epíclesis significativa que une el misterio eucarístico con el misterio de Navidad en un paralelismo entre María y la Iglesia en la obra del único Espíritu.

En una hermosa síntesis de títulos. I. Calabuig presenta en estas pinceladas la figura de la Virgen del Adviento:

- Es la "llena de gracia", la "bendita entre las mujeres", la "Virgen", la "Esposa de Jesús", la "sierva del Señor".

- Es la mujer nueva, la nueva Eva que restablece y recapitula en el designio de Dios por la obediencia de la fe el misterio de la salvación.

- Es la Hija de Sion, la que representa el Antiguo y el Nuevo Israel.

- Es la Virgen del Fiat, la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la acogida.

En su ejemplaridad hacia la Iglesia, María es plenamente la Virgen del Adviento en la doble dimensión que tiene siempre en la liturgia su memoria: presencia y ejemplaridad. Presencia litúrgica en la palabra y en la oración, para una memoria grata de Aquélla que ha transformado la espera en presencia, la promesa en don. Memoria de ejemplaridad para una Iglesia que quiere vivir como María la nueva presencia de Cristo, con el Adviento y la Navidad en el mundo de hoy.

En la feliz subordinación de María a Cristo y en la necesaria unión con el misterio de la Iglesia, Adviento es el tiempo de la Hija de Sión, Virgen de la espera que en el "Fiat" anticipa el Marana thá de la Esposa; como Madre del Verbo Encarnado, humanidad cómplice de Dios, ha hecho posible su ingreso definitivo, en el mundo y en la historia del hombre.


4. Adviento, tiempo de la Iglesia misionera y peregrina

La liturgia con su realismo y sus contenidos pone a la Iglesia en un tiempo de características expresiones espirituales: la espera, la esperanza, la oración por la salvación universal.

Se corre el riesgo de percibir el Adviento como un tiempo un tanto ficticio. La tentación y la superación son propuestas así por A. Nocent: "Preparándonos a la fiesta de Navidad, nosotros pensamos en los justos del AT que han esperado la primera venida del Mesías. Leemos los oráculos de sus profetas, cantamos sus salmos y recitamos sus oraciones. Pero nosotros no hacemos esto poniéndonos en su lugar como si el Mesías no hubiese venido todavía, sino para apreciar mejor el don de la salvación que nos ha traído. El Adviento para nosotros es un tiempo real. Podemos recitar con toda verdad la oración de los justos del AT y esperar el cumplimiento de las profecías porque éstas no se han realizado todavía plenamente; se cumplirán con la segunda venida del Señor. Debemos esperar y preparar esta última venida".

En el realismo del Adviento podemos recoger algunas actualizaciones que ofrecen realismo a la oración litúrgica y a la participación de la comunidad:

- La Iglesia ora por un Adviento pleno y definitivo, por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen aún al único Salvador.

- La Iglesia recupera en el Adviento su misión de anuncio del Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de esperanza" para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica.

- En un mundo marcado por guerras y contrastes, las experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas, las imágenes utópicas de la paz y de la concordia, se convierten reales en la historia de la Iglesia de hoy que posee la actual "profecía" del Mesías Libertador.

- En la renovada conciencia de que Dios no desdice sus promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a través del Adviento renueva su misión escatológica para el mundo, ejercita su esperanza, proyecta a todos los hombres hacia un futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y confirmación preciosa.

A la luz del misterio de María, la Virgen del Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia del Salvador.

La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene.

escrito por J. CASTELLANO 
ORACIÓN DE LAS HORAS 
Noviembre 1989, 11, 325
(fuente: www.mercaba.org)

"Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres; el Señor está cerca"

0
0
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc. 3, 10-18)

La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". El les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". 

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

"Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres; el Señor está cerca"

Con estas palabras del apóstol Pablo, la Liturgia nos invita a la alegría. Es el tercer domingo de Adviento, llamado por este motivo domingo “Gaudete”...

El Adviento es tiempo de alegría, pues permite revivir la espera del acontecimiento más alegre de la historia: el nacimiento del Hijo de Dios de la Virgen María.Saber que Dios no está lejos, sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: este es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden arañar.

Una característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento, pues se basa totalmente en el amor. De hecho, el Señor que “está cerca” de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, viene a infundirnos su alegría, la alegría de amar. Sólo así se comprende la serena dicha de los mártires incluso en medio de las pruebas, o la sonrisa de los santos de la caridad ante quien está en el dolor: una sonrisa que no ofende, sino que consuela. “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1, 28). El anuncio del Ángel a María es una invitación a la alegría. Pidamos a la Virgen Santa el don de la alegría cristiana.

escrito por el Beato Juan Pablo II 
(fuente: www.evangeliodeldia.org)

La espera del Señor en los personajes bíblicos del Adviento

0
0
El Adviento celebra la manifestación del Señor. Esta manifestación salvadora de Dios exige una actitud, una postura de parte del hombre creyente. Los textos bíblicos que nos ofrecen las Misas del Adviento, como también las de la Liturgia de las Horas, son auténticos e ideales modelos de respuesta y de sensibilización ante las manifestaciones salvadoras del Señor.

Señalamos los principales personajes bíblicos del Adviento: Isaías, Juan Bautista, María, San José.


ISAÍAS, el hombre de la esperanza

* Su nombre hebreo sería Iesayaú, que traducido significa Yavé es ayuda, se siente llamado al profetismo más o menos a los 25 años de su edad y profetizará al Pueblo de Dios durante cuarenta años. Su misión fue difícil: debía anunciar a sus compatriotas la huida de Israel y de Judá, en castigo de las infidelidades e idolatrías de su pueblo.

* Recibió en el Templo de Jerusalén su vocación de profeta, Is 6, 1-13, y esa manifestación de Dios, muy calcada en el género literario de otras vocaciones bíblicas, lo marcó profundamente. Por una parte, Dios le muestra su grandeza y su trascendencia, la inmensidad de lo que Él es, el Santo de Israel, Yavé de los Ejércitos; y esta manifestación pone muy en claro la poquedad del elegido y la desproporción de sus potencialidades para desempeñar la difícil misión que le encomienda Yaveh. Estas dos realidades antagónicas, la trascendencia de Dios y su propia limitación e indignidad de su persona, marcarán a fuego todo el aporte y el servicio profético de Isaías y su lucha constante por lograr la pureza del Yavismo en Israel y la fidelidad a la Alianza.

* El ambiente político que le tocó vivir fue muy tenso y difícil por la amenaza constante y creciente de Asiria: La superioridad del enemigo es muy clara y, de nuevo, esa claridad ahonda aun más y pone de relieve la pobreza y la limitación del profeta y del pueblo.

* Frente a esta situación de incertidumbre se producen dos reacciones entre los judíos creyentes: una, la de los reyes y dirigentes del pueblo que buscan hacer alianzas y pactos con otros pueblos oprimidos para ver la manera de liberarse del invasor; la otra es la de Isaías y un número reducido de fieles que, partiendo del reconocimiento de su pobreza, ponen su confianza y su fe solamente en el Señor, en la certeza que será Él el único y el auténtico liberador.

* Isaías interpreta el peligro y la amenaza extranjera desde su punto de vista profético, y no como lo habría hecho un observador político: Es Dios el que habla y frente a este Dios que se manifiesta, hay que tomar algunas actitudes concretas para purificar nuestra relación con Él y para asumir el camino que el mismo Señor nuestra a su Pueblo.

Subrayamos algunas líneas de su enseñanza profética:

I - Frente al culto de Yaveh, amenazado por el formalismo ritual y la idolatría, Isaías proclama la trascendencia de Dios. Pero esa trascendencia que, por definición supone lejanía, superioridad, altura, en el Dios de Israel es cercanía, amistad, misericordia, protección: ¡Dios está cerca de Israel, lo cuida, lo sana, lo dirige, renueva alianza con él! Las dificultades de la esclavitud no deben oscurecer la certeza de que Yaveh es el que salva;

II - Frente a las injusticias y la opresión que los poderosos ejercían sobre los débiles del pueblo, Isaías proclamará un mensaje religioso y será la voz de Dios que llama y denuncia a los esclavizadores de sus hermanos, denuncia que buscará siempre la conversión del pecador y del injusto;

III - Para lograr esto Isaías predica la cercanía del Dios de la Alianza e invita a una confianza ilimitada en Yaveh, más bien en el amor providente de Yaveh. El Dios que ha estado escondido, aparecerá para calmar los dolores de su pueblo y para sanar sus heridas. Pero esto no se realizará sin la entrega confiada e incondicional del creyente: aunque la salvación viene de la bondad de Dios, la confianza de sus fieles será garantía y certeza de salvación.

* Volver al Señor, es el centro iterado y repetido de su predicación: Y la vuelta supone una renovación comprometida de la Alianza pactada en tiempos antiguos y que fue pisoteada por los infieles judíos, un volver de los ídolos a la intimidad con el Señor.

* Tal vez el mensaje y el modelo de Isaías podríamos resumirlo en estos puntos:

a) sustituir los criterios y las seguridades humanas por los ideales propuestos por Dios; confiar más en el Señor que en las ayudas de salvación que nos puedan venir de los hombres, de las instituciones, de los pactos con los poderosos;

b) redescubrir el verdadero rostro del Yaveh, despojarnos del concepto negativo que se tiene de Dios y descubrirlo como el Dios clemente, compasivo, misericordioso, siempre dispuesto a perdonar y comprender;

c) aceptar nuestra indigencia, nuestra falta de méritos, nuestra pobreza, como punto de partida en la vuelta a Dios; jamás uno que no se sienta indigente, saldrá de sí para pedir ayuda o perdón;

d) condiciones para lograr el reencuentro con Dios: La fe incondicional en el Señor; la confianza absoluta en su bondad y en sus promesas de salvación que, aunque hayan estado limitadas por el castigo, este castigo era el correctivo necesario para el pueblo lograra comprender la bondad salvadora de Yaveh.

* Textos bíblicos: Vocación de Isaías Is 6, 1-12; La promesa de salvación, Is 32, 15 al 33, 6; Dios se manifiesta salvando, Is 61, 1-3.


JUAN BAUTISTA, el predicador de la conversión.

* Es otro de los modelos bíblicos clásicos del Adviento. Es santificado por Cristo en el seno de su madre Santa Isabel aun antes de nacer. Lleva una vida austera y de profunda comunicación con Dios en el desierto. Adquiere conciencia clara de su rol de profeta y no de cualquier profeta, sino el que ha de señalar con su dedo al Mesías. Y eso lo hace descubrir, igual que Isaías, la trascendencia de Dios y la poquedad de su persona. Y toda esta experiencia la comparte con los israelitas en una predicación fuerte y valiente que lo lleva a desenmascarar la mentira y el vicio y a anunciar con entereza la conversión, la verdad y el bien hasta el supremo sacrificio.

* Por esta conciencia de la trascendencia de Dios y de su propia poquedad es que se declara indigno hasta de desatar la correa de las sandalias de Jesús. Es necesario que el Mesías crezca y Juan mengue ante Él. No quiere bautizar a Cristo.

* Hombre de profunda fe y de valiente compromiso en el seguimiento de su vocación. Hasta dar su vida por los valores y por la verdad que predica.

* Pero su fe sufre la prueba: Mt 11, 1-6. Se siente desconcertado [¿defraudado?] por la pobreza de Jesús, por sus medios demasiado simples o rutinarios: Cristo asume como discípulos a hombres de poco cultura; predica a los sencillos y se pelea con los dirigentes del pueblo judío; su lenguaje es demasiado simple. Y esto desconcierta al Bautista, hombre profundamente anclado en las categorías religiosas israelitas y para quien era tan clara la trascendencia, la infinitud y la grandeza de Dios. En su concepto, el enviado de Yaveh no podía rebajarse tanto.

* Y en esa situación Juan Bautista acude a Cristo mismo: ¿Eres tú... o debemos seguir esperando?... Y la respuesta de Jesús fue el testimonio bíblico de las características del Mesías: hace oír a los sordos, hablar a los mudos, evangeliza a los pobres... Y Jesús añade una respuesta específica a Juan, al escandalizado Juan: ¡Dichoso el que no tomare de mí ocasión de tropiezo...!

* La trascendencia de Dios que tan clara era para el judío Juan lo llevó a no poder aceptar las formas de salvación encarnadas en Jesús. Y por haber acudido a Cristo en su duda e incertidumbre, recibió del Señor la confirmación de la fe. Y esta maduración y confirmación se logró cuando supo despojarse de su criterio religioso y humano; cuando aceptó el plan de manifestación simple y sencillo que Dios hacía a través de su Hijo; cuando se dio cuenta que Dios estaba cerca, muy cerca de quien lo busca.

* Así Juan Bautista, frente a la manifestación de Dios en Jesucristo, nos entrega varias lecciones:

a) Aceptar y apreciar la grandeza trascendente de Dios y nuestra poquedad, miseria y limitación. Nos enseña a ubicarnos delante de Dios, a asumir nuestro lugar y rol en la salvación que Dios quiere protagonizar en nosotros a través de su Hijo: Conviene que Él crezca...;

b) Tener sensibilidad ante el paso del Señor; saber descubrir su cercanía. Y cuando no logremos descubrirla, acudir al Señor para que sea Él quien ilumine el camino de nuestra fe y de nuestra experiencia con Él;

c) Tener una flexible capacidad de conversión, de acomodamiento a los planes de salvación que el Señor tiene para salvarnos, planes que no siempre coinciden con nuestros criterios y categorías. O más bien, que son siempre distintos y lejanos a los nuestros,

* Juan Bautista nos enseña, por una parte, que es necesario aceptar la humildad de la manifestación divina: ¡Dichoso el que no se escandalizare en mí! Y resulta también un admirable ejemplo de pobreza y limitación: Conviene que Él crezca y yo disminuya. Para llegar a Dios, Juan Bautista asumió dos actitudes de humildad: aceptó la pobreza de los medios de manifestación de Jesús y experimentó la cercanía de la Salvación, no sólo en forma pasiva en el seno de su madre, sino sobre todo en la aceptación dificultosa de los planes de Dios en su Hijo Jesucristo.


MARÍA, la mujer que oyó, meditó y vivió la Palabra

* El que logró realmente ser pobre del Señor pudo percibir la manifestación y la presencia salvadora de Dios en su vida. El Evangelio nos presenta a María, la Madre de Jesús, como una mujer dichosa por haber creído, por haber descubierto a Dios y por haberse sabido fiar de Él.

* El Evangelio nos la muestra en un proceso de esa aceptación y de este acercamiento al Dios que se le manifestaba. La Virgen escuchó meditó y vivió el contenido de la Palabra o manifestación de Dios a través de su Hijo.

* María escucha la Palabra. Y por esa razón fue dichosa. Tuvo estrecho contacto con su Hijo en el hogar de Nazaret, en donde Cristo vivía los contenidos que después, en los días de su vida pública, palabrizó; oyó atónita el mensaje del ángel el día de la Anunciación; escuchó la profecía que Simeón le hacía.

* Pero en la aceptación de la Palabra y en su proceso de fe, María también siguió el caminar corriente de todos los creyentes. Como no comprendía el sentido y la proyección de lo que escuchaba como manifestación del querer y de los planes de Dios, la Virgen meditaba y reflexionaba, guardaba en su corazón el mensaje de Dios.

* Y la grandeza de la Madre de la Iglesia consistió en vivir el contenido de esa manifestación de Dios, vivencia que no le fue fácil, sobre todo cuando veía la marginación que se hacía de su Hijo en los días de su vida pública, y más todavía cuando estaba de pie junto a la cruz de su Hijo, asumiendo su rol y viviendo su hora junto a Jesús Salvador. Así se constituyó en madre de los creyentes y medianera del pueblo de Dios.

* Frente a la nueva manifestación de Jesucristo como Salvador, que sacramentalmente celebramos en este Adviento, la Iglesia nos propone el modelo bíblico de María para que nosotros también asumamos este ejemplo de docilidad, docilidad que, en el itinerario de fe de la Virgen, no estuvo exenta de dudas e incertidumbres, pero que supo apoyarse en la bondad infinita del Dios que nos ama y que, por ese amor, nos salva en su Hijo.


SAN JOSÉ, el hombre justo

* No son muchos los datos que los Evangelios nos entregan de la vida y misión de San José. Pero afirman categóricamente que era un hombre justo, Mt 1, 19. Y descubrimos esa justicia en las actitudes que tomó frente a la difícil manifestación de los planes divinos.

* Es descendiente de la familia de David y a través de él llega la promesa mesiánica a Jesús. Jesús aparece legalmente como el Hijo de José y es, a través de esta característica, que Él asume el título y la prerrogativa bíblica de Hijo de David.

* El calificativo bíblico de justo solemos entenderlo ordinariamente con relación a una buena conducta moral. En el caso de San José su justicia radica más bien en su conformidad a la voluntad y al querer de Dios. Como María y como tantos otros fieles del Antiguo Testamento, José es el pobre del Señor, el hombre capaz de despojarse de sí mismo y de la lógica de sus criterios y planes para asumir en obediencia total la voluntad y los caminos de Dios. Por difíciles que éstos resulten.

* Es el hombre de la fe y de la obediencia incondicional que, aun con dificultades en la comprensión y en la ejecución de lo manifestado por Dios, se le mantiene fiel. Es el hombre justo que entra en diálogo existencial y siente y experimenta la cercanía de Dios.

Notas para Catequesis y/o meditación 
escrito por Fray Sergio Uribe G., Capuchino
(fuente: www.iglesia.cl)

El Espíritu Santo, nuestro guía en Adviento

0
0
Durante el Adviento no podemos olvidar la presencia del Espíritu Santo que primero actúa profetizando la venida del Mesías, y después, en Jesucristo. Esto es para nosotros una muy especial indicación por parte de Dios Nuestro Señor de que las necesidades que posee el hombre sólo pueden realizarse desde una perspectiva: la del Espíritu Santo. Sin embargo, tampoco podemos olvidar que esto únicamente es posible para el alma que se convierte en dócil instrumento del Espíritu Santo, pues es Él quien nos permite ir llegando con paso firme a todas y cada una de las metas que Dios nos va poniendo a lo largo de la vida. No estamos solos, el Señor no nos abandona. La presencia de Jesucristo en nuestras vidas no es nada más una compañía, es también una guía, una luz. Y nunca olvidemos que esta iluminación quien la realiza es el Espíritu Santo.

El profeta Isaías nos habla de un momento, en los tiempos mesiánicos (cuando venga el Mesías), en que todo será paz, y cómo el Espíritu de Dios colmará el mundo. Dice el Profeta: “Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la Tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar”.

En la Encarnación es el Espíritu Santo el que cubre con su sombra a la Santísima Virgen para que sea engendrado el Hijo de Dios. Y es también el Espíritu Santo el que, cada vez que queremos tener a Cristo en nuestra alma, se hace presente para construir en nosotros la presencia, la vida de Cristo. El Espíritu Santo es el Santificador, es el que realiza en el alma la función de dar vida en el Señor. Es Él quien nos aconseja, guía e ilumina, fortaleciéndonos para que el mensaje que la Navidad viene a traer a nuestras almas se pueda cumplir.

En este Adviento, en este camino hacia la Navidad, hacia la presencia plena de Cristo en nuestra alma, no estamos guiados por una estrella, estamos guiados por el Espíritu de Dios Nuestro Señor. Esto tiene que ser para nosotros una grandísima certeza, tiene que darnos una gran paz y una gran serenidad. Sin embargo, exige de nosotros un entrenamiento que consiste en aprender a escuchar lo que el Espíritu Santo va diciendo a nuestra conciencia, el someter nuestro juicio a lo que Él nos va pidiendo y el ser capaces de amar el modo concreto con el cual va educando nuestro corazón.

Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él. Si tuviéramos dentro de nosotros esta presencia constante del Espíritu Santo podríamos participar de la acción de gracias que Jesucristo hace al Padre: “Te doy gracias Padre del Cielo y de la Tierra, porque has revelado estas cosas, no a los sabios y entendidos, sino a los sencillos”.

¡Cuántas veces nuestra forma de ver las cosas y nuestros juicios son los que gobiernan nuestras vidas! ¡Cuántas veces pretendemos entender todas las cosas según la cuadrícula de nuestra sabiduría, y nos olvidamos que la sabiduría de Dios es la que tiene que regir nuestra vida!

Cuando leemos las profecías de Isaías, donde aparece el lobo habitando con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo y el león pastando juntos, podría aparecer la pregunta: ¿Todo eso existe? ¿Es un sueño o es una realidad? Lo que el profeta nos está diciendo es que aun aquello que parece imposible al hombre, que en la lógica humana jamás podría llegar a darse, el Espíritu Santo lo puede realizar.

En este Adviento, aprendamos a romper las lógicas humanas, a deshacer nuestras cuadrículas, nuestras formas de ver muchas situaciones, de vernos, incluso, a nosotros mismos. Dejemos a un lado tantas y tantas cosas que clasifican nuestra existencia de una manera determinada y que, en definitiva, la alejan de Dios. Permitamos al Espíritu Santo hablar en nuestra vida, guiarnos e inspirarnos. No es tan difícil, es cuestión de aprender a escuchar, de no hacer ruido en nuestra alma, de ponernos delante de Dios y no oír otra cosa más que a Él, para que nada interrumpa esa comunicación de amor entre Dios y cada uno de nosotros.

Nuestro corazón debe estar dispuesto a escuchar a Dios, para que este tiempo de Adviento, en el que se produce la mayor alegría para el hombre, que es el encuentro con el Señor, no pase con las hojas del calendario, sino que sea un tiempo que permanezca en el corazón. Con una gran apertura interior, permitámosle al Espíritu Santo hablar, para así poder ir quitando todo aquello que nos impiden tener paz en el alma, junto a Cristo en Belén.

El profeta Isaías nos dice: “Aquel día, la raíz de Jesé se levantará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones”. ¿Hay en mi alma avidez de Dios? ¿Hay en mi corazón sed de este Cristo, que es la raíz de Jesé? ¿Hay en mi interior el anhelo de encontrarme con Jesús? Si no lo hay, permitamos que el Espíritu Santo vaya cambiando nuestro corazón hasta que Él lo llene. Y pidámosle que en este período de Adviento, Él vaya transformando nuestra existencia de tal manera que nunca nos sintamos solos, para que se pueda cumplir en nosotros la profecía de que somos dichosos porque vemos la presencia de Cristo en nuestra vida, vemos su influjo en la sociedad: “Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”.

escrito por P. Cipriano Sánchez 
(fuente: www.mercaba.org)
Viewing all 399 articles
Browse latest View live


Latest Images